La espuma de los dÃas empieza por una delirante comedia romántica plagada de referencias paródicas a casi todo lo venerable y venerado, desde Sartre hasta Dios, donde Boris Vian se gusta construyendo una versión paralela de la vida y de ParÃs. Lo único que se le podrÃa reprochar a Vian es que en esta primera parte se gusta tanto que se recrea demasiado en la construcción de ese mundo paralelo, diferente y paródico, pero que incluye demasiados flecos accesorios que retrasan el inicio definitivo de la trama por la que finalmente se decide.
En un mundo extraño en el que de los grifos salen anguilas y truchas, en vez de tener que pescarlas o comprarlas, Colin tiene dinero suficiente para vivir a gusto sin verse obligado a trabajar para nadie y disfruta de ello con su amigo Chick, al que invita a comer las delicias preparadas por su nuevo cocinero a tiempo completo, Nicolas, que además es presidente del cÃrculo filosófico de los amos de casa del barrio, donde se discute la relación entre las teorÃas de Jean Sol-Partre sobre el compromiso –asÃ, en general– con el enrolamiento en las tropas coloniales y con la toma de los amos de casa por parte de los particulares bajo contrato de prenda. Chick (múltiples interpretaciones para su nombre, como debilucho, falto de naturalidad, que se da aires), es un adicto a los libros y a la filosofÃa de Partre, y es incluso capaz de comprar su última obra impresa en papel higiénico continuo. Colin y Chick van a una fiesta de cumpleaños que organiza una amiga de Chick en honor a su perro Dupont, bailan el biglemoi al ritmo de Duke Ellington, casi lo único que Vian se toma en serio, y Colin conoce a Chloé, de la que se enamora al instante. Y con la tonterÃa ya van setenta y pico páginas. Son felices, se casan y se van de luna de miel, donde empezamos a vislumbrar ese otro mundo, el de los trabajadores, sucio y opresor, que no aparece en las bellas calles de ParÃs. Justo cuando la nueva vida de casados empieza, Chloé cae enferma por culpa de un nenúfar alojado en un pulmón; una enfermedad capaz de marchitar todo lo que la rodea, como las flores que Colin le regala. Ahà empieza la segunda parte de La espuma de los dÃas, donde la comedia se ennegrece y la edad adulta llega de golpe, cruelmente. Chick pierde el trabajo y la cabeza por culpa de Partre. Colin se gasta su fortuna, primero en pagar la adicción de Chick y después en intentar salvar la vida de Chloé. Al final tendrá que realizar los trabajos más absurdos y alienantes que pudiera haber imaginado (y que la propia Chloé desprecia) para poder seguir pagando el caro tratamiento para la complicada enfermedad de su amada, además de no volver a tener tiempo para estar con ella. Y Vian consigue mezclar hasta el final, como si fuese fácil, humor blanco, amor y mala leche recalcitrante, dulzura y violencia; y demostrar un especial talento para el golpe de efecto.
Michel Gondry, director, y Luc Bossi, guionista, dejan claro su profundo respeto por la obra original al mostrarnos una gran sala repleta de mecanógrafos que escriben la historia que está pasando. Y cuando Colin irrumpe en la sala para intentar evitar la desgracia, apenas si puede intervenir, como sÃmbolo de lo inexorable del destino de los personajes de Vian, siempre extranjeros e incomprendidos en su propio mundo y, finalmente, solos. El guionista, sabiamente, corta un poco de todas partes sin llegar en ningún caso a roer el hueso. Se podrá criticar que se salte unas cuantas cosas o que no le quite toda la grasa sobrante al inicio de la novela, pero no es menos cierto que era imposible plasmar cada diálogo y cada ocurrencia de Vian en la pantalla. Al igual que la novela, que se va centrando con las páginas, la pelÃcula crece según avanzan los minutos y el último tramo es, simplemente, cine con mayúsculas. Puede que La espuma de los dÃas sea una pelÃcula con defectos, con un inicio demasiado dilatado, sÃ, pero sus aciertos compensan con creces los errores.
Michel Gondry se eleva al cubo para adaptar la imaginación desbordante de Boris Vian y no oculta su firme intención de deslumbrar al espectador con todos sus trucos visuales en cascada, lo cual puede provocar cierto rechazo en aquellos que no sintonicen con su estilo, que de hecho encaja a la perfección con Vian. Gondry, gracias al guión de Charlie Kauffman, firmó una de las mejores comedias románticas de todos los tiempos, The Eternal Sunshine of The Spotless Mind. Con Kaufman también realizó la irregular y loquÃsima Human Nature. The Green Hornet quedará siempre como un encargo para hacer caja. De su propia pluma han salido Be Kind Rewind, La science des rêves, The We and The I, además de documentales y cortos de animación. Todas ellas muestran lo mejor de Gondry, lo buen director de actores que es, su genio visual y su capacidad para poner en imágenes artesanales lo que otros sólo pueden soñar con encargar a un experto en efectos especiales. Sus pelÃculas son, simplemente, preciosas. Su cine es de los más interesantes y recomendables, pero es inevitable quejarse un poco —sobre todo cuando escribe y dirige—, porque nos deja demasiadas veces con la miel de la perfección en los labios, rozando lo cargante y acusando cierta irregularidad en el ritmo narrativo. Tal vez sea el precio de arriesgar. En este caso, el riesgo que toma Gondry en La espuma de los dÃas nos permite disfrutar de una de las adaptaciones más memorables de una novela de Vian, un autor que no podrÃa ser más goloso para el cine; a pesar de que las muchas adaptaciones que se han hecho hayan pasado desapercibidas con el tiempo.
Jesús DÃaz de Lope
[…] La espuma de los dÃas (1947), de Boris Vian […]