Destruir España (Antes de que Ella nos destruya a nosotros) es el primer libro de Javier RÃos, publicado por Los Libros del Lince en enero de 2014. En sus páginas, el sarcasmo y la emoción ejercen de columna vertebral y tienen una clara función: provocar al lector. En él se narra la tragedia de un paÃs, España, a partir de las vivencias y el conocimiento que su autor ha acumulado viajando por sus diferentes territorios. “Este libro es también el relato de este viaje (viraje) polÃticoâ€, dice el autor en la introducción, aludiendo tanto a su enfrentamiento con el territorio, a través de ese periplo, como a su conclusión, un viraje de matiz polÃtico e independentista. Tras la presentación del libro por parte de Javier RÃos en su ciudad natal, Cádiz, charlamos con él en la librerÃa sevillana Birlibirloque.
Si identificamos el problema de España como tragedia, ¿podrÃamos entender la historia que narras a modo de epopeya en la que sufres una catarsis con un desenlace?
Vaya, este es el perfil más literario que se le ha dado al libro. Otras entrevistas han sido enfocadas desde la perspectiva periodÃstica y de actualidad, pero hasta ahora no me lo habÃan planteado desde este ángulo. El libro tiene algo épico, de hecho, para mà ha sido un proceso interno bastante intenso. Al final hay un pequeño capÃtulo que me gusta mucho titulado Tierra adentro en el que muestro cómo he tenido que ir haciendo los sÃmiles con España, dirigiéndome a mis fueros y mi Castilla interior. SÃ, es una tragedia en la medida en la que trato con ese tono el tema de España y el final es muy épico, aunque yo no lo haya vivido como una epopeya. Simplemente he querido escribir mi vida, mi vida corriente, a partir de un empleo por el que viajaba mucho y por el que fui conociendo todo el paÃs, y me permitió ir viendo lo que me gustaba y lo que no de una forma muy sensible. Recuerdo que a veces iba por una carretera y veÃa una urbanización espantosa, con campos de golf y a Pau Gasol en carteles anunciando “Tu mejor inversiónâ€, y me dolÃa. Me recordaba a la frase aquella de Unamuno “Me duele Españaâ€. Asà que quizá sea épico el tono en el que se va desarrollando, sobre todo el final del libro. El personaje central del libro no es España, soy yo, y reflejo un proceso que arranca poco a poco, y que concluye con mi adhesión al independentismo, explicando cómo llego hasta ahà sin ser en absoluto nacionalista. Asà que en todo caso, podrÃa llamarla mi pequeña epopeya, en ese sentido.
¿Buscas la empatÃa con el lector para que este se identifique de algún modo con tus vivencias y conflictos?
SÃ, totalmente. En cierto modo es como lo que narro en los primeros capÃtulos, cuando escribÃa cartas a las oficinas de turismo y no escribÃa “voy a ir a Méridaâ€, sino “voy a ir a Su Tierraâ€, buscando una relación directa con el receptor de la misiva. De hecho, en la presentación del libro que se realizó en Cádiz, me encantó el ángulo que tomó mi presentador (Melchor Mateo, redactor jefe del Diario de Cádiz). Él cogió el libro con un poco de prejuicio, se imaginaba que iba a ser un panfleto independentista y al final contó que se habÃa sentido muy identificado con lo que yo contaba, en la medida en que le habÃan resultado familiares sentimientos y situaciones que expongo. Si bien podÃa estar de acuerdo o no con la conclusión a la que yo llego, sà se sentÃa identificado en el proceso de cómo se pueden llegar a sentir las cosas que narro en relación a España. Ese proceso de conexión con el lector ha sido muy bonito.
¿Cuál es el proceso por el que de la querencia y la crÃtica a España acabas en una posición de negación y ruptura?
Con España como superestructura polÃtica y de gobierno, no con el paisaje, con mis raÃces, con mi gente, con mis comidas y mis escapadas y viajes por todo el paÃs. Con eso no romperé nunca. Y esto sucede en el momento en que -en los últimos años de crisis, con los recortes, con el problema territorial en Catalunya- miro hacia atrás y me doy cuenta de que en los últimos treinta años, que es cuando se deberÃan haber hecho las cosas mejor que nunca, que estábamos de moda culturalmente, que estábamos recibiendo unas cantidades ingentes de dinero, no hemos aprovechado el impulso y me pregunto: ¿Qué hemos hecho? ¿Qué hemos hecho con todo eso? Nos hemos dedicado a pedir créditos, alentados por los banqueros y los polÃticos con mucha falta de criterio y sobrados de desvergüenza, siendo ellos responsables, aunque el español también se dejó la cabeza en toda esta situación. Y hay un momento en que tengo el deseo de romper con España por mi falta de confianza en su regeneración. Yo ya he consumido la mitad de mi vida y no vislumbro perspectiva de que esto cambie. Ojalá cambiara, pero no veo una respuesta social de la envergadura que el problema merece. Puedo distinguir brotes verdes pero que no tienen nada que ver con el tema económico sino con el social, como la Marea Blanca de Madrid y otras similares. En cambio en Catalunya veo mayor implicación, con una fuerza social más fuerte, más organizada y veo que se pueden conseguir cosas, aunque habrá que ver luego qué conseguimos. Y, si bien dentro de la sociedad catalana la vivo con mayor simpatÃa y estoy de acuerdo con algunos, no comulgo todos. Pero ahora es el momento de darse todos la mano literalmente para que se le dé luz verde al proceso que dé pie a organizar nuestras demandas.
En el capÃtulo El corredor del Mediterráneo emerge una visión que alienta a nuevos modelos de solidaridad entre los territorios, subrayando sus potencialidades. ¿Qué ventajas y problemas ves en la configuración actual de España para estas propuestas?
En el libro hago una crÃtica al centralismo de Madrid, pero no una crÃtica a la ciudad o a los madrileños, sino a las superestructuras estatales de un estado que fue concebido para fortalecer un centro que se creó de manera artificial para que todo revierta hacia él. Y, económicamente, es tan evidente que desde Catalunya a AlmerÃa hay un nivel de población y economÃa muy importante, donde no solo hay playas y naranjas, que considero un atraso su falta de conexión. En estos territorios existen importantes industrias de diseño, industrias agrÃcolas, una gran densidad de población que a su vez contrasta con la densidad de población del centro de España, que si le quitamos Madrid, es prácticamente como la de Siberia. Por tanto, la conexión entre esos territorios deberÃa haber sido prioritario siempre, sin necesidad de que tuvieran que decÃrnoslo desde la Unión Europea.
En el capÃtulo Centros expones una crÃtica a cómo el boom inmobiliario ha articulado una nueva visión de la ciudad a espaldas de la convivencia entre ciudadanos y consigues que el lector tenga una visión nueva de su propia realidad haciendo que esta “Súbitamente adquiera un encanto inesperadoâ€.
Le cogà cierto cariño a ciertas poblaciones porque lo son honestamente, porque pervive en ellas algo auténtico frente al nuevo modelo que se ha ido imponiendo a golpe de ladrillazo. Por eso le entregué el libro a Esperanza Aguirre, no tuve ningún reparo: primero, porque puede que descubra aspectos de su realidad que le van a gustar; y segundo, porque una polÃtica con la que puedes coincidir en un camerino, hablarle de tú a tú, entregarle un libro dedicado y que te lo agradezca con cariño real, es fantástico. Otra cosa es lo que piense cada uno.
AndalucÃa está casi ausente en todo el relato. ¿A qué se debe esta ausencia siendo un punto tan importante en tu periplo?
Te voy a contestar con algo muy tÃpico: me alegro mucho de que me hagas esa pregunta, alguien la tenÃa que hacer y has sido el primero. Pues he pensado mucho en ello y creo que es porque, de manera inconsciente, al ser mi tierra y ser tan grande y compleja, al ser tan diferente Huelva de AlmerÃa y de Sierra Morena del Estrecho de Gibraltar, como que me da mucho respeto y no he querido entrar. Creo que ha sido un proceso inconsciente. Me he dado cuenta después, pero es cierto que el lector andaluz se preguntará que dónde está AndalucÃa y, de momento, creo que se encuentra aún muy dentro de mÃ.
En dos ocasiones citas la Ley de matrimonio entre personas del mismo sexo del año 2005. En la primera para criticar una actitud de Zapatero que en vez de revisar la Racionalización de los Horarios Españoles, prefirió legislar sobre la primera. ¿Consideras que no fue una cuestión lo suficientemente importante como para haber legislado sobre él independientemente de otras?
Evidentemente que sÃ. Tan importante para mà como el cambio de horarios. Yo lo que quiero son las dos cosas y lo que digo es que Zapatero, que llegó a reunirse con los de ARHOE, pienso que detectó que le iba a dar mucho más lustre aprobar el matrimonio homosexual. Buscaba esa ambigüedad de parecer un poco reaccionario, fue un juego que yo mismo me permitÃ. De hecho, mi propio hermano me comentó que cuando hablaba del matrimonio gay parecÃa un facha, pero no es más que un juego que me permito.
En la segunda ocasión, lo haces planteando una analogÃa con el derecho de autodeterminación.
En relación a la segunda vez que aparece, sà hay una cuestión que me parece que fue particularmente dolorosa. Una vez aprobada la ley sólo salieron a la calle los que era previsible que salieran, la parte de la sociedad más reaccionaria y que estaba en contra de la ley, y eché de menos que esa sociedad supuestamente abierta y tolerante que veÃan en todas partes de Europa no les planteara una respuesta contundente, independientemente de su orientación sexual. Vivà cierto pasotismo, como si fuera un asunto a contestar solo por la parte implicada, por eso lo comparo con el tema catalán. En cualquier caso, cuando lo introduje fui motivado por el juego y el deseo de provocar la atención del lector y puede ser que para el futuro tenga que matizar más estas cuestiones.
En el punto titulado I am what I am, vinculas la independencia de Catalunya a un proceso que posibilitará el reconocimiento de identidades fluctuantes y plurales, en permanente cambio y proceso. ¿Qué viabilidad crees que tiene esta idea en relación al modelo de organización polÃtica de los principales partidos nacionalistas catalanes?
Si conseguimos librarnos de los convergentes, creo que hay bastantes. De verdad, la sociedad catalana es muy valiente. Yo puedo conectar con asociaciones vecinales, puedo conectar con la gente de Iniciativa, puedo conectar con Teresa Forcades y con Arcadi Oliveres, que es el que va con ella de la mano, el economista iconoclasta, puedo conectar con ciertas partes de los convergentes porque al final cuando nos ponemos a hablar se ven puntos en común. Con los de Esquerra, también. Lo que pasa con estos últimos es que son los que han liderado siempre toda esta cuestión y, en ocasiones, se perciben unos aires como de sentar cátedra que no me gustan mucho. Entonces fÃjate tú hasta qué punto -un gaditano, que escribe un libro sobre España, en el que Catalunya forma parte de mi proceso interior- están abiertos a recoger esta opinión, mi crÃtica a ese paÃs y la propuesta a cómo lo vislumbro yo. Que de hecho es una propuesta que casa con la de mucha gente. Hay mucha gente que plantea modelos alternativos. De hecho, cuando se barajaba la pregunta, la famosa pregunta, que nos machaban constantemente con cómo serÃa la pregunta, desde Esquerra Republicana planteaban que debÃa ser una pregunta sencilla como “¿Decide usted que Catalunya de debe ser un nuevo estado de Europa?†Pues con la segunda parte, yo y mucha gente no estábamos de acuerdo. Yo cada vez estoy más por largarnos de Europa, del FMI, y estoy más por la labor de apretarnos el cinturón y ver qué sale de eso. Construir un nuevo modelo con gente trabajadora, coherente, con una gestión transparente, con implicación, de forma responsable. Ahora, para cambiar a Rajoy por Mas, y al Santander por La Caixa, pues no es esperanzador. Pero hay mucha más gente en Catalunya que comparte el deseo de otro modelo de sociedad.
Dedicas el libro al español crÃtico. ¿Crees que una ruptura entre España y Catalunya beneficiara al conjunto o solo será una salida hacia delante para algunos?
Si en un medio plazo hay un viraje en la sociedad española que exija que dejen de usar el tema Catalunya-España y se pongan a trabajar para que todos los españoles y todos los catalanes vivamos mejor, sà veo una posible convivencia que nos beneficiarÃa a todos. Puede que haya también un poco de huida hacia delante, de hecho, sinceramente, no las tengo todas conmigo para que, en el caso de que se efectuara la consulta, saliera un sÃ. Pero es que a veces necesitas estas huidas como motor para la ilusión. En cualquier caso, no veo cosas halagüeñas en el conjunto de España para un mejor encaje de los territorios. En Catalunya, la peculiaridad que veo es que hay una mayor conexión entre la polÃtica y la sociedad civil, y me hace interpretar una cohesión social más proclive a una sociedad mejor. En Catalunya también hay polÃticos cutres y muy criticables, pero no se dan los desmanes que se están dando en España: ruedas de prensa en televisiones de plasma, no contestar a periodistas o no responder las demandas de partidos de la oposición y la ciudadanÃa en los debates. Creo que la sociedad catalana es más consciente, está más pendiente de la polÃtica y no permite esas malas formas.