En The Crisis of Comparative Literature (1) , la conferencia leÃda en el congreso de la ICLA/AILC de 1958, René Wellek despliega la crÃtica al positivismo predominante hasta entonces en el terreno de la literatura comparada ejercido por estudiosos como Van Tieghem, Carré o Guyard, entre otros.
Para Wellek, el método utilizado es obsoleto. En primer lugar, por la separación que defiende Van Tieghem entre “literatura comparada†y “literatura generalâ€, como si la primera pudiera reducirse, en exclusiva, a la comparación entre dos literaturas. Según Wellek, esta distinción es “quite untenable and impracticableâ€. Este intento de imponer barreras es absurdo porque, tanto la general como la comparada, son disciplinas con un mismo objeto: la literatura. Y, como toda obra de arte singular, debe estudiarse desde la totalidad y no desde una única influencia o fuente. Y, en segundo lugar, por la causalidad que se le quiere atorgar a un estudio que no funciona como una ciencia exacta: “Causal explanation leads only to a regressus ad infinitum and besides, in literature, seems hardly ever unequivocally successful in establishing what one would consider the first requirement of any causal relationship: when X occurs, Y must occurâ€.
Estamos, pues, ante una crÃtica del positivismo reduccionista de Van Tieghem y sus seguidores, y a favor de una concepción mucho más abierta y general del campo de estudio. Se pone en duda, de alguna manera, el concepto de influencia y, sobre todo, la perspectiva nacional que se ha querido imponer a la literatura. Para Wellek, todos estas limitaciones, históricas, lingüÃsticas, polÃticas e incluso metodológicas, son divisiones artificiales y perjudican al trabajo del comparatista.
Como muy bien apunta MarÃa José Vega (2), este posicionamiento de Wellek, junto al de otros comparatistas de habla inglesa como H.H. Remak, hizo que se hablara de la “escuela americanaâ€, más abierta, menos cientificista, frente a la “escuela francesaâ€, más tradicional y que ciertamente restringÃa el campo de estudio, en gran medida, a las fuentes y las influencias. Será el propio Remak el que no sólo amplÃe el estudio de la literatura fuera de su contexto nacional sino que abra la posibilidad de establecer relaciones con otras artes. Por un lado, la “escuela francesaâ€Â se centra en las relaciones y contactos y, por el otro, la “escuela americana†defiende la autonomÃa de lo estético y permite un comparatismo mucho más amplio.
Más allá de si este dicotomÃa es exacta o no (pensemos que hay otras escuelas, como la germánica, la que sigue los preceptos marxistas, la polaca o la rusa), es cierto que esta ponencia de Wellek marca un antes y un después. Es el impulso necesario para hablar de un cambio de paradigma en la literatura comparada y que ha llegado hasta nuestros dÃas. Aún hoy tenemos las mismas preguntas sobre la mesa. Por ejemplo, ¿Podemos hablar de literatura nacional?
René Wellek afirma que “there is a paradox in the psychological and social motivation of comparative literature as practised in the fifty years. Comparative literature arose as a reaction against the narrow nationalism of much nineteenth-century scholarship…â€. Por lo tanto, la paradoja de la misma disciplina radica aquÃ. Nace para combatir estos estudios nacionalistas, y para servir de puente entre distintas literaturas e idiomas, y ha acabado siendo la herramienta para perpetuar las diferencias contra las que luchaba. No podemos dejar de lado, en este sentido, la noción goethiana de Weltliteratur – una literatura mundial sin barreras de lengua ni paÃs – que tanto habÃa triunfado entre algunos comparatistas, ni cómo más tarde será también criticada por René Etiemble (3) , al ver en ella un “sueño paneruropeo†excluyendo a las demás literaturas.
Pero Wellek insiste que este recuento de influencias, esta competencia entre literaturas y naciones, no tiene nada que ver la literatura en sÃ. No niega las elevadas aspiraciones de los que defienden “su literaturaâ€: “I am not suggesting that the patriotism of these scholars was not good or right or even high-mindedâ€, pero no le da más valor que el polÃtico. Esta crÃtica, vista ahora desde Catalunya, cobra todo el sentido. PolÃticamente, nadie negará la importancia de haber construido una literatura catalana para la propia supervivencia, por la masacre cultural a la que hemos estado sometidos durante décadas, pero tampoco nadie podrá negar que estos aspectos forman parte más del contexto histórico que del estudio crÃtico de los propios textos que conforman nuestro canon literario. De hecho, la crÃtica de Etiemble a esa “literatura mundialâ€, que desprecia las literaturas no hegemónicas, podrÃa demostrar el por qué algunas obras no han cobrado el protagonismo que se merecen ¿Quién, desde el ejercicio de la crÃtica literaria hecha desde el rigor, puede negar el valor de Ausià s March?, ¿Por qué Joanot Martorell no tiene el mismo reconocimiento que Cervantes?
De todos modos, Wellek no quiere reducir el estudio de la literatura a la estética, o a la crÃtica, y no niega la importancia de todo lo que la envuelve: “The only right conception seems to me a resolutely “holistic†one wich sees the work of art as a diversified totality, as a structure of signs which, however, imply and require meanings and values. Both a relativistic antiquarianism and a external formalism are mistaken attemps to deshumanize literaty studyâ€. No se trata, pues, de atender únicamente a los signos. Pero sà que no se puede medir desde los patrones del positivismo causal. Y es que en todo estudio literario hay valoración, juicio, comparación y análisis. Por lo tanto, crÃtica.
En este mismo sentido, Wellek cree que la obra literaria, en sà misma, ha de ocupar el protagonismo del estudio. Eso sÃ, sin olvidar del todo los elementos colindantes: “There is what has been rightly called an ontological gap between the psychology of the author and a work of art, between life and society on the one hand and aesthetic object. I have called the study of the work of art instrinsic and that of its relations to the mind of the author, to society, … extrinsic.†Esta idea de las relaciones externas, y del valor psicológico de la obra, es en cierta medida la que desarrollará después Claudio Guillén (4).
La ponencia que presenta René Wellek, de esta manera, pretende ser una sÃntesis entre el formalismo más radical y el relativismo absoluto. Admite la importancia del contexto, pero insiste en la autonomÃa de la obra. Todo ello desde una defensa de la estética y de la crÃtica como elementos claves en el estudio de la literatura, sin una visión mecanicista y dogmática de los métodos a utilizar, y sin obsesionarse en los estudios de fuentes e influencias que muchas veces tan sólo sirven para medir el patriotismo de cada investigador. De este modo, resume los sÃntomas de la crisis de la literatura comparada asÃ: “an artificial demarcation of subject matter and methodology, a mechanistic concepto f sources and influences, a motivation by cultural nationalism, however generous…»
Para concluir, podemos decir que Wellek revoluciona el panorama del momento con esta conferencia y abre un giro hacia una literatura comparada mucho más rica, más intencionadamente abierta, con una variedad de posibilidades mucho mayor. Porque la literatura comparada se puede hacer desde el rigor, desde la academia más preparada, sin tener que acudir a recursos de otras ciencias que nada tienen que ver con el arte, y a las que sà les funciona la causalidad. Y, aunque ya han pasado cincuenta años de esta ponencia, hay que reconocerle su modernidad. Hoy parece imposible pensar en una literatura comparada que únicamente acuda a las influencias, y a las nacionalidades, cuando la globalización y la transversabilidad entre las artes es cada vez más evidente, y dónde la imagen y el texto se ven las caras más a menudo.
1. Conferencia incluida, en 1965, en Concept of Criticism. Ed. Yale University Press. 1965.
2. VEGA, MarÃa José. La literatura comparada, principios y métodos. Ed. Gredos. Madrid, 1998.
3. ETIEMBLE, René. Comparaison n’est pas raison. La crise de la littérature comparée. Ed. Gallimard. ParÃs, 1963.
4. GUILLÉN, Claudio. “De influencias y convenciones†en TeorÃas de la historia literaria. Ed. Espasa Calpe. Madrid, 1989.
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