Francesc Tosquelles, el heterodoxo psiquiatra nacido en Reus en 1912, y quien se convirtió en un referente para médicos, polÃticos y artistas gracias a su trabajo en el hospital de Saint-Alban, en el sur de Francia, es el epicentro de la nueva exposición del Centro de Cultura Contemporánea de Barcelona, titulada Como una máquina de coser en un campo de trigo.
Para presentar la muestra —cuyo tÃtulo es un claro guiño al “encuentro fortuito, sobre una mesa de disección, de una máquina de coser y un paraguas†de Lautréamont—, uno de sus comisarios, Carles Guerra, explicó los años de formación de alguien interesado, desde muy joven, por las vanguardias polÃticas, médicas y culturales de la época. Tal y como también explica la otra comisarÃa de la exposición, Joana Masó, en su libro Curar las instituciones, Tosquelles queda marcado por una escena que presencia cuando aún es un niño. Su tÃo materno, el médico Francesc Llauradó, le lleva al Institut Pere Mata —institución con la que después el propio Tosquelles colaborará estrechamente—, y ve cómo un psiquiatra hace de árbitro en un partido de fútbol entre pacientes. No entiende por qué éste pita faltas, inexistentes, aunque los jugadores ni siquiera se han llegado a tocar. Años después, preguntará el motivo de esas prácticas incomprensibles para él. Cuando el terapeuta le aclara que es mejor evitar el contacto entre los internados, Tosquelles entiende que lo más urgente es tratar la fobia que tienen los psiquiatras a la enfermedad. La normopatÃa es lo primero que hay que derrocar en una sociedad rÃgida, aislada, en la que el miedo ha arrasado con todo y con todos.
En el acto inaugural de la exposición, además de contar con Carles Guerra, participaron los artistas Angela Melitopoulos y Perejaume, y Sandra Alvarez de Toledo, editora de Fernand Deligny. El debate, titulado Pensar con los pies, fue una aproximación a un personaje —muy olvidado en Catalunya— que no únicamente transformó la psiquiatrÃa, sino que dialogó con el psicoanálisis, el surrealismo y los movimientos comunistas y libertarios.
El exilio se sufre con los pies. Companys, antes de ser fusilado en Montjuïc, se descalzó para no dejar de tener los pies en la tierra. De las primeras cosas que hacen las madres a sus hijos recién nacidos es provocarles cosquillas en los pies. A través de estos ejemplos, nacidos de una mezcla de observación e intuición, Tosquelles defendÃa que los pies son, también, un órgano del conocimiento. Lo hace a través de lo que denomina método hipocrÃtico, que desarrolla tanto en el hospital en el que trabaja como, previamente, en el frente —luchando contra el fascismo— o en el campo de refugiados de Setfons, donde pasará tres largos meses.
“Tosquelles entendÃa qué pasaba en la mente gracias a la observación de la psicomotricidad de los cuerposâ€, asegura Angela Melitopoulos, quien ha participado con una instalación en la muestra del CCCB. Según la creadora, el psiquiatra —que, como ella, utilizó la cámara en múltiples proyectos— se fija en la música del discurso, en la repetición de los diálogos, en cómo los itinerarios de lo narrado va dibujando la subjetividad humana. Él mismo, insistirá Melitopoulos, “pone comas†cuando habla, cuando le entrevistan, cuando ofrece una conferencia.
Tosquelles quedó muy impresionado al ver trabajar a los psicoanalistas vieneses que se refugiaban en Barcelona. Casi sin hablar castellano o catalán, son capaces de realizar su trabajo. Cuando les preguntó cómo lo hacÃan, se da cuenta de que se fijan especialmente en el significado de los ritmos, son capaces de leer los intervalos de sus pacientes. Él hará algo parecido toda la vida, intentar descifrar la melodÃa de la voz humana.
Sandra Alvarez de Toledo trazó, en el acto inaugural, un paralelismo entre el trabajo de Francesc Tosquelles y el del educador y cineasta Fernand Deligny, conocido, sobre todo, por sus estudios sobre el autismo, la “ausencia de lenguaje†y las formas de resistencia ante lo que denominó “domesticación simbólicaâ€. Si el catalán se fija en la sardana —como un lugar en el que se entra y se sale escuchando el ritmo del grupo—, el francés estudia las lÃneas de errancia del discurso, que, como una barca que ha apagado su motor, esboza un recorrido a través de su propia deriva.
“Vivimos en una crisis de presenciaâ€, afirma Perejaume, quien ha propuesto un camino de corcho en la exposición. La tecnologÃa, afirma, nos ha alejado del mundo inmediato. La doble piel del corcho nos invita a preguntarnos dónde comienza y dónde acaba nuestra propia piel, según el artista.  El creador catalán, quien conoció el trabajo de Tosquelles precisamente gracias a Angela Melitopoulos, sostiene que el psiquiatra nos ayuda a entender que la acción es previa al pensamiento, y que el pie es, ya, una máquina muy sofisticada que nos enseña el peso de las imágenes.
Antes que leer el mundo, hay que abrir fisuras en el espacio, insistirá Perejaume. Eso es lo que intentó hacer Francesc Tosquelles, siempre poniendo en crisis las disciplinas, juntando y separando los cuerpos, preguntándonos cómo nos conectamos con el paisaje. Y cómo lo podemos seguir haciendo si ya no sentimos las cosquillas que alguien, algún dÃa, nos provocó en la planta de los pies.