Numerosos estudios, y reportajes, han querido recordar la revuelta que tuvo lugar en ParÃs, y que se conoció como Mayo del 68. Era el estallido de una nueva sociedad que tenÃa la voluntad de acabar con el orden preestablecido y el autoritarismo. Pero también era una manera de vivir la estética radicalmente diferente, y que seguramente habÃa nacido años atrás. Y es que el cine francés, una década antes, ya habÃa disfrutado de su particular revolución. Un cine que habÃa nacido – y por eso este reportaje en una revista como ésta – de las letras de una revista que cambiarÃa la manera de entender el séptimo arte.
Albert Lladó
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De crÃticos a directores
André Bazin creó la revista Cahiers du Cinéma (cuadernos de cine) el año 1951. Era una publicación mensual de crÃtica cinematográfica que sirvió como campo de batalla de los nuevos talentos, muy crÃticos con todos los modelos clásicos y con las estructuras narrativas cerradas. Todos ellos, entre los cuales destacan Truffaut, Godard, Chabrol, Rivette o Rohmer, habÃan hecho de guionistas antes. Como precursor, sobresalÃa la figura de Jean Pierre Melville.
Una generación que fue denominada por François Giroud, en un artÃculo de 1958 de la revista L’Express, “Nouvelle Vague†(nueva oleada). Era un grupo heterogéneo que tenÃa en común el poco presupuesto que necesitaban para rodar, la libertad creativa, la espontaniedad, la gran cultura cinematográfica de cada uno de los miembros y, sobre todo, las ganas de experimentar con la cámara.
Cannes, 1959
Paralelamente a la Nouvelle Vague, surge un movimiento parecido – quizás más literario y vanguardista- denominado “Rive Gauche†que tiene a Alain Resnais, y a la revista Positif, como sÃmbolos. El mismo Resnais, en el Festival de Cannes de 1959, obtiene un espectacular éxito con su pelÃcula Hiroshima mon amour.
En el mismo festival, Truffaut es reconocido con el premio a lo mejor dirección con Quatre Cents Coups. Y, también el mismo 1959, Godard estrena À bout de souffle (Al final de la escapada), el verdadero manifiesto en imágenes de la nueva oleada. Empieza un movimiento que marcará indiscutiblemente el cine que se haga a partir de este momento, con un uso de la fotografÃa muy potente, un gusto evidente por el blanco y negro, y un canto a la juventud y la belleza.
Una sociedad cinéfila
El año 1958 acaba la guerra de Argelia y De Gaulle, presidente de la República Francesa, nombra André Malraux, un antiguo documentalista, ministro de Cultura. Rápidamente, crea una ley proteccionista a favor de los directores noveles y apuesta por un cine experimental.
Es la época de los cineclubs, de los peinados que después harán famosos los Beatles, de los jerseys de cuello alto y las americanas de pana. Los jóvenes están formados en la universidad y la censura ha desaparecido. El marxismo ya empieza a llenar libros y la conciencia social va formando a una generación cada vez más intelectual que prefiere el cine de arte y ensayo al cinéma de qualité de las viejas glorias francesas.
La técnica al servicio del discurso
Ya no es tan caro hacer cine. Han aparecido las cámaras ligeras de 8mm y 16mm, y la iluminación natural es vista como un recurso extraordinario para explicar historias con un ambiente más realista. Son films llenos de escenas realizadas con la cámara en mano, con collages sorprendentes y con una libertad técnica que consolida al director como el verdadero creador de la obra.
Es un cine entendido, en definitiva, como obra de arte y no como producto simplemente técnico. El propio Truffaut, en un artÃculo que titula “Una cierta tendencia del cine francésâ€, critica la tradición y reivindica la figura del director. La mirada del autor es su firma.
Caminos divergentes
Como en todos los movimientos estéticos, llega un proceso de decadencia o dispersión. Cuando empieza el Mayo del 68, cada cual ha escogido su camino. Jean-Luc Godard se interesa más por los movimientos revolucionarios y el maoismo. Truffaut prefiere profundizar en el análisis psicológico de sus personajes, muchas veces marcados por una adolescencia problemática. Rohmer – con sus cuentos morales- se interesa por las relaciones sentimentales y la imposibilidad del amor. Y Chabrol, por su parte, sigue retratando crÃticamente la sociedad burguesa. Pero todo y las divergencias posteriores, en menos de una década, han conseguido revolucionar el cine europeo.