Victoria Lomasko no lleva bien el confinamiento. La artista rusa necesita salir a la calle para “cazar escenas†que luego plasmará en sus novelas gráficas y en sus inmensos murales. De su proceso de creación, y de la situación que vive su paÃs, ha conversado con la traductora Marta Nin, coincidiendo con la publicación del libro Altres Rússies (Godall Edicions), en uno de los muchos debates online que ha convocado durante la emergencia sanitaria el Centre de Cultura Contemporà nia de Barcelona.
Hija de un artista que sobrevivÃa ilustrando la propaganda soviética en la que no creÃa —su padre siempre intentó que ella fuera pintora, pese a que siempre quiso ser poeta—, Lomasko ha sido capaz de recuperar la técnica tradicional de dibujo que se practicaba en el Gulag. Lo ha hecho, primero, a través de reportajes gráficos que ponen voz y cuerpo a colectivos especialmente invisibilizados en Rusia. De hecho, el libro que ahora se puede leer en catalán, y pronto en castellano, es el resultado de muchos años de trabajo de calle ,y está dividido en dos partes: Invisibles y Enfadados.
“Rusia es un paÃs invisibleâ€, insiste durante la conversación con su traductora, Marta Nin. Victoria Lomasko explica que en 2008, en un periodo de cierta estabilidad, se vivÃa bien, en términos generales, en Rusia. Sin embargo, ya entonces hay una brecha, una separación, entre generaciones y entornos culturales. Su intención ha sido siempre hacer un lienzo más grande del que ofrecen los medios oficiales. Pero es en 2012 cuando las manifestaciones pacÃficas inundan el paÃs. Entonces, el silencio de los periódicos y televisiones es, ya, ensordecedor. Es cuando intensifica su trabajo como cronista de las protestas, y de ahà nacen las principales imágenes de Altres Rússies.
“Cada multitud tiene un aspecto distintoâ€, afirma Lomasko, que intenta atrapar el espÃritu especial de cada revuelta en su trabajo. La masa está compuesta por individualidades, aunque demasiado a menudo lo olvidemos. Pero en 2016 el paÃs da otro giro, y comienzan a aparecer nuevas leyes que persiguen “la instigación a las autoridadesâ€. Aunque la creadora se queda en Rusia, tiene que publicar en el extranjero. Reconoce que la novela gráfica “no crea tanto escándalo†como la música o el cine, pero la arbitrariedad del gobierno es impredecible, sostiene. Aún asÃ, no le gusta nada que la etiqueten como “activista†o “feministaâ€. Es las dos cosas, claro que sÃ, pero “el artista tiene que dar a la gente una vÃa de escape, y tiene que ser algo más que un retrato del problemaâ€. El artista, añade, más allá de afirmar qué es lo bueno y qué lo malo, “tiene que ser lo más libre posibleâ€.
Los temas de Victoria Lomasko se nutren de la vida que le rodea. Por eso, considera que el paso del reportaje gráfico al mural es una consecuencia lógica. Cada vez está más interesada por las nuevas generaciones rusas, cuyos diálogos —que ella escucha con tanta atención como discreción— giran alrededor de la teorÃa queer, del ecologismo o el veganismo, conceptos que sus colegas no usaban ni en su trabajo ni en sus cÃrculos de debate y reflexión.
Ese cordón umbilical entre generaciones, también invisible, pero mucho más fuerte de lo que algunos creen, es el que simboliza en sus piezas con ramas y raÃces, que van tejiendo la visibilidad de lo oculto en medio de manifestaciones y antidisturbios. Lomasko ironiza diciendo que es “la última artista soviética†porque nació, creció y se formó en un entorno que ya no existe, pero que ahora puede evocar desde la actualidad, desde el diálogo entre imágenes y textos. Nunca renunció, de hecho, a la escritura. Y en el mural ha encontrado, finalmente, una “poesÃa petrificadaâ€. La de una Rusia en perpetuo movimiento.