La Nochevieja de Montalbano.
Andrea Camilleri
Traducción de María Antonia Menini Pagès
Salamandra (Barcelona, 2013)
Una de las virtudes del escritor Andrea Camilleri, afamado creador de la figura del comisario Montalbano, es el uso de un lenguaje directo, llano y sencillo en sus historias, lo que hace que éstas lleguen con facilidad al lector (prácticamente a todo tipo de lector) y éste pueda participar, casi implicarse, en unos casos policíacos muy bien urdidos, siempre referidos a una actualidad si no identificable en los hechos, sí en lo que es, ha sido y seguirá siendo el comportamiento humano.
Y esa es acaso una de las mayores cualidades de este prolífico autor italiano (siciliano) que, teniendo como referencia Vigáta, el lugar hipotético donde se ubica la comisaría que, bajo la autoridad de Montalbano, se ocupa de los casos más diversos de la delincuencia o el crimen. Si bien considero también que el autor lo que viene a reproducir en sus amenas historias es todo un catálogo de sociología.
A través de estas historias investigadas el lector tiene acceso unos escenarios y a unos comportamientos humanos que constituyen toda una lección de realismo desnudo, de humanismo cotidiano. Como es lógico, los casos narrados son desiguales (incluso para el interés implícito del lector) pero a modo de ejemplo en este volumen yo destacaría: “Montalbano se rebela” (por su originalidad de introducir un “alter ego” de autor novedoso, no habitual en Camilleri); “La revisión”, que denota el patetismo de la soledad de un juez muy escrupuloso en su función de tal; “Mi querido Salvo…”, por la forma original del texto, desarrollado en forma de cartas, y “Una mosca atrapada al vuelo”, por su hondo dramatismo teniendo como fondo una valoración o sentimiento del amor.
Un libro, pues, rico, valiente en los planteamientos, muy ameno, del que, por desgracia, habría que señalar algún desliz impropio en la traducción (o transcripción). A estas alturas, no debiera tener que leerse, por ejemplo, “andara” por “anduviera” (p.53), que desvirtúa el contenido. ¿Habrá que volver a reivindicar aquí la efectiva figura del corrector de pruebas?
Ricardo Martínez
www.ricardomartinez-conde.es