Habrá que seguir con lupa los movimientos que, desde ahora, realice el señor Antoni Comas, nuevo presidente de la Federación de Gremios de Editores de España. Por el momento, comienza a adoptar el mismo discurso que tantos dolores de cabeza le está dando a la SGAE. Es decir, si el sector del libro sufre una crisis, es por culpa de la piraterÃa.
En declaraciones a Europa Press el señor Comas abre la caja de los truenos y afirma, como también lo ha hecho en el diario El Mundo, que una de sus principales preocupaciones es la descarga ilegal que, según manifiesta, «puede acabar con la industria del libro».
Todo es discutible, por supuesto. Lanzo aquà varias consideraciones, algunas de las muchas que se me ocurren:
1. Según las cifras barajadas, en 2010 la venta de libros en España habrÃa disminuido en un 4% respecto a años anteriores, lo que podrÃa enmarcarse en la tendencia que afecta al resto de sectores industriales debido a la recesión económica internacional. Pretender achacar el descenso de facturación a la piraterÃa es un despropósito. Se venden menos libros porque se vende menos de todo. Aunque se pretenda lo contrario, la crisis afecta también a los bolsillos de los ciudadanos. ¿Cómo se explica que el número de usuarios de las bibliotecas haya aumentado una media del 50% en todo el territorio nacional? Quizás sea porque los habituales compradores de libros han visto disminuido su poder adquisitivo, inclinándose por el servicio de préstamo. O a lo mejor es que nos ha entrado una fiebre y ahora todos somos tacaños. O piratas. En la escala de valores, la cultura no es un bien de primera necesidad. Menos, cuando apenas hay recursos para cubrir otras, vitales para la supervivencia.
2. En España se ha pretendido instaurar el libro en soporte electrónico a través de plataformas que gestionan su distribución, con el fin de no romper el equilibrado sistema alimenticio de la cadena industrial (en este asunto los impresores no tienen nada que hacer, pero los distribuidores pretenden mantener su lugar). Libranda anunció en octubre la disminución de su oferta, limitando el número de tÃtulos previstos. Esta decisión, se entiende, vino dada por las ridÃculas cifras de ventas obtenidas, la dejadez de las librerÃas asociadas, las dificultades a las que se ven sometidos los usuarios para acceder a la compra y los desorbitados precios, en ocasiones incluso por encima del mismo tÃtulo en su edición impresa. Otras plataformas, como Leqtor o Amabook, mantienen polÃticas similares, aunque ha sido la primera, por las expectativas generadas y número de editoriales que la integran, la que peor imagen ha logrado.
3. En tiendas virtuales, se están ofertando obras clásicas libres de derechos a precios económicos. Curiosamente esas obras, en su mayorÃa, vienen cargadas por defecto en los dispositivos eReader, o se ofrecen en descarga legal y gratuita. ¿Tiene sentido venderlas? ¿Por qué no utilizan los recursos empleados en esas ediciones para otras que no están a la venta y se están solicitando?
4. Tanto el señor Antoni Comas como otros profesionales justifican el alto precio de los eBooks por el IVA que deben soportar (18% al considerarse producto electrónico, frente al 4% aplicado al producto cultural), «olvidando» que ese IVA se le aplica al precio base «siempre decidido por el editor» (lo entrecomillo por el motivo que entenderán más adelante). Si el precio base es alto, más lo será el que se deba abonar al aplicarle el IVA correspondiente. Es correcto reclamar el 4%, pero tampoco estarÃa mal que ese impuesto se cargara sobre una cifra base inferior a la del libro impreso ya que los costes de producción, no nos crean tan ilusos, es menor.
5. Los derechos de autor siguen siendo uno de los principales escollos para ofrecer eBooks a precios competitivos. Y también para frenar la piraterÃa. En la pasada edición de Kosmópolis un editor justificaba el precio de los libros electrónicos y el escaso poder de maniobra para realizar ofertas en el PVP afirmando que las agencias no permitÃan rebajar los precios (¡!). SabÃamos que las agencias tenÃan un gran poder en la industria del libro, pero si están interviniendo también en los precios de venta al público, efectivamente, señor editor, tienen ustedes un grave problema del que difÃcilmente van a salir si no toman la opción que muchos sellos están considerando: dejar de negociar con ellas los derechos de los autores y saltarse al intermediario o publicar a escritores sin agente. Los hay. Y buenos. Pero si no tienen manera de emprender esa aventura, no nos hagan vÃctimas de sus conflictos. Ustedes han hecho fuerte al «enemigo».
6. La piraterÃa de libros existe desde mucho antes del lanzamiento de los soportes electrónicos. Y, hasta que no se empezó a comercializar en España, nadie habÃa dicho nada ni se habÃa perdido dinero. La mayorÃa de las obras pirateadas no se están ofertando de manera legal, por lo que no hay competencia que valga. Si la obra está disponible en la Red, ¿no es lÃcito que alguien que ha comprado un dispositivo pueda utilizarlo leyendo lo que buenamente pueda? No, claro.
7. Desde hace tiempo se están lanzando avisos para que la industria del libro no cometa los mismos errores que han hecho de las de la música y el cine un auténtico campo de batalla contra los clientes finales. Ni caso. El discurso del señor Comas tiene el mismo tono amenazante con el que comenzó a insinuarse el señor Bautista, presidente de la SGAE. Si el camino va a ser el de proponer un nuevo canon similar al que ya conocemos (y declarado ilegal por el Tribunal de Justicia de la Unión Europea) no esperen que quienes hasta ahora han sido sus amigos y consumidores se queden con los brazos cruzados.
8. Y ya puestos en el asunto del canon, no estarÃa mal que en el debate intervinieran los fabricantes de soportes y dispositivos, ya que los productos tecnológicos (desde el escáner hasta los discos duros, operadoras de telefonÃa, sistemas operativos, eReaders, etc.) facilitan la labor del pirata. El eBook, en este momento, está considerado uno de estos productos. A ver si van a tener que enfrentarse ahora con quienes han de compartir la tarta, perjudicando a una industria a la que deberÃan tener como aliada.
José A. Muñoz
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