Luciana Castellina en Barcelona | Foto: CCCB, Miquel Taverna

Castellina: “Cuando uno entra en Internet ya está esposado”

La escritora y periodista italiana advierte de los riesgos de pensar que la Red es neutral y democrática

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Luciana Castellina en Barcelona | Foto: CCCB, Miquel Taverna
Luciana Castellina en Barcelona | Foto: CCCB, Miquel Taverna

Parlamentaria europea durante veinte años, la escritora y periodista Luciana Castellina (Roma, 1929) ha participado en el debate La literatura en la era de Internet, organizado conjuntamente por el Centre de Cultura Contemporània de Barcelona y Grup 62. La autora de La scoperta del mondo y Siberiana denuncia la falsa neutralidad de la Red y alerta de las consecuencias de ceder el poder a una “burocracia invisible” contra la que no se sabrá cómo luchar. La autora italiana cree que las pequeñas editoriales resistirán mejor la crisis del sector porque ofrecen a sus lectores un intangible que las grandes compañías no pueden empaquetar, por muy perfeccionada que esté su mercadotecnia: la confianza.

Hablamos de “democratizar” Internet por su supuesta horizontalidad, pero el poder permanece más concentrado que nunca. Internet está controlado por cuatro monopolios.

Creer que la digitalización no tendría consecuencias ha sido una gran ilusión. Ha modificado profundamente la política. El error ha sido pensar que la democracia es que la gente responda sí o no, like o don’t like. En Italia llamamos a eso “sondomanía”. Ha supuesto una fragmentación del pueblo en individuos cuya única conexión está fuera del espacio y del tiempo.

Hemos confundido el compromiso con estar a favor o en contra de algo. Simplificamos la complejidad y, por lo tanto, renunciamos a la cultura.

El Brexit es el resultado de este empobrecimiento de la democracia.  Se ha presentado como la expresión de la soberanía del pueblo inglés, pero sólo es el resultado de la manipulación.

Byung-Chul Han habla del “infierno de lo igual”. Internet parece querer agruparnos sólo con los que piensan como nosotros. Algo así ha pasado en las elecciones españolas. Nadie se explica los resultados, tal vez, porque en Twitter sólo seguimos a aquellos con los que coincidimos ideológicamente.

Ser una colectividad significa construir una colectividad. Pensar individualmente es otra cosa. La colectividad es un trabajo, un empeño. No es fácil. La democracia se construye a través de experiencias, cambios, luchas y relaciones.

Y conflictos.

Exacto. La democracia de Internet es un ágora donde todos hablan y nadie escucha.

A ese ruido Vattimo lo llama “babel informativa”. Usted lo denomina “asamblea ensordecedora”.

En la literatura pasa lo mismo. Todo el mundo escribe y nadie lee.

Parece que el debate sea nuevo. Pero Foucault estudió “la interacción de opiniones simultáneas”, y Derrida proponía una “metodología de la descomposición” para comprender la conexión entre fragmentos.

Efectivamente, no es un debate nuevo. El Mayo del 68 abordó la idea de libertad a partir de las tres emes: Marx, Mao y Marcuse. Hoy estamos ante la degradación de ese espíritu. Gramsci hablaba de la revolución pasiva. El sistema ha sido capaz de reducir toda radicalidad. Manuel Castells es uno de los responsables de esa ilusión, pensar que Internet es una especie de anarquía que escapa de la influencia del poder. Cuando uno entre en la Red ya está esposado.

Usted también es periodista. Parece que mientras el hipertexto ha funcionado en los diarios, en la información, no ha cuajado en la novela.

Lo que pasa es que un mundo no conoce al otro. La literatura tradicional no sabe nada de lo que sucede en la literatura digital. Los diarios no hablan de la literatura electrónica. Y existe una gran cantidad de producción, de géneros diversos, y muchísimos festivales.

Afirma que vivimos en la “pornografía de lo íntimo”. No hay distancia. Y, sin distancia, no existe la seducción. ¿Qué es la literatura si renuncia a la capacidad de seducir al lector?

Es un fenómeno terrible, pero así es. Sólo nos miramos el ombligo. El mundo se presenta como una masa de individuos hablando de lo suyo. No podemos ignorarlo.

Creíamos que habíamos eliminado los “guardianes de la puerta”. Pero otra jerarquía nos estaba esperando.

Muchas veces los “guardianes” podían comportarse como reaccionarios, es cierto, pero hoy seguimos con “guardianes”, lo que pasa es que ahora están escondidos. Si no sé quiénes son, no puedo luchar contra ellos.

Dice que, paradójicamente, las grandes grupos editoriales serán absorbidos por Internet, mientras las pequeños podrán resistir.

Sí, porque ofrecen confianza y una relación personalizada. Los grandes grupos tienen la misma idea de mercancía del libro que Internet.

Es presidenta de Cineuropa. ¿Qué lección puede extraer el sector del libro de la crisis del sector cinematográfico?

El cine fue siempre fue un trabajo colectivo. Pero siempre ha habido un director que coordinaba el trabajo. La literatura es otra cosa. Internet no tiene un director visible.

¿Cómo fomentar la “subjetividad crítica”?

Recuperando la idea de que la democracia es una organización de las relaciones.

Ha sido europarlamentaria durante 20 años. ¿Cómo ve Europa?¿Por qué le ha costado tanto ofrecer una identidad de identidades?

Europa no tiene una cultura europea. La cultura en común es la americana. Es la que tenemos todos. El italiano no tiene cultura francesa, y el francés no tiene cultura alemana. Lo único que tenemos en común los europeos es el movimiento obrero y la gastronomía (ríe). Tanto en Suecia, como en España o en Grecia, los sindicatos no fueron únicamente lo negociadores del precio de la fuerza de trabajo. Fueron siempre, también, portadores de valores. Los derechos sociales nacen de esta particularidad. Y también es cierto que los europeos no sólo comemos para sobrevivir, hay un gusto que va mucho más allá de la nutrición. Es algo cultural y social. Hay una especie de crítica a la modernidad dentro del alma del europeo que nos hace más resistentes al capitalismo. Aunque sería más productivo hacer un único queso, nunca renunciaremos a tener mil variedades. Mantenemos una distancia crítica que permite que no todo sea mercado.

Pero pocos reivindican ya la conciencia de clase. Somos precarios, pero lo escondemos viajando barato y usando un teléfono de última generación.

Es lo que se conoce como Uberización. El hombre-empresa quiere hacernos creer que todo el mundo puede ser taxista, escritor, editor… Y en la literatura también vemos esa precarización.

¿Veremos pronto dos Europas?

Que países como España o Grecia estén en la Unión Europea es un hecho más cualitativo que cuantitativo. La globalización ha hecho que nuestros Estados hayan perdido su soberanía. Con Europa, podemos recuperar un cierto control democrático. Pese a todo, Europa sigue siendo el lugar en el que hay  más derechos sociales. Las luchas y las revoluciones son una patrimonio. El problema es que la burocracia no responde a un movimiento común. ¿Qué ha hecho la izquierda para mejorar Europa? No se sabe.


INTIMIDAD Y ESCRITURA
Después de la conferencia de Castellina, Vicenç Villatoro, director del CCCB, moderó un debate entre los escritores Imma Monsó y Sergi Pàmies. El propio Villatoro habló del efecto Google, esa plaga de datos innecesarios que hoy abunda en las novelas. Hay otro aspecto. El lector de un libro convencional no leerá lo que el escritor está haciendo hasta de aquí un año, como mínimo. El blog te arroja a la inmediatez absoluta. ¿Cómo transforma eso la escritura?

Villatoro junto a Monsó y Pàmies | CCCB, Miquel Taverna
Villatoro junto a Monsó y Pàmies | CCCB, Miquel Taverna

Sergi Pàmies, irónico, asegura que el “primer síntoma de la catástrofe” lo notó en la “desaparición de la soledad” como fenómeno ligado a la creación. Lo que antes hacía era un diálogo íntimo, ahora está interrumpido constantemente por una “abrumadora presencia de estímulos”. “La curiosidad ya no es excepcional como antes”. El escritor reconoce que “te vuelves más impaciente” pero, a su vez, defiende que aún mantiene “intacto” el placer de leer.

Por su parte, Imma Monsó piensa que “neurológicamente nos estamos redefiniendo”. Hay un problema con la constante conectividad, según la autora. “La curiosidad voraz, la que te lleva de enlace a enlace, también puede ser muy estéril”, sostiene. Ante el ruido de la Red, Monsó afirma: “Me gusta saber que detrás de un escritor hay un individuo, que a la vez es muchos individuos”.

Ambos escritores explicaron que toman medidas ante el riesgo de dispersión -como tener un ordenador sin Internet- y Pàmies concluyó que el sector tiene una mala salud de hierro, aunque lo sí que observa es “una atrofia de la intimidad”.

Albert Lladó

Albert Lladó (Barcelona, 1980) es editor de Revista de Letras y escribe en La Vanguardia. Es autor, entre otros títulos, de 'Malpaís' y 'La travesía de las anguilas' (Galaxia Gutenberg, 2022 y 2020) y 'La mirada lúcida' (Anagrama, 2019).

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