Lil y Roz se conocen desde pequeñas y su intensa amistad nunca ha flaqueado. Sus vidas, a pesar de estar tan unidas, han acabado de manera muy diferente. Una, casada, luego divorciada. La otra, igualmente casada y luego viuda. Una, rica gracias a sus negocios en tiendas de ropa deportiva. La otra, profesora de clase media. Cada una con un único hijo. Uno, lanzado y atrevido. El otro, tÃmido y miedoso. Cuando ellas ya son maduras y sus hijos son, en palabras de Lessing, efebos, se lanzan sin querer queriendo a una relación sexual y luego amorosa con el hijo de la otra. No es incestuoso pero lo parece. No lo dicen, pero asà lo sienten.
Doris Lessing, por su extensÃsima bibliografÃa y por la cantidad de premios que ha recibido, entre ellos el Nobel, ha sido y será una autora muy apetecible para el cine. Puede que no toda su obra sea merecedora de alabanzas, uno de los inconvenientes de escribir compulsivamente, pero no merecÃa tan poca suerte con las mediocres adaptaciones que le han brindado diferentes guionistas y directores. Entre lo más sonado, Memorias de una superviviente (1981) pasará a la historia gracias a una de las bandas sonoras más lamentables que se puedan sufrir; además de que el conjunto fuese farragoso, lento y pesado hasta la extenuación. El material de partida que nos ocupa en esta ocasión, Las abuelas, según cuenta su autora, se basa en una historia que llegó a sus oÃdos a través de una tercera persona. Con eso al margen, cuando leemos la premisa sobre la que se sostiene el relato lo primero que nos viene a la cabeza es que su autora ha arriesgado mucho al plantear algo tan poco creÃble. Eso es lo que sabemos antes de empezar a leer el relato en sÃ, que si se ciñese al resumen y a lo que nos cuentan podrÃa ocupar unas diez páginas; y sin embargo Lessing lo alarga hasta las cien.
Empezando por el final y a base de analizar y psicoanalizar las relaciones amorosas y afectivas, el relato se convierte en una especie de ensayo vestido de novela corta. La capacidad de Lessing para describir con todo lujo de detalles las acciones es pasmosa. No lo hace solamente por el placer de lucirse. Es más bien una forma de imitar el ralentizado cinematográfico, de subrayar la gravedad o la importancia de un momento o de un acto en particular. Y con ese propósito, de vez en cuando, describe cada mÃnimo movimiento, cada mÃnimo matiz en el rostro y cada elemento perteneciente o adyacente a la escena que pretende recalcar. En ocasiones, tal vez, da la impresión de que la gravedad inunda demasiadas páginas. Puede gustar más o menos esa forma de narrar, pero Lessing lo hace con clase; si bien eso no quita para que dicho estilo pueda llegar a resultar cansino en sus novelas más gruesas; y en este caso es inevitable darse cuenta de que asà convierte un cuento en una novela corta que, por otra parte, consigue acabar por donde empezó sin que lo veamos venir —lo cual es mucho más difÃcil de lo que parece—.
La traducción cinematográfica de Las abuelas, Two Mothers, está dirigida por la frÃa, rutinaria, muy francesa y, gracias a la muy recomendable Nettoyage à sec, sobrevaloradÃsima Anne Fontaine (Coco avant Chanel, Nathalie X, Comment j’ai tué mon père), cuya cinematografÃa está plagada de buenos puntos de partida y resultados fallidos. Two Mothers, que es de la que hablamos ahora, contiene sus habituales errores. El primero está en el guión —en el que, todo sea dicho, no participa Fontaine—, que empieza con un par de diálogos didácticos que nos ponen de mala leche desde el primer minuto. El segundo está en el vulgar montaje, propio de un telefilme de serie B, que se nota también en los primeros compases con un par de flashback y flashforward realmente torpes y burdos. El tercero es el elenco. En el caso de los dos machos protagonistas (James Frecheville y Xavier Samuel), es inevitable no reprocharles su casi absoluto coma interpretativo, en parte culpa de un guión que ni intenta dar profundidad a sus personajes. En el caso de Frecheville, sorprende que sea el mismo actor que protagonizaba Animal Kingdom. Las madres protagonistas (Naomi Watts y Robin Wright) dan la talla —como era de esperar—, pero la quÃmica entre ellas es inexistente, gracias a un guión y a una dirección que insisten en mezclar asepsia visual con diálogo didáctico. Curiosamente, cuando no comparten plano todo funciona mejor. Y de manera un poco inexplicable, el personaje mejor presentado es el de un secundario, el marido de una de las protagonistas interpretado por Ben Mendelsohn. Que la pelÃcula esté bien rodada y las imágenes sean agradables a la vista no es suficiente para que el conjunto se salve. Como resultado, cuando llegamos a la mitad del metraje nos movemos en el asiento, incómodos y aburridos por la previsibilidad del conjunto, sacamos el móvil para comprobar el origen de las últimas vibraciones, echamos una cabezada y poco a poco nos va dando igual cómo de mal acabe el cotarro —porque solo puede acabar como el rosario de la aurora—.
Las diferencias entre la novela y la pelÃcula no son especialmente importantes, pero es difÃcil encontrarles una explicación razonable. Cada pequeño cambio realizado en el orden de los acontecimientos o en el contexto laboral de los personajes no es suficientemente importante como para explicar el naufragio, al mismo tiempo que no aportan absolutamente nada, pero todos a la vez terminan por estropear tanto el conjunto que incluso cuesta entender los porqués de los personajes. Da la impresión de que el guionista intenta aportar su punto de vista introduciendo cambios mÃnimos que no tienen por objetivo justificar y contextualizar un cambio real en la trama principal, que deja intacta. Habiendo leÃdo el original, se notan enseguida esos innecesarios descosidos. Cuando se cambia algo debe haber alguna razón de peso, una exigencia del guión, no un simple ánimo de hacerse notar, de justificar el pago.
Jesús DÃaz de Lope
No estoy de acuerdo. Mi visión es la antÃtesis de lo publicado.
La narración de Doris Lessing no ofrece detalles, al contrario de la de Anne Fontaine.
Tampoco estoy de acuerdo. Anne Fontaine extiende el relato de Doris Lessing que lo deja todo en el aire. Es incomprensible y Anne Fontaine le da un orden y descripción
Detallado y entendible para el gran público. No es necesario que los dos efebos actúen bien, el protagonismo es para las los madres: lil y roze , watts y Wright. Ojalá Doris Lessing hubiera contratado un «negro», el guionista de Adore, para rellenar su novela