«Rusia Gótica» (VV.AA.)

Rusia Gótica. VV.AA.
Traducción de James y Marian Womack
Prólogo de Espido Freire
Nevsky Prospects (Madrid, 2009)

Quienes pensaron que, después de lo de las hijas del presidente Zapatero, la gente se iba a dejar de interesar por lo gótico, estaban muy equivocados. Los amigos de Nevsky Prospects (ya saben, los que llegaron con el frío del invierno para invadir nuestras mentes con buena literatura rusa), nos ofrecen un pequeño librito que, seguro, Alba y Laura mantienen en su mesita de noche: Rusia Gótica.

Pero, ¿acaso los rusos de antaño también eran góticos? ¡Claro! La fría estepa podía inspirar historias lúgubres repletas de seres extraños, brujas, espíritus malignos y personajes precursores de Marilyn Manson y Tim Burton. Con casacas, pero precursores.

El anillo, de Yevgeni Baratynski

Amiguísimo de Pushkin, el poeta Baratynski sufrió una amarga vida melancólica debido a un hecho que le marcó enormemente: a los dieciséis años fue expulsado del colegio por robo. Es asombroso que algo que podría ser considerado una simple anécdota llega a marcarle la vida hasta convertirse dicha melancolía y amargura en la base de su creación literaria y poética. El pequeño relato El anillo es una buena muestra de ello. La leyenda del pasado de un misterioso anillo y su no menos extraño propietario, se convierte, por arte de la ficción, en una  historia de amor de raíces españolas tan apasionada como la Carmen de Mérimée.

El hombre lobo, de Orest Sómov

Sin duda, la más divertida de las historias incluídas en Rusia Gótica,  suerte de fábula sobre uno de los personajes más legendarios del imaginario de terror y que permite a su autor, ucraniano de nacimiento, desmitificar los tópicos del género gracias a las reflexiones que lanza al lector. No es fácil ser hombre lobo, menos aún cuando tienes al lado a una mujer de armas tomar.

Los invitados inesperados, de Mijail Zagoskin

Zagoskin era dramaturgo y su talento como tal se deja notar en esta pieza. Unos cosacos se presentan invitados en casa del viejo Kolchugin, quien vive con su hijo, para zamparse una buena cena regada con los consabidos licores, tan necesarios para combatir el frío. Pero Kolchugin comienza a notar extraños comportamientos en sus nuevos amigos. Un cuento que, como bien dice Espido Freire en el prólogo, remite a la Santa Compaña gallega.

La vendedora de pasteles, de Antoni Pogorelski

Y llegaron las brujas. Incluido en el célebre volumen El doble, de 1828, este relato es un claro ejemplo de cómo se adoptaron en Rusia las formas  de la narrativa  gótica nacida del Romanticismo. Onúfrich, influido por su mujer,  intenta recuperar a su vieja tía, una pastelera que se dedica a leer las cartas e invocar a los malos espíritus, con el fin de asegurarse la herencia cuando fallezca. Al no conseguirlo, la esposa decide enviar a su hija Masha a la casucha de la bruja para enternecer su corazón, sin darse cuenta de que condenará a Masha a un futuro amargo… Aunque no todo tiene que acabar mal, ¿no?

Stuss, de Mijail Lérmontov

Como Puskin, falleció en un duelo, enfrentamiento al que era aficionado. Y como él, fue considerado uno de los más grandes poetas de la época. Lérmontov sorprendió con la lectura de este relato de apenas veinte páginas a los miembros de su tertulia literaria. Nunca se llegó a saber si se trataba de un cuento o del inicio de una novela. El caso es que quedó, parece, inconcluso. Apenas tenemos oportunidad de conocer a Lugin, un pintor que oye una extraña voz recurrente que le indica unas señas. Influido por una joven a quien llega a explicarselo, decide visitar el lugar y llega a arrendar el apartamento que visita en esa dirección, no sin antes ser avisado de que nadie ha permanecido en él durante mucho tiempo…

La isla de Bornholm, de Nicolai Karamzín

Traductor al ruso de obras de Shakespeare o de Gotthold Ephraim Lessing, influenciado por las literaturas alemanas, inglesas y francesas, Karamzín fue el primer autor que pensó en escribir adoptando tendencias que pudieran satisfacer a lectores de todo el mundo. Este pequeño cuento se considera el primer gótico ruso. El narrador desembarca en una extraña isla que haría las delicias de los creadores de «Perdidos». Un castillo y el grupo de personajes ajenos a la civilización con el que se encuentra, provocarán «el horror, el horror» a nuestro protagonista, llegándosele a revelar un gran secreto que jamás confesará a los lectores… ¡Mecachis!.

Como todas las antologías, se hace difícil que los relatos seleccionados mantengan una calidad similar, aunque en este caso confieso mi total estupor ya que ninguno sobra, ninguno está fuera de lugar ni desentona con el resto. Dejando al margen preferencias personales, el equilibrio conseguido permite recomendar Rusia Gótica y descubrir, como es mi caso, a este grupo de canallas bromistas y maliciosos a los que perseguiré con tesón por las librerías.

José A. Muñoz

José A. Muñoz

José A. Muñoz (Badalona, 1970), periodista cultural. Licenciado en Ciencias de la Información, ha colaborado en varias emisoras de radio locales, realizando programas de cine y magazines culturales y literarios. Ha sido Jefe de Comunicación de Casa del Llibre y de diversas editoriales.

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