Sebastián Roa | Foto: Castarnado 2018

Sebastián Roa: «Yo no soy escritor»

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Sebastián Roa | Foto: Castarnado 2018

Sebastián Roa (1968) se ha consolidado como uno de los grandes escritores de novela histórica de nuestro país, con trabajos como Venganza de sangre, ganadora del II certamen de novela histórica Comarca del Cinca Medio, y Las cadenas del destino, premio de novela histórica Los cerros de Úbeda en su edición de 2017. Ahora, en septiembre de 2018, ha publicado su séptima novela, Enemigos de Esparta (Ediciones B), una obra incluida en el género de la novela histórica. Hablamos con Sebastián Roa a media tarde frente al hotel Astoria, en una de las terrazas que hay en la calle peatonal. El autor acude vestido de manera informal, pantalón desgastado y camiseta verde gris. Confiesa estar algo cansado. Madruga bastante cada día para cumplir con su trabajo. Trasnocha para escribir. El sosiego de la tarde, su quietud alegre, invita a la conversación. Nos sorprende la llegada de Santiago Posteguillo, maestro y amigo del autor, y presentador de su novela. Posteguillo pasa velozmente a nuestro lado. Solo se detiene un par de minutos con nosotros. Tiene prisa.

Acaba de publicar Enemigos de Esparta, uno de sus trabajos más personales. ¿Qué le sugiere en relación a este libro la palabra enciclopedia?
En la novela salen personajes con saber enciclopédico, como Platón. De hecho me he basado en La República y en muchos de sus Diálogos. Desde esta perspectiva la palabra estaría bien traída, aunque ni mucho menos he pretendido hacer una enciclopedia en Enemigos de Esparta.

¿Le sugiere algo más?
Sí (ríe). Yo suelo dibujar y no lo hacía mal del todo. Como no lo hacía mal, cuando era adolescente solía presentarme a concursos de dibujo y era habitual que los ganara. En una de esas ocasiones el premio venía acompañado de una enciclopedia, Maravillas del saber. Tenía doce tomos. Lo cierto es que me dediqué a leerlos, sobre todo el de Mitología. En el tomo de Historia hablaban de Epaminondas, un personaje que vivió en el siglo IV a. de C., y de la falange oblicua, una innovación estratégica suya.

¿Por qué llamó su atención exactamente?
Me llamó la atención porque Epaminondas fue el hombre que se enfrentó a Esparta cuando nadie se atrevía a hacerlo. También  por el tema del Batallón Sagrado. Debe tener en cuenta que en los años setenta la homosexualidad no se contemplaba en España como se contempla ahora. Resultaba muy llamativa la idea de un batallón compuesto por parejas de amantes que en su momento fueron, además, el paradigma de la virilidad guerrera, prácticamente invencibles. Eran figuras que quedaron eclipsadas por el brillo de Alejandro Magno y que casi nadie conocía. De hecho incluso ahora hay muy pocas novelas sobre esa época. Esas curiosidades quedaron latentes hasta que décadas después, bajo las circunstancias adecuadas, pude recuperarlas.

No es habitual que un joven de doce o trece años se dedique a leer una enciclopedia, ni siquiera a finales de los años setenta. ¿Podría decirse que era un adolescente raro?
Sí, en efecto. Es verdad que hacia algunas cosas que podrían considerarse raras para un joven. Yo tenía un libro de pájaros, de aves ibéricas. Durante un tiempo solía ir con un cuaderno a las afueras de Teruel. Observaba a los pájaros, los copiaba, tomaba apuntes, me fijaba en la manera que tenían de volar, en cuál era el sonido que emitían, cómo saltaban, cuál era su color, cómo era el obispillo, la cola. Luego volvía a casa  y decía «hoy he visto un petirrojo, o un herrerillo, o un carbonero».

Comienza a escribir Enemigos de Esparta en 2015, justo antes de comenzar Las cadenas del destino, la novela que pone punto final a la Trilogía Almohade. Se trata de trabajos que se ubican cronológicamente en la Baja Edad Media. ¿Qué justifica este viraje a la Antigüedad?
Enemigos de Esparta era un proyecto que deseaba hacer. Cuando comencé a escribir Las cadenas del destino me di cuenta de que estaba saturado de Edad Media. En ese momento llevaba entre cinco y seis años escribiendo la misma historia, necesitaba desconectar. No estaba escribiendo con ganas y si no escribes con ganas la novela no sabe bien. Entonces decidí darme un descanso de Edad Media y me puse con ese otro proyecto. El resultado fue Enemigos de Esparta, aunque no se titulaba así entonces.

¿Cómo se titulaba, si me permite la curiosidad?
En los archivos de mi dropbox, donde acumulaba documentación y notas, figuraba como La novela de Epaminondas. Luego tuvo un título provisional que fue El león de Tebas. Después se convirtió en el título que pensé que se iba a quedar, Hijos del Dragón. Con ese título fui a la editorial pero no estaba convencido, porque evocaba quizás un mundo fantástico o la historia china. Lucía Luengo, mi editora, tampoco estaba convencida y al final, con su ayuda, encontré este otro título, mucho más preciso.

Esta novela es la séptima publicada en poco más de una década. Dirige además un taller literario en el Museo Iber. Asiste a conferencias, mesas redondas, presentaciones pero no se considera escritor, a diferencia de otras muchas personas que escriben o desean escribir y no han llegado a publicar. ¿Por qué?
Yo no soy escritor. No lo soy por oficio, porque mi oficio es otro. Y no lo soy como artista. La literatura es un arte, el arte de la expresión verbal. Un escritor es un artista capaz de ejecutar una obra con excelencia  y con peculiaridad si se trata de un escritor de cierta importancia. Si todos fuéramos capaces de convertirnos en artistas, ser artista carecería de mérito. Respeto tanto la literatura que no seré yo quien la rebaje de esa manera. Me niego a reconocer que eso de escritor sea una etiqueta que cualquiera puede colgarse por el mero hecho de querer escribir una novela o de haber publicado diez. Para ser escritor hay que ser capaz de transformar la realidad, de proporcionar placer estético, de tener imaginación, dominar la gramática, tener competencia lingüística, la alineación de doce sistemas planetarios en suma. Es realmente difícil ser escritor.

No es tampoco un hombre mediático. Hace pocas presentaciones, evita la prensa… ¿Cuál es la causa de ese relativo hermetismo?
No me siento cómodo en ese tipo de eventos ni en los saraos literarios, que considero algo falsos. A mí lo que me gusta es escribir. Esto no es postureo, es la simple verdad. Hago una o dos presentaciones, si me invitan a clubes de lectura voy pero, francamente, no lo echo de menos. No lo necesito.

Y las ferias del libro, ¿por qué no las frecuenta?
A la Feria del libro de Teruel, si me invitan voy con mucho agrado. Con Feria del libro de Valencia tengo un contencioso particular, del que quizás ni siquiera son conscientes los propios organizadores.

¿Puede explicarlo?
Verá, hace unos años no dejaron participar a tres librerías, un episodio un tanto oscuro en la historia del Gremi de Llibrers. Tampoco me siento cómodo con la discriminación que hacen de la lengua castellana, que también es lengua oficial en Valencia. Deberían utilizar las dos lenguas en la Feria, tanto en los libretos como en los anuncios públicos. La mayor parte de lo que se vende en Feria está escrito en castellano, acuden muchos autores castellano-parlantes. Veo un componente político importante en la gestión de la Feria y por eso no voy. No me importa vender menos por esta razón. Al fin y al cabo yo no vivo de esto.

Aparte del hecho de vender algo menos al reducir la presencia en Feria, ese compromiso político y lingüístico ¿le ha pasado factura en el mundillo literario?
No soy consciente de ello.

¿Y en lo personal?
Algo. Por temas políticos he perdido personas que consideraba amigos o asimilados. Últimamente con el tema de Cataluña eso ha pasado mucho, a causa de ciertas discusiones. Creo que es saludable discutir sobre política y todos deberíamos implicarnos. Es sabido que mi lucha es contra el nacionalismo que nos separa. El nacionalismo es una doctrina nefasta, incompatible con un Estado de Derecho moderno. Es un ideario antiguo. Algo de esto lo he dejado caer en la novela, aunque muy sutilmente.

En Enemigos de Esparta rinde tributo a los héroes de Troya, incluso crea un personaje, Pelópidas, comparable a Aquiles -aunque tenga el pelo oscuro-. ¿En qué medida es heredero su libro de La Ilíada?
En toda medida. En realidad todos los libros son derivaciones de La Ilíada. La Ilíada inicia todos los géneros narrativos, en particular la novela, del mismo modo que todas las filosofías son apuntes al margen de la de Platón. En todas las novelas hay un Héctor, un Aquiles, una Andrómaca, una Helena, etc., y aquí también los hay. Aquí encontramos una especie de alegato muy necesario en favor de las Humanidades, que ahora están en peligro y en franco retroceso.

¿Sirve la literatura para rescatar la literatura?
Indudablemente.

¿Y para rescatar la historia?
Sí. El objetivo de esa asociación de escritores con la historia es rescatar la historia a través de la literatura. Hay una vieja queja de los novelistas históricos que dice que los historiadores españoles no han sido capaces de llegar al público y de divulgar la historia de España. Resulta que la novela histórica llega mejor al público y de algún modo cuenta la historia, aunque no debemos olvidar que la novela es ficción y en la ficción generalmente se miente. Pero a través de Enemigos de Esparta puedes rescatar a Epaminondas, por ejemplo o a Pelópidas, o ese momento de la historia en particular. Mi novela sirve para desmontar la imagen mítica de Esparta que emana de películas como 300. Esparta tenía su lado oscuro, como los ilotas, la Liga del Peloponeso, lo que hacían con las demás ciudades y tenemos el asunto de la guerra contra Tebas. Son episodios oscurecidos por el brillo de Esparta, de la Guerra del Peloponeso y de Alejandro.

En su nueva novela otorga el papel de héroe a Prómaco, un personaje que se plantea preguntas acerca del amor, la justicia, la libertad, el destino… ¿En qué medida se siente identificado con sus inquietudes?
En buena medida. A menudo me hago preguntas. Por ejemplo acerca de la democracia. Para mí la democracia es el menos malo de los sistemas pero tiene defectos. Me planteo si se puede mejorar la democracia. La verdad es que pienso mucho mejor si escribo lo que pienso. Lo vuelco en la novela y lo desarrollo. Hago por ejemplo que Platón hable de la democracia. Como tengo una formación muy platónica no me resulta muy complicado. Sobre el amor también me hago preguntas y las desarrollo en la novela de acuerdo con lo que sé, lo que he aprendido gracias a Platón y a otros autores. Platón hace que te preguntes y también que llegues a tus propias conclusiones, aunque no sean definitivas.

¿Nos sirve aún el pensamiento de los antiguos, especialmente a nuestros jóvenes, para dar respuesta a esos problemas que acucian a la mente humana?
No sirve para dar respuestas certeras. Sirve en realidad para hacernos dudar. Pero eso es lo aconsejable. No dar nada por sentado. Nunca podemos estar seguros del todo.

¿Entonces por qué se tendrían que interesar por la filosofía?
Para hacerse las preguntas adecuadas. La pregunta adecuada no es «quién va ir a Eurovisión este año» sino, por ejemplo, cuál es la esencia del amor, cuál es el verdadero amor.

«Hay quien prefiere las turbulencias de la libertad al conformismo de la servidumbre», una frase de presentación  poderosa. ¿Nos serviría hoy día esta frase para combatir el peligro de la endogamia en grupos, la base de la corrupción?
Es cierto que se trata de una frase poderosa. Está basada en Rousseau. En The Social Contract or Principles of Political Right) atribuye una frase similar al Conde Palatino de Posen en la Dieta de Polonia: Malo periculosam, libertatem quam quietam servitutem. Se trata de una versión del viejo adagio romano Malim inquietam libertatem quam quietum servitium. Su traducción sería «prefiero la libertad turbulenta a la servidumbre sosegada». Esparta era un sistema cerrado. Los espartanos se consideraban diferentes a todos los demás. Eso fue lo que acabó con Esparta. La hybris se compensa con la némesis, lo que podría servirnos de lección para el presente. Pero ahora no vivimos en una servidumbre. Quizá lo que sucede es que vivimos las turbulencias de la libertad.

En su libro aparece la idea de que el amor es una fuerza más poderosa que el odio y pone como ejemplo el Batallón sagrado. ¿Es tan grande el poder del amor que puede extrapolarse a aquellos que nos perjudican o nos desean el mal, es decir, a nuestros enemigos?
Es una idea de base cristiana la que me propone. Yo personalmente veo difícil que quienes me perjudican puedan obtener amor de mí. Tampoco pondría la otra mejilla. La tesis de Platón no es incoherente con esta idea. El hombre justo no debe hacer mal a nadie, tampoco a sus enemigos, y de hecho esta idea aparece en Enemigos de Esparta. Por eso entiendo que hay que ser justo con el enemigo, lo que no siempre implica que el enemigo vaya a disfrutar con ello.

Su libro refleja la tensión libre albedrío destino. Destino es además una palabra que parece gustarle. ¿Cree en el destino?
No creo en el destino, de hecho tengo ejemplos vitales cercanos de personas que no se dejan doblegar por el destino, pero admito que es una palabra muy épica. El usarla con frecuencia forma parte del género de la novela histórica. Tenga en cuenta que Enemigos de Esparta transcurre en el siglo IV a. de Cristo. Los griegos creían en el destino, en la hybris y en la némesis. Aunque vuelco en la novela todo lo que siento debo adaptarme al espíritu de la época para que resulte verosímil. No puedo construir un griego que piense como pienso yo. Puedo prestarle algún pensamiento mío pero he de ser ante respetuoso con la época.

¿Y en el amor, cree?
Sí. En el verdadero, incluso. De hecho lo cuento en la novela.

Hablando de amor. ¿Qué le sugiere esta frase cause the love is like the right dress on the wrong girl?
Es una canción del grupo Aerosmith. Ain’t that a bitch. Una gran canción.

Ciertamente. Pero ¿no es una visión un poco pesimista del amor?
Puede que sea un poco pesimista, creo que tiene que ver un poco mi naturaleza.

A propósito del amor. ¿Está el amor en crisis en los tiempos no del cólera sino de la libertad sexual o reinado de Afrodita, o sucede que amor y sexo están directamente relacionados?
Aunque ahora se tiende a ser superficial en la relaciones no creo que el amor esté en crisis -aquí no soy tan pesimista- y aunque es cierto que amor y sexo están directamente relacionados el sexo no es condictio sine qua non para el amor ni viceversa. Por ejemplo existe el amor platónico, el amor cortés, aunque acepto que en la base siempre puede haber latente el deseo sexual.

¿Habrá trilogía griega?
No. Publicar una trilogía es muy complicado. Además de ser trabajoso. Hay que esperar a que el primer libre funcione, estar pendiente de que el lector haya leído el primero, etc. Prefiero hacer ahora novelas cerradas.

¿Y viaje de autor a Tracia, Tebas, Esparta? ¿Habrá?
Lo dudo mucho. No me siento preparado para hacerlo. Mi universo está dentro de la novela, no fuera. Es eso lo que me gustaría mostrar ante todo.

Alicia García-Herrera

Alicia García-Herrera es doctora en Derecho por la Universitat de València y máster en mediación y gestión de conflictos por ICAV-CEU. Es autora de de numerosas publicaciones jurídicas, de trabajos de crítica literaria, cuentos y relatos.

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