André Thérive, lingüista, prologuista, biógrafo, crÃtico literario fue un intelectual francés que nació en el siglo XIX, (1891) y desarrolló su amplia biografÃa en la primera mitad del siglo XX. Vivió un momento importante en la literatura, cuando Francia intentaba recuperar el peso de la intelectualidad de Europa, en un perÃodo, el de entreguerras, que fue muy fructÃfero por el debate de posiciones polÃticas, crÃticas y filosóficas que arrastró el enorme desencanto y la náusea frente al aburguesamiento y mediocridad que envolvÃa entonces a la República. Visto desde el siglo XXI, mucho más avanzado en tecnologÃa y mediocridad, quizá estos autores no llamarÃan al ahora náusea, sino puro vómito bilioso.
La necesidad de un giro drástico y profundo supuso casi una lectura anticipada del existencialismo, que comenzaba a determinar la literatura y sus personajes, con un enfoque impregnado de un escepticismo racionalista más concreto. En 1929 Thérive creó, junto a otros intelectuales, la “Escuela populistaâ€, movimiento contra la literatura que consideraban “aristocráticaâ€. Se enfrentaron a todo un lenguaje pasado de moda que se habÃa olvidado de la verdadera vida interior de la gente. En 1931 este grupo populista decidió dar un premio anual, aún vigente (el Premio de Novela Populista).
La novela de André Thérive que acabo de finalizar, escrita en 1936, forma parte de ese movimiento populista, y sin embargo esconde numerosas tesis, afirmaciones y guiños acerca de lo que el mismo autor criticaba, la obra “intelectualâ€. Como un ladrón es una novela perfecta, es literatura consagrada, es como la mejor pastelerÃa de la abuela, consistente, sabrosa, bien cocinada, alimenticia, un pedazo de paraÃso, sin colorantes ni conservantes, como no sean los propios del virtuosismo y el apasionamiento literario.
Ha sido un alborozo leer las cuitas de un antihéroe tan «rarito» como el sexagenario Hippolyte Messay, en un ParÃs que cruza al siglo XX con pretensiones de convertirse en la gran urbe europea modernista, que no obstante Messay/Thérive ven como “un ParÃs sombrÃo y sucio; mariposa de los azules picos de gasâ€. Una novela cuanto menos curiosa en su lenguaje, en su argumento, a primera vista sencillo, complejo en cuanto entramos a trapo. PodrÃamos decir que todo el volumen exhala nihilismo en cascada, y presume, a su vez, de un carácter dostoievskiano, tal es la comparación que se ha hecho con “Memorias del subsuelo†del autor ruso.
No cabe duda que el lector español encontrará ciertas similitudes con otro escritor español de agónica existencia, Unamuno, y en muchas de las esquinas del libro creerá estar ante una obra del huraño escritor vasco: “ Todo lo que es tiene como fin el dejar de ser un buen dÃa, y me parece lamentable que en cada trozo de materia haya un ansia de existir†(…) «Novelar es una de las enfermedades que engendra la soledad. Un viejo seco y gruñón como yo…†. Sin embargo Thérive aporta unas notas de optimismo en estas memorias que no acaban de hundirse en la ciénaga, aunque lo pretendan. Llegamos a una conclusión clara al final del libro, y es que a pesar de la dureza del vivir, de ese pecado existencial contra el que no hemos tenido voz ni voto, hay que seguir adelante, aunque la muerte esté al acecho, más que como una guadaña cadavérica y esperpéntica, como un ladrón bajo los ropajes de la sorpresa.
“Estoy muerto desde hace tres dÃas e incinerado desde esta mañana. Ni siquiera se han repartido esquelas. ¿Quién querrÃa pagarlas? (…) He escrito estas palabras con lentitud y con sangre frÃa, como si se tratara de una broma amable que me gasto a mà mismo…â€, asà comienza Como un ladrón.
A pesar del empuje nihilista del que hablaba, vuelvo a repetir que no es ni por asomo una novela oscura, ni marrón oscura, ni azul oscura. Encierran mucho más vitalismo del que aparentan estas memorias que pretenden ser una despedida de la vida, y que tiene momentos de humor a ras de entresuelo. Y es que resulta en cierta forma tronchante ver a este bicho raro, hombre solitario y escéptico, maniático (archiva hasta el más mÃnimo recuerdo) y poco o nada ambicioso. Aburrido, asexual, con pizcas de misoginia y faltón arrogante, si bien esto último sea más de pensamiento, puesto que la educación hipócrita-social la tiene Hippolyte bien aprehendida. Con estas credenciales es de toda lógica que sea confundido por un sacerdote por compañeros, vecindario y conocidos, algo de todo punto en las antÃpodas de su pensamiento. Alrededor de este malentendido se sustenta la trama sobre la que se desarrolla el argumento, con alguna que otra intriga, y acompañado de personajes que le suavizan la amargura de su existencia, como Laura Pernez, una mujer de mundo que aporta al «sacerdote» una compañÃa entretenida.
En definitiva una obra altamente recomendable para posar los ojos en buena literatura, con un trabajo de traducción soberbio, (Ricardo Cid Cañaveral). Conviene remarcar lo valiente de una editorial, Veleció Editores, que apuesta por sacar a la luz tan soberbias obras en los tiempos que corren.
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Blanca Vázquez
El gusanillo de los libros
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