Por el momento, el vicio de la lectura está permitido y es, además, uno de los pocos que los poderes públicos fomentan. Paradójicamente, es el más peligroso para los intereses de la clase polÃtica. Mientras se aposenta el olor a desinfectante en las antiguas moradas de los escritores, la higiene gubernamental ha desterrado a la literatura esta imagen: un joven toma notas apresuradamente con una colilla entre los dedos, mientras el humo del cigarrillo se mezcla con el del café, y el café se mezcla con la cerveza en el estómago y la conciencia. Pero como en otros tiempos, las restricciones levantan escamas, y las escamas se convierten en pequeños hatajos de páginas, lanzados como flechas. Regresan, pues, los libelos.
La legendaria rebelión de los fumadores. Julio Fuertes TarÃn (Papel de Fumar Ediciones).
“Cualquier cosa que Greta Santa-MarÃa no pudiera tener le parecÃa una necesidad de primer orden. Eso es la autodestrucción, eso es el demonioâ€.
Papel de Fumar publica, con el aspecto de un paquete de Marlboro, La legendaria rebelión de los fumadores del jovencÃsimo (1989) Julio Fuertes. La distribución marginal de este librito y su escasa tirada deberÃan convertir el ejemplar que tengo encima de la mesa en un objeto de culto. Porque es una novela muy buena. Porque Julio Fuertes tiene una voz perfectamente diferenciada y una forma abrasadora de mirar la realidad. Aunque cuando se anuncia el talento de un nuevo escritor son frecuentes las decepciones, cuando uno lee a Julio Fuertes se alegra por encontrar algo que no existÃa.
“Mi padre se habÃa muerto y yo esperaba que todo el mundo me perdonara todo. Nunca rompà un vaso contra la pared ni dije una palabra más alta que la otra, pero me acosté con la novia de mi mejor amigo y pensé que la balanza estaba aún equilibradaâ€.
La novela tiene pocas páginas y es, como tantas otras, un ejercicio de solipsismo. El intento (irónico, despiadado) por narrar lo que se sabe del mundo a los 20 años. Si el ejercicio logra convertirse en una verdadera obra literaria, no es sólo porque Fuertes sepa defenderse: “Quise preguntarle si creÃa que tenÃa razón en todos los ámbitos y materias sólo porque su organismo habÃa permanecido activo más tiempo que el de otras personas.†No, es también porque la rebelión que da tÃtulo al libro, que emprende el protagonista, narrador y, (esto es sospecha mÃa), escritor de la novela, triunfa y queda reflejada en el texto.
“Hay veces en las que Dios se pone realmente metafórico, ridÃculoâ€.
La legendaria rebelión de los fumadores es la última que lleva a cabo una generación hastiada y desconectada de las viejas consignas de sus padres y sus hermanos mayores. El derecho a fumar no es, en absoluto, una protesta vana. La singularidad del punto de vista del protagonista y la crudeza con que es capaz de acercarnos a los viejos temas de la literatura (el amor, la dignidad, la supervivencia) elevan esta aparente pataleta a la categorÃa de causa. Por qué, o cómo se logra, es algo que el lector deberÃa empezar a buscar en las páginas.
Grandes borrachos daneses. Ignacio Vidal-Folch y Lars Bang Larsen (Alfabia).
Quien adivine qué se proponÃa Vidal-Folch cuando escribió este libelo, de bordes redondeados y 111 páginas en octava, posiblemente no haya conseguido nada o haya bebido demasiado. Lo que se propone en el libro, esto es algo más presumible, es un viaje por Dinamarca de botella en botella y de borracho en borracho.
“-Servicio de bar, ¿desea beber algo?
-¡Qué demonios! ¡SÃ! ¡Whisky con cerveza!
-¿El whisky lo quiere sencillo o doble?
-¡Triple!â€.Después de una grandiosa borrachera, el paciente pasa por las fases de la resurrección y, mientras el agua copiosa apaga las brasas de la resaca, se supera el arrepentimiento y se celebran las anécdotas. Leer este libro es bastante parecido a beber sin ton ni son. Deja resaca, sobrevive al arrepentimiento y queda en la cabeza una graciosa colección de risas absurdas. Hay que ser mamarracho para ponerse a pensar por qué alguien debe o no debe leerlo, para escribir este texto. Su valor es exactamente carecer de él. Asà que recomendarlo serÃa como darle cerveza a un niño, pero ¿acaso no es deliciosa la cerveza?
“¿Cómo podrÃa uno, en esas lamentables islas batidas por el viento, islas de arena y yeso, tener algo más que SED?â€.
PodrÃamos embotellarlo en la categorÃa de libros de anécdotas y personajes, pero el hecho de que a Vidal-Folch le acompañe un ente de ficción en la escritura hace sospechar que las historias pueden ser también ficticias. ¿Mienten los borrachos o dicen la verdad? De cualquier forma, está escrito con tal grado de ironÃa, con tanto cariño (beodo) por esos grandes borrachos daneses, que uno, al final, quisiera ser danés. Leer este libelo provoca, aparte de embriaguez, un extraño patriotismo extranjero.
Del placer y del vicio de fumar. Italo Svevo (Gadir).
En una época en que convivÃa con el escritor Manuel Astur en un piso, los vicios se sucedÃan y eran reinventados casi a diario. Recuerdo un penoso lance que sirve como ejemplo para escribir sobre la psicosis a la que podemos llegar los fumadores: pelear por unas colillas. HabÃamos ido acumulándolas en un cenicero de grandes dimensiones, cuando nos quedamos, ambos, sin dinero. La necesidad de fumar convirtió las colillas menos gastadas en pequeñas piezas de la discordia, y Astur y yo tuvimos que luchar por hacernos con las que contenÃan más tabaco. Si el poeta danés del libro de Vidal-Folch se preguntaba qué es la sed, Italo Svevo se pregunta cuál es el placer que encontramos en fumar. Y como esas colillas apetitosas para el que está sediento de humo, asà son los fragmentos reunidos en Del placer y del vicio de fumar.
“Estoy fumando el último cigarrillo como premio por no haber fumado hasta ahoraâ€.
Que el fumador, por vicioso, es débil, lo sabÃa ya Italo Svevo. Lo que humea en sus páginas es el cigarrillo mejor preparado, la planta de tabaco más exquisita. Fumador empedernido, Italo Svevo escribió sobre el tabaco de tal forma que ningún anti-tabaco se echarÃa las manos a la cabeza. Fumar se convierte en un acto de celebración del yo, una gesta heroica y habitual de desprecio ante la muerte.
“¿Qué vale la vida? Nada. ¿Y no son la salud y la inteligencia parte de la vida? Fumemos en pazâ€.
Aprendemos también en estas páginas que los enemigos del vicio existÃan ya a finales del siglo XIX y tenÃan argumentos muy parecidos a los que en nuestro tiempo han ganado la batalla. Fumar ya era entonces una costumbre nociva “para usted y los que están a su alrededorâ€, una inspiración mortal “fumar mataâ€. De la misma manera que Fernando Savater lo hace en el prólogo, contra los mismos argumentos higiénicos se lanzó el irónico Svevo. La colección se compone de muy diferentes piezas de artillerÃa: desde un artÃculo publicado en L’Independente donde fumar es, como teoriza Julio Fuertes, un refuerzo del yo y un acto de individualismo sagrado, hasta la muy contradictoria colección de cartas a su esposa, en las que Svevo intenta hacerla creer que dejarÃa el tabaco. Una colección de genialidades que demuestra que el vicio de fumar asemeja al común de los mortales con los genios y, al mismo tiempo, el placer que encuentra en ello los distancia.
Juan Soto Ivars
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