Detalle de portada de 'Un mundo que ya no está' | Acantilado

Yiddish, la cultura salvada

Rhoda Henelde y Jacob Abecasís llevan más de veinte años ayudando a crear una identidad europea más diversa y cosmopolita con sus traducciones

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Detalle de portada ‘De un mundo que ya no está’ | Acantilado

Sin traducción habitaríamos provincias lindantes con el silencio, escribió George Steiner. Por eso, es encomiable la labor de editoriales y traductores, gracias a los cuales podemos conocer otras culturas; por ejemplo, la asombrosamente fértil erigida en torno a la lengua yiddish. Un lujo que además nos ofrece a muchos la posibilidad de reconocernos en una identidad europea más diversa y cosmopolita.

El yiddish o judeo-alemán fue la lengua que las comunidades judías askenazíes en la diáspora –y por tanto, dispersas– utilizaron durante siglos en Europa. Estas comunidades compartían territorio con otras culturas hegemónicas donde se hablaban otras lenguas nacionales, que a su vez configuraron el mundo tradicional cristiano. Convivir como minoría hizo que estas comunidades fueran vulnerables, y de hecho muchas veces fueron perseguidas y masacradas. Sin embargo, lo que más las define es su reverencia hacia la vida, su sentido de la compasión y el humor. Una alegría de vivir, cuyas influencias aún podemos apreciar en la filmografía de Woody Allen.

A pesar de que se consideró durante mucho tiempo una lengua bastarda o corrompida, que llegaron a hablar entre once y trece millones de personas antes de 1939, lo cierto es que con el tiempo el yiddish adquirió unos niveles extraordinarios de expresividad. Y, justamente, cuando estaba viviendo un momento de gran creatividad y calidad artística y narrativa, tuvo lugar el ascenso de los totalitarismos, la Segunda Guerra Mundial y la mayor catástrofe de la que ha sido objeto la humanidad, la Shoá. Con un ansia agresiva, tanto el nazismo como el estalinismo intentaron eliminar cualquier rastro de esta cultura y la cosmovisión que brota de ella, y para ello utilizaron los medios más sanguinarios y crueles. El daño fue terrible, pero no lograron su propósito. Hoy, la yiddish es una cultura salvada gracias a la labor de personas como Rhoda Henelde y Jacob Abecasís.

Rhoda y Jacob llevan veinte años traduciendo juntos al castellano este inmenso legado que además goza de un notable éxito editorial, reconocimiento por parte de la crítica y un número extraordinario de lectores que hacen de algunos de sus títulos verdaderos best-sellers, como es el caso de La familia Karnowsky de Israel Yehoshua Singer, autor de quien ahora también se publica De un mundo que ya no está, ambas en Editorial Acantilado.

¿Cuál es tu relación con el yiddish, Rhoda?

El yiddish es mi primera lengua. Es la lengua de mi madre y la de mi padre, la que hablábamos en casa entre nosotros, cuando vivíamos en Europa primero y luego en Estados Unidos. Y es la lengua en la que nos escribíamos cartas cuando me fui a Israel a estudiar. También lo he hablado con muchas personas que he conocido en Estados Unidos y durante mis viajes. Traduzco libros de un mundo que sin embargo yo no llegué a conocer más que a través de los libros y por supuesto de mis conversaciones con supervivientes. Pero es mi lengua materna y paterna, la recibí de mis padres. Las generaciones más jóvenes de traductores del yiddish al castellano, cada vez más, lo tienen que aprender sobre todo en la Universidad.

Rhoda Henelde | Foto: Acantilado

Rhoda Henelde nació en Varsovia en 1937. Siendo bebé, sus padres huyeron del gueto con ella hacia la casa de los abuelos, cerca de la frontera con Rusia y con su ayuda la pudieron cruzar clandestinamente. «Así es como nos salvamos de los nazis para caer en manos de la KGB», señala. Terminada la guerra y tras cuatro años en los Campos de Personas Desplazadas en la Alemania ocupada, se estableció finalmente con su familia en Estados Unidos, donde hizo los estudios de primaria, secundaria y los primeros cursos de la universidad, que completó en la Universidad Hebrea de Jerusalén, donde estudió Literatura Inglesa y Románicas, además de un master de Literatura yiddish. Más adelante recibió en la Universidad de Bar Ilan en Israel un diploma de Traducción. Actualmente traduce del yiddish, del hebreo y del inglés.

¿Cómo y cuándo empezaste a traducir?

Siempre quise traducir esta literatura, pero no dependía de mí sino del mundo editorial. El primero en mostrar interés, hace ya veinte años, fue Ediciones B, que eligió traducir de Sombras sobre el Hudson, de Isaac Bashevis Singer, desde el original yiddish en lugar del inglés, como se venía haciendo con su obra. Desde entonces nunca nos han faltado obras por traducir, más bien al contrario, nos han venido llegando una tras otra petición a medida que se ha ido descubriendo la originalidad de esta literatura.

¿Por qué creéis que tiene tanto éxito?

Es una literatura europea, pero de un mundo europeo que no se conoció. Es Europa vista desde abajo, desde la marginalidad en la que vivían. Hay un enorme desconocimiento pero a la vez un gran interés por acercarse a esta cultura a la que se quiso poner punto y final con la Shoá. La mayoría de sus lectores no son judíos, pero muestran mucho interés por conocer este fragmento de la historia de Europa.

Xordica Editorial

De un mundo que ya no está sirve para acercarse a ese mundo de ayer y conocer un poco mejor a la familia Singer.

Desde luego, la familia Singer era muy especial: la madre, una mujer de enorme conocimiento bíblico y de gran memoria, el padre, un rabino jasídico cuya vocación principal era escribir comentarios a la Torá, y tres hijos que eligieron finalmente el camino de la escritura literaria y destacaron en ella: Esther, la mayor; luego Israel Yehoshua y el menor, Isaac Bashevis, premiado con el Nobel de Literatura en 1978. Empecemos por la mayor. Esther Singer Kreitman es, en opinión de algunos críticos, la primera feminista de la literatura yiddish. Que el hijo primogénito fuese una niña y no un varón, significó para ella, en su familia jasídica, conocer desde la niñez el rechazo, la incomprensión y el abandono. Quedó relegada a los quehaceres de la casa y su relación, tanto con los padres como con los hermanos estuvo plagada de amargura. Marcada por esa experiencia, ya en la etapa final de su vida y afectada de neurosis, sintió la necesidad volcarla en la escritura. Nosotros hemos traducido su novela La danza de los demonios (Xordica Editorial), que tiene un elemento biográfico muy fuerte. La crítica literaria la acogió muy favorablemente e incluso su hermano Isaac Bashevis, nunca complaciente con ella, la calificó como «la mejor escritora yiddish». Hay otras muy buenas voces femeninas en esta literatura, ¡ojalá se animen los editores a traducirlas!

Acantilado

¿Qué destacáis de Israel Yehoshua Singer y de Isaac Bashevis Singer?

De Isaac Bashevis, después de la ya mencionada Sombras sobre el Hudson, la misma editorial nos encargó traducir, pero en esta ocasión del inglés, su novela biográfica Amor y exilio. La siguiente obra del mismo autor que tradujimos del yiddish fue La destrucción de Kreshev, por iniciativa de Jaume Vallcorba, fundador y director de Editorial Acantilado, y entusiasta de esta literatura. De él partió también, años más tarde, la idea de traducción directa de La familia Karnowsky, de Israel Yehoshua, que resultó un auténtico éxito, pues va por su octava edición. Puede considerarse su obra maestra, en la que retrata el proceso de asimilación de los judíos en Alemania a través de la historia de tres generaciones de una familia y, a la vez ofrece un retrato muy interesante de la Europa de comienzos del siglo XX. Finalmente, del mismo autor tradujimos La familia Ashkenazi, una impresionante saga familiar y novela histórica, y últimamente De un mundo que ya no está, sus memorias de infancia (ambas en Editorial Acantilado).

Hay quien dice que si Israel Yehoshua no hubiera fallecido a los 51 años, el premio Nobel hubiera sido compartido entre ambos hermanos. Israel Yehoshua fue un gran novelista y tiene una voz narrativa tan penetrante que llegas a conocer a sus personajes a fondo. Hay una frase en este libro De un mundo que ya no está, que lo define muy bien: «Desde la primera infancia, en mí ardía una insaciable curiosidad por las personas y sus actos. Lo que yo veía en una persona no llegaría a aprenderlo en mil libros». Su hermano Isaac Bashevis por otro lado, es un genial fabulador, un cuentista muy imaginativo. La mejor demostración de ello se encuentra en la recopilación de un total de cuarenta y siete relatos, bajo el título de Cuentos que, para la editorial RBA, tradujimos en el año 2011.

Jacob Abecasís | Foto: Acantilado

Quien explica esto último es Jacob Abecasís. Desde su jubilación como ingeniero, traduce junto a su esposa Rhoda. Él es de origen sefardita. Nació en 1937 en Tetuán, entonces capital del Protectorado español en Marruecos, pero sus ancestros habían llegado a esta ciudad siglos antes, probablemente procedentes de Portugal tras las expulsiones que tuvieron lugar en la Península Ibérica a finales del S. XV. «En Tetuán había una escuela judía de la Alianza Francesa, donde normalmente los niños hacíamos primaria y aprendíamos español, hebreo y francés. Después de cursar el Bachillerato español vine a Madrid a estudiar Ingeniería, pero siempre me ha gustado leer buena literatura y escribir».

El cosmopolitismo es una de las características de la cultura judía, ¿no es así?

Desde luego. La cultura judía se desarrolla o se ha desarrollado en al menos 14 idiomas propios. Lo cierto es que tras la expulsión de Judea por los Romanos, cuando comenzó la gran diáspora, se produjo un asentamiento judío de cierta importancia en diferentes territorios; y las comunidades iban incorporando al idioma del lugar otros términos y expresiones e imágenes propias del hebreo y arameo, creando incluso idiomas nuevos como son el judeo-alemán o yiddish, y el judeo-español o ladino.

¿Cuál es el origen de la literatura yiddish?

Cuando, debido a las masacres, los judíos abandonaron el territorio alemán durante el medioevo, el judeo-alemán que hablaban se fue alejando de su lengua de origen para desarrollarse con independencia, especialmente en Polonia, adonde huyeron muchos de ellos. Con los años, evolucionó básicamente como una lengua oral. Debido a influencias racionalistas e ilustradas, llegó a ser una lengua despreciada por intelectuales y escritores, que encontraban el verdadero renacimiento del judaísmo moderno en el idioma hebreo. Hasta que se dieron cuenta de que si escribían en hebreo sólo se leían entre ellos. Pensaron que si querían ser leídos por la gente del pueblo, y de paso vender libros, debían escribir en la lengua del pueblo: el yiddish.

El primero en hacerlo fue Sholem Y. Abramovich. Tuvo que hacerlo bajo seudónimo para no ser objeto de escarnio. Incluso el editor enmascaró su identidad. Abramovich se hizo llamar Mendele Mocher Sforim que significa Mendele, el vendedor de libros; lo cual tiene su retranca. En cuanto Abramovich y los que le siguieron escribieron en yiddish y no en hebreo, alcanzaron un enorme éxito de público. Unos y otros descubrieron que el yiddish es un idioma de enorme riqueza y expresividad narrativa y que además en esa lengua y cultura se había forjado un especial sentido del humor y del escepticismo.

Cuando ves el cine de Woody Allen, ¿tienes la sensación de estar en contacto con la cultura yiddish?

En sus primeras películas, desde luego. Y en las demás, sobre todo en su planteamiento del humor. Es el mundo judío de Nueva York, la versión americana.

Libros del Silencio

Conviene recordar que tanto la literatura moderna en yiddish como en hebreo moderno “nacen” en Europa. ¿Qué libros de los que habéis traducido destacáis?

Junto a los que ya hemos destacado de los tres hermanos Singer, un caso muy especial y de gran calidad literaria lo representa Der Níster (seudónimo de Pinjas Kahanovich, en castellano El Oculto), de quien hemos traducido para la ya desaparecida editorial Libros del Silencio La familia Máshber (dos tomos) y Sobre una tierra ardiente. La primera es una obra maestra de la literatura universal, un poderoso retrato de un mundo en crisis ambientado en la mítica ciudad de Berdichev. Es posible que todavía se localice en algún lugar un tercer tomo de esa obra, que el autor escribió de forma clandestina en la Unión Soviética y que podrían haber ocultado los servicios secretos de esa época. Der Níster había regresado a mediados de los años veinte a la Unión Soviética, convertida entonces en un poderoso imán para los creadores yiddish. Este espejismo se esfumó y el autor terminó su vida en la prisión moscovita de Lubianka, en 1950, desgastado por las condiciones carcelarias y los interrogatorios. Stalin añadió al exterminio del pueblo judío la aniquilación de su cultura y sus creadores.

Mishkin Ediciones

Otros dos autores yiddish que debemos citar, coetáneos de Der Níster y que también acabaron asesinados por el dictador, son David Bergelson y Moyshe Kulbak. Del primero tradujimos Al final de todo, una excelente novela simbolista con héroe femenino, y del segundo Los zelmenianos, la tragicómica historia de una familia más o menos tradicional que debe someterse a las exigencias del nuevo régimen comunista en los años 20. Ambas obras, publicadas por la editorial Xordica. No debemos olvidar tampoco a Yehuda Elberg, afincado después de la Segunda Guerra Mundial en París y finalmente en Canadá, cuya obra maestra El imperio de Kalman el lisiado, traducida para la editorial Losada en 2004, recibió encendidos elogios en la prensa española. Más recientemente hemos traducido una obrita deliciosa, las memorias de infancia de Bella Chagall, Velas encendidas, que escribió en 1945 en lengua yiddish. Una mirada tierna, curiosa y sensible que se acompaña de dibujos de Chagall.

¿Algún libro que aún no se haya traducido pero que creéis fundamental?

En este año en que se conmemora el 50 aniversario de su muerte, echamos en falta traducciones de la obra del Premio Nobel Samuel J. Agnon. Es cierto que escribió en hebreo, aunque comenzó en yiddish, pero es un autor europeo fundamental e imprescindible que el mercado editorial francés y el inglés han estado recuperando. Así como se está traduciendo mucho al castellano a los escritores contemporáneos en hebreo, apenas hay traducciones de esa literatura hebrea moderna anterior, la de Agnon. Amos Oz le dedicó un libro, El silencio del cielo, resultado de las visitas que de joven realizó al maestro ya consagrado. Y no fue el único, ya que Agnon ha sido fuente de inspiración para las siguientes generaciones de escritores israelíes. Hay muy poco de su obra editada en español, desde que a raíz de serle concedido el Nobel en 1966, se tradujeron algunas de las más destacadas. Entendemos que es una asignatura pendiente.

Berta Ares Yáñez

Periodista e investigadora cultural. Doctora en Humanidades. Alma Mater: Universidad Pompeu Fabra.

4 Comentarios

  1. Estos autores le dan contenido a la historia de mí familia, la familia que fue tragada por el nazismo y el antisemitismo. Sus obras son mí historia, la que me falta,

  2. Excelente y necesario rescatar y sacar a la luz escritos en un idioma tan rico como el idisch y q sino caerían en el olvido!

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