«Madrugada», de Julio César Álvarez

Madrugada. Julio César Álvarez
Editorial Eutelequia (Madrid, 2012)

Hace algunos años, no demasiados, a comienzos de los 80, cuando se sitúa esta novela, por las calles vagaban una especie de “raros insectos” o de “monstruos” si se prefiere, o de “pobres desgraciados”, cada vez más numerosos. Tanto, que en un momento determinado estuvieron a punto de colapsar la vida diaria. Crecían de manera exponencial, sobre todo durante aquella década de comienzos de los ochenta; pero apenas unos años después, poco a poco, fueron paulatinamente desapareciendo de las calles… A día de hoy apenas si sobreviven unos cuantos, aislados, controlados, metidos en una especie de cápsulas, silenciosos y a extinguir… aunque nada nos asegura que, quizás mañana mismo, en un país cada vez más mísero, como infección producto de la pobreza, no vuelvan a surgir aquellas raras y amenazadoras criaturas. Yo al menos no descartaría que dentro de poco comenzara a vérseles de nuevo arrastrándose por las calles.

Me estaba refiriendo arriba, imagino que ya se dará por supuesto, a los “yonquis”, los drogadictos enganchados en especial al caballo. Madrugada, la segunda novela de Julio César Álvarez (León, 1978) tiene como narrador-protagonista a uno de estos “seres”, cuya vida está contada con una veracidad sorprendente. Igualmente, los ambientes de entonces están descritos (para quien, como yo, conoció alguno) con un colorido (o por mejor decir una grisura) asombroso, habida cuenta de que el autor, por su edad, no llegó a tiempo de conocer aquellos años duros de la droga en los barrios de la ciudad, aquellos tiempos en que, como digo, “todo” parecía girar en torno a la heroina… por aquel entonces tendría el escritor apenas veinte años, veinticinco quizás.

Demasiado joven, en todo caso, para percibir el fenómeno con la exactitud con que se nos describe en esta novela: los primeros escarceos con las sustancias duras simplemente por seguir la moda, el acompañamiento a veces indispensable de toda una parafernalia conectada con las corrientes musicales, la épica primigenia, la estética “fardona” que desprendía en principio todo aquello, el asombro de los padres (e imagino que el de los lectores de ahora) que no llegan a comprender ese incomprensible comportamiento, la miseria humana y la ruina que pronto asoma al fondo del todo…

Realmente, hace falta tener un músculo narrativo bien formado para reconstruir todo aquello sin el recurso a la evocación, sino simplemente a los datos y a la imaginación en su mejor sentido literario, que es el de introducirse en la piel del narrador-protagonista con todas sus consecuencias, dejándole hablar a él y sin inmiscuirse (ni, por supuesto, moralizar) en ningún momento (la más mínima “lección” o “advertencia expresa a lo terrible que era aquello” hubiera derrumbado el conjunto). Esta capacidad literaria y, por descontado, el magnífico estilo con que Madrugada está escrita, con el añadido incluso de una sorpresa final para mantener la tensión narrativa, nos sitúa ante una novela muy importante y ante un autor de especial calidad.

Miguel Baquero
El mundo es oblongo

Miguel Baquero

Madrid (1966). Ha publicado hasta la fecha las novelas "Vida de Martín Pijo"; "Matilde Borge, aviador"; y "Vidas elevadas", el volumen de relatos "Diez cuentos mal contados", así como una selección de las entradas de su blog: "A esto llevan los excesos". Asimismo ha intervenido en distintas antologías y ha recibido varios premios por sus relatos. Reseñista y crítico literario para medios electrónicos, en la actualidad está dando los últimos retoques a una nueva novela.

1 Comentario

  1. Efectivamente, el autor no conoció aquellos tiempos, era un niño, muy niño. Dos años!!!

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