Entrevista a Fatos Kongoli: Vicisitudes de la soledad

Vengo de leer, sin pausa por el interés que me ha merecido su lectura, los libros del autor albanés, poco conocido en España, Fatos Kongoli (Elbasan, 1944). Y ahora considero que es uno de los mejores escritores europeos actuales, razón por la cual creo que su obra es merecedora de mayor atención y conocimiento. Con tal intención quisiera hacer algunas consideraciones que, ojalá, sirvan para provecho del lector, ello después de formular aquí mi gratitud y reconocimiento a su traductor, Sanchez Lizarralde, que, a mi entender, nos ha trasladado una versión muy pulcra y cuidada de los libros Piel de perro, La vida en una caja de cerillas y Bolero en la villa de los viejos que son los títulos que la editorial Siruela ha puesto hasta ahora en el mercado, y a cuyo contenido me he de referir en las preguntas que he formulado al autor a propósito de su obra.

¿Estamos ante un texto desnudo, ante una literatura ‘en blanco y negro’ sin más? No lo creo.

Quiero comenzar advirtiendo que pudiera parecer una crónica muy elaborada, no ya del dolor humano sino de la condición de perdedor. Lo extraordinario es, no obstante, hasta qué punto la historia de alguno de los seres humanos que ‘viven’ en estos títulos, sirve, al final, como el elaborado entramado intelectual-literario a favor de la dignidad de esos seres. Es así que el perdedor no genera rechazo, sino comprensión. Y la palabra ‘humillación’, expresión que aparece repetida en una u otra obra, lo mismo que ‘sopapo’, o ‘puta’ (o la figura del espejo, o el hecho de llorar a solas) tal vez no sean sino el trasunto verbal en favor del hombre –o la mujer- solos, que, a través de los avatares de la vida, asumen su dignidad de solitario; aceptan desde un principio esa certeza: y en ello la condición de perdedor. Pero no para la sumisión, sino para la reivindicación, al fin, de su propia identidad.

A veces, es verdad, esa especie de heroísmo trágico se asume a través de un apartado y silencioso suicidio (que delata de una manera cruda la incomprensión de los otros, la injusticia hacia los débiles; por ejemplo el caso de la hija de Liza en Piel de perro) pero otras, como en el caso de la cuidadora –de nombre impronunciable-  en Bolero, sirve para recuperar su libertad, su esencial identidad, aunque sea a costa de dicha soledad. Por no citar el caso de Kristo, el narrador-protagonista de la primera obra citada, y su asumida dependencia, o la aceptación de su fracaso.

Me llama la atención, de otra parte, la presencia siempre en estos libros -a veces de una manera implícita y otras explicita-, de un poder político opresivo como referente de una realidad social. Casi siempre aparece la figura de un intelectual purgado bajo la actuación de un régimen represivo. Es el equivalente a la presencia de ese Gran Hermano orwelliano  como argumento político, como telón de fondo.

El texto literario, no obstante, aún bajo la presencia de estas connotaciones oscuras que parecen delimitar un entorno social asfixiante, no cae jamás en el recurso trágico más o menos emocional por premeditado, no (ya lo he dicho, no estamos ante una literatura ‘en blanco y negro’ sin más; no lo creo). El texto posee unas características técnicas y estéticas que preludian, a mi modo de ver, perdurabilidad literaria: una argumentación viva, perfectamente ensamblada en escenarios y personajes; una introspección psicológica de la soledad inusual por brillante; numerosos matices para una exposición de la idea del amor, ya se exprese éste como sentimiento o como relación física.

Un lenguaje rico, sobrio, vinculante siempre con el lector por oportuno. Y, lo que resulta más curioso y, si acaso, conmovedor, un guiño siempre al sentido del humor, muy bien ubicado en las circunstancias de lo narrado. Se trata de un discurso literario elaborado con firmeza y rigor, un texto tallado sobre material noble. De ahí su vigencia predecible por cuanto, en el fondo, el protagonista es siempre, objetiva y estéticamente, el hombre y su circunstancia, el hombre consciente y las vicisitudes de la vida diaria. Y digo hombre como podría decir mujer, pues la figura femenina es un elemento esencial en su obra.

Puestas de manifiesto tales consideraciones en mi condición de lector y crítico, formulo al autor algunas preguntas que, creo, puedan ayudarnos a entender mejor un discurso literario tan estéticamente destacado y sugerente.

Fatos Kongoli (foto: Ediciones Siruela)

¿Otorga usted alguna preferencia a la figura del hombre o la mujer en su obra? ¿Hay algún rasgo distintivo, psicológico o personal, que propicien su voluntad en la elección?

Verá, cuando decido ponerme a trabajar en una novela lo primero que preciso es ‘ver’ los personajes, hombres o mujeres, si bien no todos los personajes, eso sería imposible.

Pienso que escribir una novela es, esencialmente, contar una historia, concretamente la historia de esos personajes elegidos con sus peculiaridades psicológicas, físicas. Pero al final no todo resulta tan sencillo y me atrevería a decir que la  propia elección de los personajes puede resultar a veces, en verdad, una mera cuestión de suerte.

¿Acepta que uno de los temas, más o menos explícitos en su literatura, sea el de la soledad del hombre?; entiéndase genéricamente, esto es, el ser humano como tal. Y aquí creo que no estaría de más recordar la obra de escritores como Musil o Pessoa.

Le confieso que, desgraciadamente para mí, nunca he leído a Musil. He tenido la suerte, sin embargo, si bien muy tardíamente, de descubrir a Pessoa (¡más vale tarde que nunca!). Cuando, hace tres o cuatro años, me encontré con una versión del Libro do desasossego traducido al francés padecí un verdadero shock. Y sentí una cierta sensación de amargura por el hecho de haber llegado a este autor demasiado tarde, sin embargo había descubierto el mundo de Pessoa, y eso era maravilloso.

Respondiendo al sentido introspectivo de su pregunta, le diré que la mayoría de mi vida ha transcurrido bajo una de las dictaduras más feroces del antiguo comunismo, y en tal sentido no quisiera extenderme ahora. Sí decirle que, en efecto, la soledad del hombre constituye para mí un tema clave. Es un tema que me ha atraído y me atraerá siempre.

¿En qué medida considera que las peculiares circunstancias políticas por las que atravesó Albania han sido determinantes en el contenido de sus novelas?

La política como tal no me interesa. Por eso yo no diría que mis libros sean políticos, ahora bien, es indudable que la política constituye, más o menos veladamente, el escenario de fondo de mis libros. Como autor lo que me interesa es la actitud del ser humano bajo los acontecimientos políticos: el clima social que se crea, el efecto psíquico que ejerce en la gente un determinado régimen, sea dictatorial o no, pasado o presente… Y el contenido del libro depende en mayor o menor medida de todos estos hechos.

¿Existe, en su voluntad como escritor, señalar (o, incluso, destacar) la reivindicación de la dignidad del individuo? Sobre todo, digamos, como sujeto social en circunstancias difíciles.

Podría decirse que, en general, los personajes de mis libros son individuos que viven un tanto al margen de la sociedad. Padecen la opresión, la injusticia; de algún modo son los pecadores, o se consideran como tales. Ahora bien, ello es lo que les lleva a tener un alto sentido de la dignidad y se esfuerzan en conservarla. Es más, están convencidos de la necesidad de esa dignidad aún en las condiciones más difíciles.

Parece como si tuviesen siempre el deseo de confesarse. Ellos no tienen miedo de hacerlo, convirtiéndose así, voluntariamente o no, en los verdaderos acusadores de la miserabilidad humana. Tal es lo que he pretendido poner de manifiesto en mis libros.

¿Qué diría de su recurso, más o menos expreso, al sentido del humor (a la ironía) dentro de la trama, tan seria, de su discurso, de sus planteamientos éticos?

Es una satisfacción para mí el que haya advertido el sentido de la ironía en mis libros, lo que se manifiesta a través de un cierto sentido del humor; un humor negro, sin duda. La explicación es bien sencilla: mis personajes tienen un sentido muy desarrollado del ridículo. Ironizan sobre ellos mismos y sobre el mundo. Así la vida se torna más sencilla, más fácilmente soportable, a pesar de los sufrimientos.

Me llama la atención, también, como lector, su pericia para aludir a los detalles, algo que ayuda a centrar la atención y fijar el discurso. Esto es algo que se le atribuye a la obra de Nabokov como un don. ¿Valora usted la alusión al detalle como un referente para una mejor lectura de su obra?

Lo que llamamos pequeños detalles nos permiten decir mucho acerca del personaje y su vida. Ahora bien, hemos de considerar que existen particularidades de la creación que el propio autor sería a veces incapaz de explicar del todo, lo que daría la razón a los que opinan que la creación tiene mucho de proceso metafísico…

Uno escribe sin ser totalmente consciente del contenido de su discurso, de lo que hace y cómo lo hace. Hay cosas que uno escribe sin pensarlas de antemano en el sentido estricto de la palabra. De ahí deriva lo que se define como estilo, a sabiendas siempre de que son los otros los que captan las peculiaridades estilísticas de uno, si es que se puede hablar de estilo en este caso. Incluso muchas veces pienso que uno crea de una manera más bien inconsciente; eso es lo cierto.

Redactando este texto he podido saber que no hace mucho acaba de presentar usted su autobiografía. Dígame, por favor, ¿hay algún motivo especial para que haya sido Tirana, ciudad que suele ser una ubicación preferente en sus novelas, el lugar elegido para tal presentación? ¿Considera que existe, en la vida del autor, un momento oportuno para decidirse a reflexionar acerca de sí mismo? Me atrevo a considerar, en fin, que, en buena medida, cada uno de los protagonistas de sus novelas hayan dejado entrever ya al protagonista de esta su autobiografía.

No hay ninguna razón especial para haber elegido la capital de mi país, Tirana, para la presentación de mi autobiografía. O, si acaso, una: toda mi vida ha transcurrido en Tirana. Por lo demás, confirmarle, como no podría ser menos, que, en efecto, todo yo, toda mi vida está necesariamente repartida entre mis personajes. Es decir, siento que todos mis personajes me comparten.

Por fin, ¿prepara usted alguna nueva novela? De ser así, ¿se tratará de un protagonista que sufra por amor, que ansíe y espere como actitud? ¡Es un rasgo motriz que nos ha hecho llegar hasta ahora tan delicadamente en sus argumentos!

Sí, estoy en el proceso de escritura de una nueva novela, pero no quisiera vender la piel del oso antes de cazarlo. Le confieso que tengo miedo al lector, que no perdona si uno se reitera. Por el momento mi preocupación es salir bien librado de este riesgo, algo que me ha obsesionado siempre como una espada de Damocles, y que me ocurre cada vez que comienzo a escribir un nuevo libro.

A veces, la obra de Fatos Kongoli, de una clara reciedumbre constructiva, semeja o se aproxima al ensayo. O al relato social. ¿Tal vez el sustrato que sustenta sus obras tiene que ver con lo que se ha venido en llamar metaliteratura, tendencia propia de los autores de la Europa del Este, donde el protagonista siempre es el hombre que piensa y reflexiona, pudiendo derivar de ello no solo su condición ontológica sino su esencial autonomía intelectual?

Al fin, sea como fuere, a mi entender estamos ante un ejemplo de buena literatura. Compruébelo el lector personalmente; a buen seguro que no quedará defraudado.

Ricardo Martínez
www.ricardomartinez-conde.es

Ricardo Martínez

Nació en la aldea de Aldariz (Sanxenxo). Realizó los estudios de Filosofía y Letras en la Universidad Complutense de Madrid. Colaborador en prensa y revistas especializadas, desempeña su labor profesional como Técnico en la Consellería de Cultura (Xunta de Galicia) donde coordina la web 'Autores galegos'. Es premio Bensaque de Poesía, Reimóndez Portela de Periodismo y Diploma de Honor en el concurso internacional de Relato Breve Jorge Luís Borges. Foto de autor: Santos Díez (Ollo de Vidro-ACAB).

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