Suárez: «Me gusta ver los trasfondos»

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 Gonzalo Suárez | Obra Social Caja de Cantabria | WikiMedia Commons
Gonzalo Suárez | Obra Social Caja de Cantabria | WikiMedia Commons

No es la primera vez que quedo con Gonzalo Suárez. La primera vez hablábamos y una mujer resbaló junto a su maleta. La levantamos y proseguimos la charla. Esta vez llego al hotel de turno y está sentado protegido de un inexistente sol entre unas sombrillas que desentonan con la carpetovetónica decoración. Sin embargo este detalle es bueno porque su novela Con el cielo a cuestas tiene determinados elementos que casan con el surrealismo y se entremezclan con el género negro en una ambientación años cincuenta, nada que ver con ese primer piso sí, pero algo habrá en esas sombrillas, un indicio, un toque para poder fluir y cobijarnos de una normalidad que el ovetense siempre ha rechazado desde una absoluta independencia que ha acrecentado con la edad. Nos sentamos y enciendo la grabadora.

Creo que desde el principio de la novela se nota que una de tus intenciones era generar un juego de espejos.
De espejos entre pasados y un presente porque esta novela data de otra novela que escribí nada más llegar a Barcelona y rechazó la censura. Luego la recuperé y la usé como si fuera un paisaje, París y detalles autobiográficos. La reflexión de la novela se produce en la ficción, que es una manera de abordar la realidad. Bajo el señuelo de la ficción cuenta cosas que en directo no podría contar sin involucrar a personas. Por otra parte me permite la libertad de la imaginación, que siempre es un ejercicio saludable.

En algunos momentos de la novela apareces como narrador que confiesa este espejo de la ficción con la realidad, como ocurre con el argelino, que desenmascaras.
No sé parece, es que se llamaba así. Me gusta poner las cartas encima la mesa. La realidad del libro es que es un libro, y lo mismo pasa con las películas. Eso que algunos hacen de que los artefactos de ficción intenten ser reales como la vida mismo es algo que no me gusta, es un proceso de falsificación. Eso son mis principios.

Y si no me gustan seguro que tienes otros.
Claro.

Todos los personajes tienen una cierta duplicidad, desde rasgos, nombres o pasados.
La levedad del ser es la levedad del acontecer. Con los espejos hay reminiscencias de Joan Brossa, que admiraba mucho a Fregoli, y esta idea del transformismo, aunque se ha extrapolado a la ficción, me ha arraigado bastante de los tiempos de Dau al Set.

Yo era vecino de Brossa y de pequeño me fascinaba.
Donde se mató.

Con ese suelo lleno de papeles.
Un desastre maravilloso.

La idea del transformismo en Con el cielo a cuestas se comenta con el travesti bellísimo que aparece ya en el inicio.
Me gusta ver los trasfondos. De las últimas es la novela más arraigada en la realidad. Siempre me ha gustado jugar con la idea de sorprenderme a mí mismo con rigor, no con la fantasía por la fantasía.

¿Más arraigada a la realidad en que sentido? Porque también hay fantasía.
Ese París si se parece mucho al de finales de los cincuenta. Los personajes que danzan en el escenario ya es otra cosa.

Uno va leyendo y la escritura es muy visual.
Sí, pero muy elaborada con las palabras, no es descriptiva de imágenes externas.

Los que no vivimos ese tiempo nos imaginamos toda la trama desde el cine, con, por ejemplo, Las diabólicas de Clouzot.
Andan por ahí, sin duda, también Hitchcock que tiene su punto. Uno forma parte del conglomerado de cosas que se le pasan por la cabeza.

Massani, el protagonista, tiene algo de los perdedores de Marsé, pero también de los clásicos personajes del noir francés.
Sí, de noir francés porque Massani si data de finales de los cincuenta, y sin ser una persona que existiera real sí tiene una combinación entre un actor francés de la época y el Sterling Hayden de La jungla de asfalto.

¿Visualizas los personajes?
No, ellos mismos se presentan. Massani apareció y no era exactamente yo en mis experiencias parisinas, no, es un personaje que pensaba que se sentaba a mi lado y me perseguía. Luego le di la patada y lo reencontré cincuenta años después. Tenía volumen y presencia como espíritu encarnado.

El interior del personaje es el que iba contigo, Sterling Hayden era la carcasa.
Es más Yves Montand, no lo veo como Lino Ventura.

Te lo imaginas un tipo duro, curtido, como el actor del Ladrón de bicicletas.
Exacto, es una tipología muy de la época.

Literatura Mondadori
Literatura Mondadori

También es muy de la época todo el tema de la casa de huéspedes y en ese sentido Massani es arquetípico de ese París.
La rue de la gare de Reuilly, que menciono, era un callejón sin salida que ya no existe. No sé si funciona la gare de Reuilly, pero entonces existió, viví ahí, era un apartamento lleno de muebles, con la cerradura rota, cualquiera podría entrar dando una patada. Una vez, en plena noche, me levanté y alguien con la cara muy pálida se pegó a la pared. Le dije, apuntándole con el dedo, salga o disparo. Y se fue.

Las dos mujeres también se adaptan a ese contexto. Frederica tiene lo del travestismo y Nora tiene algo de femme fatale de los cincuenta, casi una Jeanne Moreau de Ascensor para el cadalso.
Incluso sin llegar al cadalso he conocido una así. En esa mescolanza, inevitable, se produce un juego donde la ficción y la realidad bailan claque. Es un libro que deberé leer, porque cuando lo termino lo rehago tantas veces que lo doy por leído.

De repente aparece Claudio López Lamadrid y Gonzalo lo compara con un pistolero. Comentamos que quería saludarnos para aparecer en la entrevista. Al final la conclusión es que hoy se asemeja a un juez de Western, el juez de la horca.

¿Antes de escribir estructuras o tal com raja, como decimos aquí?
Sí tal com raja. No sé lo que voy a escribir, de otro modo me aburro. Aquí empecé con aliteraciones, como un pianista que toca jazz, a ver cuando arranca el tema. Lo hice para calentarme y así consigo avanzar. Aquí tenía el principio porque me basaba en otra novela, pero no quería quedarme atrapado. De este modo entré en calor con esa mujer en la roca con un pene enorme, masturbándose. Ya entonces empecé la andadura.

En lo que te he leído el inicio de las novelas siempre está envuelto de un misterio donde presentas las piezas y luego las aclaras.
Claro, porque no sé donde voy. Hay dos cosas que me decepcionan del momento actual. La primera es que al lector le gusta leer lo que ya sabe, me sorprende más en las películas, donde ha quedado superado el chiste ese del acomodador que te dice que el asesino es el mayordomo. Ahora se sabe todo. Si hay alteraciones se desconciertan y la gente deja de entender. No hay nada que entender, cada vez se exige más que los cromos encajen en el álbum previamente.

Quizá porque hoy en día muchas narrativas son más convencionales, con las piezas muy hilvanadas, por lo que resulta fácil deducir lo que ocurrirá.
Sí, y eso a la gente le gusta, pero prefiero que vivan como yo, el que hace el truco. Que se confíen y se diviertan con mi misma diversión y sufran como lo hice yo.

Cada personaje tiene unos rasgos muy definidos y luego haces que a partir de unas casualidades que son las que pasan en la vida se muevan, algo que no acaece en muchas novelas donde notas esa impostura programada, esa secuencia lógica de eventos.
Muchos escritores están para amueblarnos la realidad, y a mi más bien me parece como una cárcel de la que quiero escapar, pero como no puedo aspiro a ver al otro lado de la pared. Son distintos conceptos.

Además de Frederica y Nora el gran misterio es el del cuadro.
Eso es curioso porque es la temática de los objetos perdidos. El hilo de Ariadna de la novela son objetos perdidos, y empiezan con la cazadora.

El mismo Massani lo es.
Sí, y el anillo también, fíjate que no lo había pensado, es un encadenamiento de objetos perdidos esta película, perdón, la novela.

Una novela que sería una buena película.
Supongo que sí, son influencias recíprocas.

Antes el cine se alimentaba más de la literatura, y ahora quizá es más al revés.
El cine no ha dejado de alimentarse de la literatura, toda película puede ser contada. Lo que me gustaría es encontrar en el cine la misma evolución, porque una cosa que no se he pensado es que yo en realidad siempre he usado la anécdota, que a veces es sospechosa, pero para mi es como el estilo, como el montaje, y ahí sí que hay una influencia clara desde mis primeras novelas.

Pero la anécdota genera un mundo.
Pero está utilizada como para avanzar a retazos, le falta el canto de un duro para ser como una frase.

La anécdota puede generar muchos contenidos, que sé yo, como Rashomon.
Película que me encantaría hacer cambiando cosas. Quería decir que aquí hay anécdota, pero no hay tema. El tema es el marco del cuadro. Aquí tenemos cuadros sin marco que incluso tienen finales indefinidos, pero no hay tema, aunque se puede extraer. Fíjate, aquí me gustaría equipararme a Shakespeare, ya puestos a elegir.

El cine y la literatura cuentan historias.
Y con eso espero no aburrir, si desconcierta quizá se salen los lectores del cuadro, pero eso no es culpa mía. A veces escribo, veo que me aburro y doy un bandazo. Aparece el asesino y te apuñala.

Hay muchos momentos del libro en que se habla de Massani y tanto Arlette como el narrador le buscan parecidos, como Albert Camus. En otro momento se habla de Françoise Sagan. La presencia de Camus nos puede llevar al presente porque él sería muy necesario, como si lo observaras desde una cierta nostalgia.
Es curioso porque tenía un aspecto de actor, me hubiera gustado verle en una película. Parecía noble, hay una cierta seducción por Camus.

Humprey Bogart como Camus.
Humprey Bogart como actor, pese a ser mítico, lo veo demasiado iconográfico, no como un buen intérprete. Pero vaya, es interesante porque en su época se podía mitificar a los actores. Ahora son buenísimos, pero duran dos telediarios.

Modiano habla mucho de París, sobre todo del de su primera adolescencia, y tanto en él como aquí se percibe que todo es acelerado, pero lo lees en 2015 y te das cuenta que todo era más lento.
Y es verdad, el tiempo nos la ha jugado, ahora es rápido y confuso, antes había tiempo para pensar, ahora es el cúmulo y la confluencia global de comunicaciones simultáneas que no puedes atender, la realidad estaba más circunscrita.

Otra cosa que se remarca en la novela es el concepto de la casualidad.
O la casualidad.

De cómo a partir de moverte por determinados lugares y eventos se terminan cruzando personas o circunstancias que uno no espera encontrar.
Ese es el entramado de la realidad.

Sí, si no puedo estar más de acuerdo, lo digo porque ahora está todo muy marcado y tiene coordenadas fijas, a veces la gente te olvida que eso pueda existir.
Yo no lo olvido, y por eso me siento francamente confuso. Espero que pase algo bueno, y eso crea tensión. No cedo al aburrimiento y creo, así evito caer en esas enfermedades.

¿Crees que estamos abocados al aburrimiento?
Pues sí. (carcajada compartida).

Jordi Corominas i Julián

Jordi Corominas i Julián (Barcelona, 1979) ha publicado dos novelas en catalán ('Una dona que sap jugar amb els peus' y 'Colors', editadas por Abadía Editors), una biografía histórica en italiano ('Macrina la Madre', 2005) y el poemario 'Paseos simultáneos' (Ed. Vitrubio, 2010). En 2009 coeditó la antología 'Matar en Barcelona' (Alpha Decay). En 2011 publicó 'Loopoesía(s)' (Descrito Ediciones) y el cuento 'John Wayne' (Sigueleyendo). Es integrante y fundador del proyecto poético-experimental Loopoesia. Como crítico coedita 'Panfleto calidoscopio', y colabora en varios medios, entre los que destaca RNE. En 2012 ha publicado los poemarios 'El gladiador silenciado' (Versos&Reversos), 'Oceanografías' (Vitruvio) y la novela 'José García' (Barataria). En 2013 salió su poemario 'Los lotófagos' y en 2014 aparecerá su suite 'Al aire libre', versos con los que el proyecto Loopoesía cumplirá un lustro de existencia.

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