Crisis. Mientras se sigue discutiendo sobre el eBook, internet, el descenso de ventas y los cambios de modelo de negocio, algunos editores continúan apostando por los libros tradicionales y, ante todo, por la permanencia de las obras en los puntos de venta. De nada sirve el esfuerzo que haya podido emplear un escritor en dar por acabado su trabajo, o el empeño en hacer de ese fruto un producto excepcional, si luego sale a la venta con la fecha de caducidad marcada en el lomo. Y, a veces, aterrizando en las mesas de novedades ya caducado, si llega.
El libro de bolsillo, recurso que permite una «segunda vida» a muchos tÃtulos, ha sido en los últimos años el barco al que se han subido grupos y sellos editoriales con resultados diversos. Ahora, siete empresas independientes que publican en catalán se han unido para crear Portà til, iniciativa con la que se lanzan a la aventura para, según declaraba Jordi Fernando, editor de Meteora, en la presentación del sello, «alargar la vida de los libros, ya que no suelen superar los seis meses» (con suerte, añadirÃa yo).
Con una cuota de mercado estimada en un 25%, precios que oscilarán entre los 8 y los 15 euros, treinta volúmenes al año y una tirada media de dos mil ejemplares por tÃtulo, Portà til ofrecerá un catálogo diverso con algunas de las obras más representativas de cada editorial (Angle, Base, Bromera, Meteora, Cossetà nia, SÃmbol y Viena). Por lo pronto, salen con 15 libros (en un momento especialmente interesante, a las puertas del inicio del verano), entre los que encontramos Homes, de Isabel-Clara Simó; Un altre món, de Arcadi Oliveres (en edición oportunamente actualizada); La casa de gel, de Joan Pons; El gratacel, de Mà rius Sampere; Dersú Uzala, de VladÃmir Arséniev o Foc latent, de Lluïsa Forrellad.
Y en otoño, más.
José A. Muñoz