“La musique avant toute chose†parece ser que afirmaba Paul Verlaine, unas palabras que, sin duda, de haberlas escuchado, poco habrÃan agradado a Mallarmé que, según cuenta la historia, no estuvo en absoluto conforme con la versión que realizó Debussy de su poema Après-midi d’un faune. Parece ser que el autor del Soneto en ix sostenÃa que la música estaba en los propios versos, la poesÃa era de por sà música y, por tanto, no requerÃa de una musicalización a posteriori.
Más allá de los dimes y diretes entre Mallarmé y Debussy e independientemente de la literalidad de las palabras de Verlaine –poca cosas más dudosas hay en literatura que las frases atribuidas-, de lo que no cabe duda es que la relación entre música y literatura ha sido constante, empezando por los libretos operÃsticos, muchos de ellos auténticas obras literarias –Lorenzo da Ponte, como ejemplo paradigmático de dicha tradición- hasta terminar por novelas en las que la música se convierte en un personaje o en las que la escritura musical es la referencia estilÃstico-formal del autor. Contrapunto de Huxley, el Doktor Fausto de Thomas Mann, El Malogrado de Thomas Bernhardt o la recientemente publicada Salvar a Mozart de Raphaël Jerusalmy (Navona editorial) son, sin duda, algunos ejemplos que confirman la estrecha relación entre música y literatura. Por ello, no debe extrañar que en la LibrerÃa Calders de Barcelona se haya querido sumar a la celebración del dÃa de la música reuniendo entre sus paredes el arte literario y el arte musical.
El toque de salida lo dio la joven editorial La Fuga ediciones quien decidió acompañar a ritmo de jazz la presentación de La gran ciudad, la irónica novela de Ring Lardner que acaba de publicar con traducción de Manuel Manzano e introducción de Toni Montesinos. El jazz impregna las páginas de la novela de Lardner, quien describe la Nueva York de los años veinte, la Nueva York de las salas de baile, de la música en directo y de los teatros; de la misma forma que el jazz resuena en las páginas de la novela, durante la presentación de La gran ciudad, la novela dialogó con distintas piezas jazzÃsticas interpretadas por InTrioSpection, un grupo de jazz proveniente de Ferrara (Italia). “Una vieja pasión, que empezó cuando nosotros éramos unos chicos y que con el tiempo se ha ido desarrollando y se ha transformado en una colaboración entre los tresâ€, comentaban los tres músicos una vez finalizada la presentación y entusiasmados por la atención del público ahà reunido. Pese a que los músicos confesaban no haber leÃdo la obra dado que está solo traducida al castellano, las piezas musicales encajaban como anillo al dedo con los fragmentos narrativos leÃdos, constituyendo en perfecto engranaje. La atenta selección de las piezas musicales, “algunas versiones y otras piezas propiasâ€, señalaron los músicos, realizada por el editor de La Fuga (Luigi Fugaroli) fue, sin duda, el elemento clave para evitar toda posible discordancia entre los dos textos, el narrativo y el musical.
Debe destacarse también los comentarios a la obra realizados por Toni Montesinos y Manuel Manzano: los dos destacaron la importancia de la figura de Lardner en la narrativa norteamericana –autores como Scott Fitzgerald o Truman Capote lo consideraban el principal narrador de su época-, asà como el trasfondo amargo de La gran ciudad, una novela aparentemente frÃvola, sin pretensiones y que, sin embargo, esconde, hasta su máxima evidencia en el desenlace, una dura crÃtica al mundo norteamericano de los años veinte, a una sociedad clasista, pretenciosamente frÃvola donde el estatus social y la cuenta bancaria definen a los individuos. La gran ciudad puede emparentarse con Desayuno con Tiffany’s, cuya versión cinematográfica dulcificó con el clásico happy ending de la época: la novela de Capote y la Lardner comparten ese halo desenvuelto de comedia ligera tras el cual no solo se esconde una despiadada crÃtica a la sociedad norteamericana, sino también una mirada melancólica, con toques de cinismo, hacia el individuo contemporáneo. No hay némesis ni salvación para sus personajes, aunque el ritmo incesante, el fragor de la contemporaneidad, esa ciudad nerviosa de Simmel y de Vila-Matas, lo envuelve todo y esconde la condena.
“Tocar música es como hablar y un concierto es como un libro, cada pieza es el capÃtulo de una historia que se está contandoâ€, comentaban los componente de InTrioSpection una vez finalizado el concierto. InTrioSpection escribieron con su música un relato que, desde sus primeras notas, se entremezcló con la narración de La gran ciudad. Y como la novela de Lardner, las notas de jazz envolvÃan la librerÃa de diversión y despreocupación a la vez que dejaban, como el auténtico jazz de Nueva Orleans, ese poso melancólico con sus tonos oscuros que poco tienen que ver con la superficial frivolidad y la luminosidad de la Gran Manzana.