Esta entrevista tuvo lugar la tarde del sábado 15 de enero de 2011 en un bar poco glamouroso (los preferidos de entrevistado y entrevistador) cercano a la Sagrada Familia. La foto adjunta, tomada en otro momento y en otro bar, no se corresponde con la realidad.
Marc GarcÃa GarcÃa y Rubén MartÃn G. ¿Qué experiencia de lectura te llevó a escribir este texto? Si lo leyéramos en clave autobiográfica estarÃamos tentados de pensar que rechazas a Pynchon…, pero creo que fue él quien te impulsó a abrir tu blog, y creo además que sientes cierta atracción por la dificultad… ¿Cómo se relaciona eso con tu propia apuesta estética?
Todo es más bien como un chiste, y parte de mi propia incapacidad de leer bien a Pynchon. El chiste de mal gusto serÃa gritarle algo asà como “¡Orificio tienen los vasallos!†a alguien mientras tomamos un café hablando de Pynchon, como ahora aquÃ. A medida que avanzaba en El arco iris de gravedad notaba cómo se me iba lavando el cerebro: la multiplicación de personajes y los cambios de espacio y de puntos de vista de una lÃnea a otra me ponÃan a prueba, me hacÃan tomar consciencia de que la prueba consistÃa en divertirse y me dejaban claro que yo no estaba entendiendo nada. Me inventé este ejercicio para impotentes: cada 75 páginas intentaba repetirme en voz alta la definición de “entropÃaâ€. Fallaba. A cada 75 páginas necesitaba usar la Wikipedia. Hasta ahà mi frustración no era demasiado universal, se trataba de limitaciones que ya tenÃa y que la lectura de Pynchon sencillamente habÃa acentuado.
Aquà entra la idea de construir una voz exagerada para que a uno no le puedan achacar tan claramente las equivocaciones que se dispone a cometer. Ese narrador se pregunta: la diversión que propone Pynchon ¿no es una diversión selecta, para iniciados? ¿Y si la comprensión no fuera cuestión de esfuerzo, sino de talento? De ese modo tenemos un narrador cabreado, ofendido y con argumentos más cercanos al full contact que a la teorÃa de la crÃtica.
Una de las cosas que me preocupan es dejar claro que éste no es un libro para expertos ni escrito por uno. Además (y esto, claro, es determinante) se trata de un libro por encargo: el germen está en el blog Cuaderno Célinegrado. Cuando estaba publicando el tercer o cuarto post sobre El arco iris de gravedad con el tono jocoso de alguien que deja el libro a la mitad y lo desprecia (como yo me sentà tentado de hacer muchas veces), Ana S. Pareja me pidió que escribiera algo en esa lÃnea para Alpha Decay.
En la segunda carta desarrollas algunas ideas sobre la manera en que Pynchon aleja al lector, sobre cómo éste resulta una molestia para él. Parece que tu postura (o la de tu narrador) se acerque a la idea de Franzen del “lector como amigo, no como adversario ni como espectadorâ€. ¿Qué opinas de ello? ¿Hasta qué punto suscribes estas ideas? ¿Realmente es Pynchon tan desafiante? Y, sà es asÃ, ¿es correcto que lo sea?
En realidad, no estoy seguro de que Pynchon escriba para la élite y que deje de estar dentro de la literatura del contrato, como dice Franzen. Las páginas de Contraluz que he leÃdo hasta ahora me hacen preguntarme (ingenuidad mÃa, lo sé) en qué se diferencia ahà Pynchon de Dickens. ¿La potencia excesiva y ofensiva caracteriza el arte actual? ¿Hay amabilidad en el arte? ¿Hay sitio para los perezosos (yo o el narrador de Thomas Pynchon. Un escritor sin orificios) en el arte o en la recepción del arte? Es un tema delicado y cabrón.
Mi opinión de pagano es que la de Pynchon es una literatura no fraudulenta, que no te engaña. Franzen dice que el autor que rompe el contrato es aquél que no estarÃa dispuesto a leer obras que impusieran el mismo nivel de exigencia que las suyas propias, pero la idea que tenemos de Pynchon es la de un hombre brillante, que entiende y sigue la literatura moderna y que por supuesto encuentra mucho placer en ella. El libro con Alpha Decay, en cambio, lo domina un hablante que, ante la autopercepción que Pynchon tiene de sà mismo como genio (inevitable), se siente ofendido y le escribe dos cartas para reclamarle humildad (¿?). En realidad le reclama, creo, superstición; le viene a decir: “¿No deberÃas temer que algún dÃa dejes de ser grande?â€. No puede soportar la seguridad del genio y, de esta manera, reconoce que lo es. Más importante aún: Un escritor sin orificios es la ilusión de la correspondencia con alguien Grande. Esta ilusión sólo puede romperse si Thomas Pynchon contesta apropiadamente a esas cartas. Mientras tanto: la indiferencia, el desprecio.
En el texto parece que asumas algunas de las estrategias de Pynchon: como él, reutilizas los moldes del policial, o una cierta noción de él; la idea de las cartas, de las organizaciones secretas, de la conspiración, conecta muy bien con textos suyos como La subasta del lote 49.
La subasta es el primer libro de Pynchon que leÃ, el más corto y el más asequible. Lo he usado un poco de patrón: es en lo único en que veo similitudes con las estructuras de Pynchon. Aunque no tengo apenas bagaje de novela detectivesca, una de las cosas que me pedÃa Ana cuando me propuso la idea del libro era si podÃa basarlo en un cierto suspense. Al principio le contesté que no creÃa que pudiera hacerlo, yo sólo soy capaz de imaginar el suspense en lo que se dice, no sé describir objetos ni producir acción o anécdota. Asà que lo llevé a ese terreno de acuerdo con mis posibilidades: el momento que más me interesa de La subasta es el del planteamiento del misterio central del libro (el correo secreto, subterráneo y, quizás, inexistente, Thurn und Taxis, Trystero) a través de una representación teatral. Es perfecto: hay un texto que se representa en voz alta dentro de la novela y que tienen que interpretar los actores y los espectadores. Esto me recordó a un cuento de Louis-René des Fôrets que es nuclear para mà y que habla un poco de todo lo que he querido hacer aquÃ. Creo que se llama “Grandes momentos de un cantante†o algo parecido: lo protagoniza Molieri, un cantante de ópera mediocre que una noche deslumbra a todos sustituyendo al protagonista en el papel de Don Giovanni. A partir de ahà va logrando el éxito y la fama de una manera fulgurante, incontestable. Ése es un tema importante en mi libro. Molieri no le da importancia al éxito, nos dice que no puede comprometerse a garantizar algo que en realidad no posee, que no le pertenece: su talento es fruto de un momento de inspiración. “El talento como un parásitoâ€, me digo yo.
Lo que seguramente también te gustará si buscas el relato es una escena en el final: la representación de un Don Giovanni en el que Molieri destruye toda su carrera en sólo un par de horas. El personaje que interpreta empieza a deformarse y a confundirse con los demás a través de las inflexiones de la voz: aquà Don Giovanni canta de repente maléficamente como Mefistófeles; allà pierde su nobleza hasta sonar como Leporello. Creo que estos temas (la fama, el talento, la voz, la impostación) son los que trataré siempre.
Por otra parte, el tÃtulo de tu libro sale del cómic de Daniel Clowes Como un guante de seda forjado en hierro, que tiene muchos paralelismos argumentales con La subasta. Creo que éste es tu preferido de entre los libros de Pynchon. ¿Por qué? Háblanos un poco más de él.
SÃ, tomo el tÃtulo de Laura, el perro sin orificios que aparece en el cómic de Clowes. Como un guante… tiene mucho que ver con el ambiente de La subasta. Leà a Pynchon muchÃsimo más tarde que a Clowes y veo al mismo nivel esas dos obras. David Boring, una historia detectivesca a su manera, también podrÃa servir a esta conversación.
La subasta terminaba, si no recuerdo mal, en un vacÃo en el que lo que sucede ya no está escrito (comienza la subasta, termina la novela), pero sucede de todos modos, evidentemente: dejar de leer (aunque sea porque no hay una página más escrita a continuación) no significa que algo deje de suceder en la ficción. Quizás su idea como escritor sea la de hacer notar la necesidad de volver a empezar con otra voz (que siempre es la misma) otra novela, volver a intentar explicar la paranoia. Algo asà se dice al final de “Salad Days†de Roth, ¿no?: “pero para explicar esto, serÃa necesario otra clase de narradorâ€. Mientras te digo esto, voy pensando que ésa es una mala interpretación. Ser consciente de ello produce esta contrariedad que ha generado el librito sin orificios.
En el caso de Pynchon no hay incapacidad para continuar explicando, sino que es asà como el libro queda redondo. En mi texto, en cambio, se intenta poner en práctica la impotencia, hacer que la impotencia produzca: de ese instante de perplejidad inmóvil que prometÃa una gran esterilidad para el resto de mi vida salen las 90 páginas del libro.
Una vez leà en tu Facebook que el libro tenÃa mucho que ver con Volpone (que aparece en la última ilustración) y su adaptación cinematográfica, la excelente Mujeres en Venecia…
Facebook sirve para hacer estos experimentos, ¿no? Es increÃblemente productivo. SÃ…, no tengo del todo claro por qué (te bloquearé en Facebook, por cierto), pero intuyo que se debe a la idea del fingimiento. El protagonista de Volpone se hace el moribundo para conseguir ciertos favores; yo intuyo que he hecho algo asÃ:, mentir y fingirme enfadado con Pynchon para poder escribir este libro. Temiendo una reconciliación en cualquier momento. De hecho queda muy marcado en la forma final, porque en la Carta segunda el tono cambia; hay una pausa, una inhalación, y comienza esa especie de reseña con un narrador que es pretendidamente otro, más objetivo o respetuoso, pero que se delata en cuanto se calienta. También a Mosca y Volpone les acaba saliendo todo mal.
Este narrador con orificios está siempre en equilibrio entre la dignidad y el lanzamiento de sus propias heces contra Pynchon.
¿Cómo crees que contribuye la condición de “célebre desconocido†de Pynchon a alimentar su fama, su presencia mediática? ¿No crees que es precisamente eso lo que le ha garantizado una notoriedad que nunca han tenido otros autores de su misma generación o condiciones, como Gaddis o Gass? ¿Qué serÃa de Pynchon sin su morboso anonimato? ¿No es la reclusión tan proclive a la mistificación, tan “hipnóticaâ€, por usar tus propias palabras, como la complicación textual?
Su anonimato debe haber sido honesto en un principio, pero eso no es lo importante. Mira las consecuencias: de alguna manera, a partir de su tercera novela, eso le habrá deformado carácter lo suficiente como para crear su propia obra, porque le habrá obligado a reflexionar sobre los temas del ser público, el ser privado, la fama… que algo tienen que ver en toda esa sintaxis suya en torno a la complicación, el complot, la paranoia… Pero en mi opinión, desde la inexperiencia, que no haya aparecido en estos últimos años desactiva un poco el significado de su aislamiento. Si hubiera intervenido hace diez años y hubiera hecho, como Gaddis, una entrevista puntual y larga en la que expusiera unas cuantas claves, su visión de lo escrito, más o menos creÃble, eso quizás hubiese redondeado el significado de su decisión de no ser una persona pública. Dejar pasar cincuenta años de elucubraciones y después venir a aportar algo de luz (o a dejarnos aún más a oscuras, a cuestionar toda la bibliografÃa que habÃamos creado) serÃa lÃcito: “No le deis más vueltas, mirad: esto es asà de sencilloâ€. Gaddis sà expresó concretamente que no querÃa dar entrevistas porque sólo querÃa que se hablase del texto: quizás por eso dio alguna, para distraer la atención de su persona y concentrarla de nuevo en sus libros.
En relación a esto, en el texto se afirma: “A cada segundo, son menos los que han leÃdo a Pynchon y más los que fingen haberlo leÃdoâ€. ¿Cuánto crees que hay de cierto en esto, crÃticos literarios incluidos?
La verdad es que yo no tenÃa pensado que el libro me llevase por ese camino, pero de repente apareció este tema y me parece que acaba dominando bastante la estructura: el castigo que merece Pynchon según el remitente anónimo es que la gente finja leer sus novelas pero no lo haga en realidad. Es un poco lo que pasa en la pelÃcula de Woody Allen Zelig: el protagonista miente en su adolescencia y afirma haber leÃdo Moby Dick, para integrarse, lo que le lleva a otras mentiras y a terminar mimetizándose (literalmente) con los demás.
José Luis Amores, en una reseña de Contraluz en su blog Bolmangani, dice exactamente lo mismo que Jack Green decÃa en Fire the Bastards! a propósito de la crÃtica de The Recognitions: se destaca mucho la gran cantidad de páginas, la extensión como algo importantÃsimo con lo que el crÃtico se ha topado. Y a ambos (Amores/ Green) les parece sintomática esta insistencia.
El lector con remordimientos se ve obligado a leer a Pynchon si no quiere que le den de toallazos en las Duchas de la Seriedad (hay que decir que has leÃdo El arco iris de gravedad, aunque igual estás dispensado de leer Mason y Dixon… Hay lÃmites, hay una diplomacia de la seriedad). Yo, como no profesional, no estoy obligado más que a la disciplina que yo crea necesaria, es una decisión privada. Otra cosa serÃa que Un escritor sin orificios pretendiese ser una guÃa de cómo leer a Pynchon en lugar de lo que es: un dÃa de turismo por el fracaso de un lector de Pynchon.
Estructuralmente el texto se construye en torno a tres voces (¿O quizá cuatro? ¿Es el autor de la primera carta el mismo que el de la segunda?) yuxtapuestas o intersectadas. Sé que determinar quién dice qué, a quién se lo dice y por qué lo dice es una de tus preocupaciones. ¿Cómo trabajaste estas voces, esta estructura? Por otra parte, a partir de cierto momento el acosador deja de dirigirse al propio Pynchon para hacerlo a un colectivo “amigosâ€. ¿Por qué? ¿Tiene eso algo de significativo?
Una posibilidad que contemplé en el primer borrador era la de comenzar con una acotación musical, algo como “para tenor dramáticoâ€, pero ya me parecÃa demasiada confusión de géneros. Eso no impide que realmente lo escribiese con esa divisa muy presente: yo dirÃa que las dos cartas están escritas para ser recitadas en voz alta (algo que me encantarÃa que pudiese hacerse) por un tenor heroico. Pero claro, esa cualidad heroica revela que alguien detrás de la voz se está atribuyendo (muy poco modestamente, por cierto) la heroicidad. Este sujeto soberbio y arrogante es quien manipula los dos intentos de desprestigio a Pynchon: creo que las dos cartas pertenecen a un mismo autor que intenta que parezcan obra de diferentes personas. En la primera carta se da a entender que varias personas hablan a la vez; no se están intercambiando la palabra sino que hay alguien que lleva la voz cantante y da la sensación de estar con otras personas con las que intercambia aseveraciones. Es un tÃo ridÃculo, un cabreado dostoievskiano. Parece que en algunos momentos sà abandone ese pacto para hablar con otros lectores.
Mi postura es que, como la voz le dice a Pynchon que cuando la fama le dé alcance se transformará en otro, necesita ir cambiando de registro para captar la atención de ese Pynchon que va tomando otras formas, fluctuando, siendo imaginado. Pynchon no es la misma persona durante todo el tiempo en que lee/escucha (supuestamente) esa carta: en la primera página el momento temporal es 1973, pero luego se salta a la infancia de Pynchon y más adelante al Pynchon actual, al de Inherent Vice, a diversos pynchons imaginados. La voz es un correo que le habla a Pynchon sobre lo que va a ser, lo que ha sido y lo que es. Esa es su pretensión, pero lo que hace en realidad es soltarle varios insultos sin recibir respuesta. Es un impotente al que espero haberle dado una voz llena de potencia. Espero que os haga reÃr. Somos ridÃculos cuando nos enfadamos, ¿verdad? Cosas asà de profundas.
Esta es una cita del libro: “Volverás a madurar y a aprender que madurar es saber hacer creer a todos (…) que has maduradoâ€. La juventud, la maduración, la conciencia de uno mismo… son temas que sé que te interesan, aunque aquà sólo sean un apunte. ¿Cómo prefigura este libro tu obra ficcional? ¿Cómo encaja Pynchon con todo lo que tienes proyectado escribir? Adelántanos algo de tus próximos movimientos (en la medida de lo posible).
Yo nunca pensé que escribirÃa ficción. He llevado un diario con cierta constancia, pero no le veÃa a eso otro valor que el de servir de material para construir una autobiografÃa en algún momento del futuro. Uno se plantea entonces que no deberÃa escribirla a los diecinueve años (y se acuerda de Memorias de una máscara, y constata que uno no es Mishima). Y, además, claro, debe tener algo interesante que aportar en cuanto a vivencias: no serÃa el caso. Asà que sólo nos queda la expresión: me interesa mucho el tema de la potencia juvenil y de la escritura llena de aciertos y de errores terribles de la adolescencia (tengo unas 200 páginas de repugnante prosa adolescente en mi poder, tengo material para administrarme humildad y humillación hasta el último dÃa de mi vida; tranquilos, seré prudente).
Siempre digo que no sé explicarme demasiado. En relación a esto encontré una lectura que me impactó de una manera que ya no podré olvidar: la correspondencia entre Artaud y Jacques Rivière. El primero explica que sabe que sus poemas no están conseguidos, que son defectuosos y que ha comprendido que no es un problema de mayor disciplina, de más trabajo: su capacidad no llega más allá. Que algo no sea factible a través del trabajo me atemoriza. Se trata del lÃmite de tu talento. En mi caso, la incapacidad para explicarme se convirtió en la imposibilidad para entender del narrador de Un escritor sin orificios. Nadie se dará cuenta nunca, nadie podrá relacionarnos. Tienes que reconocer que ahà he estado brillante.
Cito: “Te preguntarás dónde se guardan los cuerpos de los reyes antes de ser reyes, de los héroes antes de serlo; los cuerpos anteriores a la Fama. Aprenderás a echar de menos tu cuerpo, la alucinación de carne donde solÃan caber las vergüenzas que ya no tienen lugar en el cuerpo famoso del escritor (…) No conocerán tu cuerpo y, sin embargo, serás libre y sojuzgado, eres (ya eres, todo está firmado, ambicioso Tom) un ser público y un ser público siempre está bajo castigo. Ahora eres todos nosotros. Disfruta de la sensación de millares de vidas tumorándoteâ€. Sólo hace falta leer este fragmento para percibir la textura poética de tu escritura. Creo que no lees demasiada poesÃa (me dijiste en uno de los mails que cruzamos antes de esta entrevista que “te falta una pieza del cerebro para entender la poesÃa verdaderamente†y que, por tanto, no podÃas producirla). ¿Cómo has llegado, pues, a dar con este estilo? ¿Quién te ha influido en ese aspecto?
Me parece que el registro escogido buscaba compensar los tonos. El tono soberbio, que es el que lleva la voz cantante en todo momento, se intenta justificar delante del lector con pequeños momentos más lÃricos que a veces terminan desembocando en lo chusco, un mecanismo para no tomarse demasiado en serio a uno mismo. Con Bernhard y Manganelli en mente. Esa parte que citas, a su vez, lo debe todo a Cuerpos del rey de Michon, que en un fragmento habla sobre la distinción entre el Samuel Beckett escritor y el Samuel Beckett hombre. No sé si es este café o lo que preguntas, pero encuentro cosas insospechadas en lo que he escrito, ahora me doy cuenta de que he intentado que las referencias fueran muy francesas para paliar el hecho de que el tema y sus elementos sean tan americanos, que es algo que no siento como mÃo.
¿Cómo crees que vas a asimilar el paso de autor inédito a autor publicado? ¿Cómo piensas gestionar eso, a la luz de tus reflexiones al respecto?
Un tema central para mà es hablar del dÃa antes de publicar, de ver tu nombre escrito en una portada por una mano que no es la tuya. Cómo escribes antes de publicar y cómo lo haces después, cuando sabes que, al menos una persona (tu editora) va a leerte. Lo natural, si hubiese oportunidad, serÃa escribir a continuación sobre el periodo posterior a la publicación: cuál es la opinión de la gente sobre el libro, su recepción, qué cambios se dan en la manera de escribir cuando se está seguro de que existen más de dos o tres lectores potenciales. Para eso hacen falta perspectiva y madurez profesional, claro, soy consciente. No tengo prisa.
Una cosa que ya tenÃa clara cuando escribÃa esa autobiografÃa de la que te hablaba antes era que querÃa investigar, por ejemplo, la estética de la recepción de los padres. Mis padres no pudieron ir demasiado tiempo al colegio, y me parece interesante ver cómo es para ellos que su hijo, de repente, escriba un libro. Escribir es un tema tabú que difÃcilmente le puedes plantear a un hombre trabajador: “Papá, escribo librosâ€. ¿Qué se puede entender a través de esa frase tan obscena?
Aún no tengo la experiencia del ser publicado, ¿puedo responder dentro de un mes?. En el momento en que dejo de hacer modificaciones sobre el texto es a los demás a quienes toca hacer interpretaciones, y ver eso será lo más divertido para mÃ. Creo que uno debe aceptar su responsabilidad para con el texto y dar la cara y poner la mejilla, una sola mejilla, claro, aunque sea la mejilla menos dócil que tengas.
(Excepto la primera foto, de Dinah Robledillo, y la portada del cómic de Daniel Clowes, todas las imágenes que acompañan a la entrevista son de Alfonso RodrÃguez Barrera. La segunda de ellas aparece en el libro, mientras que las otras son esbozos para el texto y la serie de vÃdeos «Pynchon Tartar», que pueden encontrarse en YouTube).
Marc GarcÃa GarcÃa
[…] uno de sus autores favoritos. En cualquier caso, y a la espera de alguna aclaración al respecto –ver entrevista-, Thomas Pynchon. Un escritor sin orificios sà nos ofrece la certeza de la aparición de una voz […]
[…] sacó ayer a pasear a sus dos lindos gatitos y que les fue de fábula. Aquà habla uno. Y aquÃ, el otro. ¡Comparte! […]
Una muy buena entrevista, por parte y parte. Pero aparecéis feÃsimos en la foto y con bastante temor de objetivo. Tras este libro tendrÃas que escribir sobre un caso diametralmente opuesto, aunque aquà encontrarás dificultades para elegir entre la masa.
Es un posado robado, José Luis. No nos gustan mucho los objetivos, no. Jeje. En todo caso, ¡muchas gracias! Tu crÃtica de «Contraluz», buenÃsima.
Pues si no es un experto….¿por qué se publica el ensayo, para promocionar cachorros y ser lo más molón del planeta durante dos semanas?
Te invitarÃa a leer la entrevista, Javier…creo que queda todo bastante claro…
[…] http://www.revistadeletras.net/ruben-martin-g-este-no-es-un-libro-para-expertos-ni-escrito-por-uno/ […]