La constante económica, por José Luis Amores

Imposible no sentirse afectado por la situación. Material, mental, directa, indirecta, física, anímicamente. Cuando las acciones de Astroc cayeron de aquella manera tan espectacular en verano de 2007, después de haber subido de manera tan espectacular y, se sabía y luego se confirmó, artificiosa, se supo, pero no se quiso reconocer, que era el momento de plegar velas y salir por piernas de allí, de aquí, en definitiva de cualquier lugar y condición sujeta a las locuras de algo llamado “mercado”. Tonto el último, idiotas todos. El mundo nunca fue un lugar seguro.

Hoy el artífice de aquellos dientes de sierra acumula nuevas fortunas en Brasil, país antaño refugio de huidos de la justicia y de las vendettas (léase El socio, de John Grisham). Quienes se quedaron se arrastran por entre un paisaje posnuclear cuyas ruinas se traducen en cifras: números malos, malas previsiones, peor futuro. Se nos cayó el techo encima.

Y el ruido aumenta, y con él la confusión. He leído centenares de artículos, ensayos y libros sobre la Gran Crisis Económica de Principios del Siglo XXI; he atendido a centenares de explicaciones radiadas y televisadas; he asistido a más de una decena de conferencias, simposios, charlas y ponencias; he escuchado miles de comentarios amateur en la calle, en los bares y restaurantes, en las tiendas, en la puerta del colegio, en empresas y organismos afectados y en alguna que se ha visto favorecida, de todo tipo de personas, niños incluso, muchos, no sé si demasiados. Un fenomenal bosque de opiniones, conjeturas, extrapolaciones, acusaciones, defensas, teorías, dogmas, matices, augurios, interrelaciones, protestas, chistes, lamentaciones, etc. Pero ninguna con los huevos y el conocimiento y la fuerza necesarios como la del ínclito Michael Lewis, tan carente de sesgos interesados y nada subjetiva y tan ancha como ancho es ese mundo que vive, padece y se traga esta crisis económica que se ha convertido en ceteris paribus para cualquier asunto que tenga que ver con casi cualquier cosa que afecte a algo denominado humanos.

Visión = Egoísmo

—El valor del metal de una moneda de cinco centavos es de seis coma ocho centavos —dijo—. ¿Lo sabía usted?
No lo sabía.
—Acabo de comprar un millón de dólares —comentó … —: Veinte millones de monedas de cinco centavos.
—¿Ha comprado veinte millones de monedas?
—Ajá.
—¿Cómo se compran veinte millones de monedas de cinco centavos?

Boomerang, Michael Lewis, p. 18-19.

Pongo la tele. El Gobierno prevé un déficit presupuestario para este año del 5%. Los economistas representados por la palabra “Bruselas” piden 5.000 millones más; es decir, menos. El objetivo debe ajustarse al 3%. Gastar sólo un 3% más de lo que se ingresa. Ese es el modelo económico. Si multiplicas en una servilleta manchada de gelatina y chocolate industrial un 3% de déficit sostenido durante 33 años obtienes un burdo y falso 99% acumulado que en realidad es mucho más. Pero ese es el modelo. No pasa nada, ese es el patrón de comportamiento de la sociedad del progreso, del bienestar. 33 años son un largo plazo imposible y desde luego mucho menos concreto y modesto que esos 5% o 3%.

Lewis fue primero a Islandia. Aquel pueblo de pescadores se había convertido de la noche a la mañana en modelo a seguir en el arte de la venta de humo. Pidieron dinero y lo utilizaron en tonterías y lo vendieron un poco más caro y edificaron una monumental pirámide financiera tóxica para media Europa y un buen trozo de los Estados Unidos de América. La idea partió de los tíos islandeses, los he-men cuyas sagas quedaban ya demasiado atrás. Antes héroes sobre papel antiguo y ahora rehabilitados en el único medio que parecía importar, el económico. “Los islandeses pidieron préstamos por un montón de dinero y crearon una prosperidad falsa, importando el futuro al presente. Pero no tanto el futuro verdadero como una grotesca versión de silicona del mismo … Una imagen fugaz de una prosperidad que uno realmente no se ha ganado”, p. 56-57. Suena bastante, mucho, ¿no? Desde los sectores de población más socialmente reivindicativos se pidió conciencia nacional para emular la posterior proeza islandesa de derrocamiento gubernamental y el aparente borrón y cuenta nueva. Pero en realidad sus mujeres acabarán devolviendo el dinero. Aquello no es Grecia.

Grecia = Modelo de Estado

El Estado griego no sólo era corrupto, sino que también corrompía … Todos los griegos, por separado, son encantadores: divertidos, cariñosos, listos y agradables … gente estupenda … [Pero] en Grecia no hay nada más difícil que conseguir que un griego hable bien de un tercero. Cualquier éxito se mira con recelo. Cada cual está completamente convencido de que todos los demás estafan a Hacienda o sobornan a políticos, o aceptan sobornos o mienten acerca del valor de sus inmuebles …  La epidemia de la mentira, la estafa y el robo imposibilita cualquier clase de convivencia cívica … La estructural real [de la economía griega] es un “sálvese quien pueda”. Los inversores le habían metido cientos de miles de millones de dólares a este sistema. Y el boom crediticio había desbordado el país, precipitándolo al hundimiento moral más absoluto. (p. 70-71).

[Suena bastante, mucho, ¿no?]

Después de abandonar Grecia, Lewis fue a Irlanda. Allí el gobierno se tragó, en nombre de todos, y con todos, el otro desastre piramidal de raíz financiera y secuelas urbanísticas del que iban a beneficiarse unos pocos y en el que iban a mojar casi todos. Al final el país entero acabó empapado. Con todo, aquello no es Grecia. Luego fue a Alemania y escarbó. Le ayuda ser quien es, pero resulta sorprendente que personas de cierto nivel se le abran de la forma en que lo hacen, sobre todo si se tiene en cuenta el historial del economista, periodista y escritor. Vittorio de Sica recelaba de Indro Montanelli porque, decía, cualquier cosa que contaras en su presencia podía acabar siendo escrita y publicada y aireada a los cuatro vientos, así que, como escribió Richard Baldwin, autor de la que es considerada la primera novela inglesa, Beware the Cat, cuidado con el gato, que tiene oídos y, además, sabe hablar. Y escribir.

Decía que después viajó a Alemania, centro del ¿particular? (recordemos que el libro se titula Boomerang) maelström europeo y cuyos habitantes mantienen una estrecha relación cultural con la basura, con la mierda —les encanta mirarla y hablar de ella, aunque evitan mancharse las manos con ella—. ¿Centro? Sí (viene una larga aunque crucial cita):

Alemania = Mandíbulas Cuadradas Desencajadas

[Habla Enrik Enderlein, profesor de la Hertie School of Governance de Berlín, sita en la Friedrichstraße, perpendicular a la Unter den Linden (si todavía no conocéis esa zona, ¿a qué esperáis?)].

Todo el mundo pensó que los bancos alemanes eran más conservadores y estaban más aislados del mundo que, por ejemplo, los franceses. Y no era verdad. “Jamás había habido ninguna innovación en la banca alemana. Le dabas dinero a una compañía y ésta te lo devolvía. Pasaron de esto a ser norteamericanos” … Perdieron cantidades enormes de dinero en todo aquello que tocaron, desde préstamos para las subprime estadounidenses hasta bonos del mercado griego. De hecho, una forma de ver la crisis de deuda europea (la opinión del pueblo griego) es que se trata de un sofisticado intento por parte del gobierno alemán en nombre de sus bancos de recuperar su dinero sin informar de lo que se traen entre manos. El gobierno alemán da dinero al fondo de rescate de la Unión Europea, a fin de que ésta pueda darle dinero al gobierno irlandés, de tal modo que el gobierno irlandés pueda darle dinero a los bancos irlandeses para que éstos puedan devolver los préstamos que le han concedido los bancos alemanes. “Están jugando al billar. La forma más fácil de hacerlo sería dar dinero alemán a los bancos alemanes y dejar que los bancos irlandeses quebraran”. (p. 148-149).

[Eso es más o menos lo que se hizo en USA y en España, ¿no?]

Impertérrito, impagable, Lewis no ceja en su empeño de descubrir el origen de todo este tremendo despropósito. Buena parte de la culpa es sistémica: “El sistema financiero global … durante las últimas décadas se ha convertido en … una herramienta para potenciar al máximo el número de encuentros entre fuertes y débiles, de tal modo que los unos puedan explotar a los otros”, p. 153. Fantástico. Pero, como siempre, el principal motivo por el que nuestros amigos alemanes no manden el euro a la mierda y nos abandonen a nuestra suerte es histórico:

Primera teoría

Los alemanes son, en general, gente crédula. Confían y creen. Quieren confiar. Quieren creer.

Los demás no actúan como los alemanes: los demás mienten. En este falso mundo financiero los alemanes son los nativos de una isla protegida que no han sido vacunados contra los virus que traen los visitantes. (p. 166).

Segunda teoría

Para los alemanes el euro no es sólo una moneda. Es un recurso para ahuyentar el pasado. Es otro monumento conmemorativo del holocausto. (p. 167).

Arnold Schwarzenegger (foto: Bob Doran/wikipedia)

Y Lewis regresó a su hogar, a los Estados Unidos de América, y se puso a escribir un libro que tituló Boomerang y al que colocó el siguiente subtítulo-bofetón: “Viajes al Nuevo Tercer Mundo Europeo”. Pero no sin antes introducir una coda made in casa: California, ejemplo resumen de todo lo visto en sus paseos por la vieja y decrépita y arruinada Europa. Allí habló con el ex gobernador Schwarzenegger y visitó algunos ayuntamientos. El actor forzudo no tuvo éxito en aquella ocasión y no pudo contrarrestar las fuerzas de la costumbre: el despilfarro, la cara dura de los funcionarios californianos, sus salarios incomprensiblemente elevados, la monstruosa carga del sistema de pensiones, etc. Conozco el caso casi de primera mano. En 2009 yo trabajaba  descubriendo fraudes tributarios para un puñado de ayuntamientos españoles. El dinero se les había acabado y ahora se hacía necesario echar mano de los bolsillos de los desconsiderados que habían estado ocultando su verdadera riqueza a la comunidad. Huelga decir que, aunque quizá esto no sea del todo Grecia, había bastante trabajo. Y pensé en exportar la fórmula, antes de terminar de vender todo el pescado aquí. Entre otros, estudié los sistemas tributarios locales del Reino Unido, Francia y Australia. Otro de los países candidatos era Estados Unidos. Sus instituciones públicas también tenían problemas. La recaudación del estado de Florida, por ejemplo, estaba en manos de una empresa privada que también opera en España. Saltando de un sitio a otro tuve conocimiento de las siglas IOU, acrónimo de la expresión “I owe you”, “Te debo”, con la que se identificaban los pagarés emitidos por el estado de California. Parecía que trabajar allí para el señor Arnold era sinónimo de no cobrar nunca. (Suena bastante, mucho, ¿no?).

Esto también es literatura. Leed Bomerang: This is not for you.

José Luis Amores
http://bolmangani.blogspot.com

José Luis Amores

José Luis Amores (Málaga, 1968) es Licenciado en Ciencias Empresariales por la Universidad de Málaga. Especializado en marketing, ha fundado varias compañías que después ha vendido a diversas multinacionales. En la actualidad ejerce su profesión como freelance. Ha sido colaborador de Diario Málaga y de la revista Papel Literario.

1 Comentario

Deja una respuesta

Your email address will not be published.

Este sitio usa Akismet para reducir el spam. Aprende cómo se procesan los datos de tus comentarios.

Previous Story

Voces de lo Matricial. Diálogos con Eugenio Trías

Next Story

Cerdos capitalistas, por José Luis Amores

Latest from Reportajes

Chantaje y rescate

Pensadores como Deleuze y Guattari y críticos literarios como Pietro Citati nos descubren las distintas caras

Los relatos reales

Un recorrido por algunas obras del escritor Javier Cercas a partir de la relación entre su

Si un árbol cae

Isabel Núñez convirtió su lucha por salvar un viejo azufaifo en un símbolo literario y de