A Fogwill lo conocà en un viaje a Buenos Aires en mala compañÃa. Le conocà literariamente, no bÃblicamente ni personalmente. Entré en la librerÃa Galerna y pregunté por escritores argentinos a los que habÃa que leer, “Fogwillâ€, me dijo el hombre de la librerÃa como si estuviera ensayando la respuesta desde hacÃa tiempo, como si anduviera esperando que un panameño lector le preguntara eso. Compré Los pichiciegos, la cual leà y que después me robaron. Las malas compañÃas. Desde esa época hasta ahora le habÃa seguido la pista literaria y habÃa leÃdo últimamente que andaba metido en dos novelas a la vez, un tipo lleno de vitalidad al que vi retratado subiendo una pierna por encima de la cabeza demostrando flexibilidad a sus años.
Pero en lo que no fue flexible nunca fue en su manera de ser y de venderse. Como experto en marketing se fraguó una imagen que acompañara su obra literaria y que le generó más problemas que alegrÃas. Pero para él, seguro, la alegrÃa era escribir, la verdadera persona del escritor residÃa en sus textos.
Poeta, ensayista, cuentista a ratos y novelista, su apuesta más acertada que acaba de reeditar en España Periférica es Los pichiciegos (entre otras) que tengo ganas de releer y comentar. Una obra centrada en la guerra de las Malvinas y que sorprenderá a más de uno que no la haya leÃdo.
Como he dicho en otra ocasión, el silencio de su obra en España ha sido roto por Periférica y por Alfaguara, que le ha publicado sus cuentos completos, una delicia para los buenos lectores y una excelente puerta por la que meterse en el universo de un escritor que mereció más seguidores y que los tendrá a pesar de que ya no esté. Nos queda su obra y el recuerdo de un tipo genial e irrepetible.
Pedro Crenes Castro
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