Manuel Vilas | Foto cedida por el autor

Manuel Vilas: «Tres días sin escribir me afectan al ánimo»

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Manuel Vilas | Foto cedida por el autor
Manuel Vilas | Foto cedida por el autor

La entrevista con Manuel Vilas (Barbastro, Huesca, 1962) me sale mal. Por suerte, a veces, las cosas que no son como uno querría, resultan de lo más gratificantes. El problema es que el encuentro no atiende al modelo clásico de pregunta-respuesta, más bien se parece a una conversación sin dirección. Me cita en su casa del barrio zaragozano del Actur, y nos pasamos algo menos de hora y media junto con Ana Merino charlando de ecologismo, terrorismo, Estados Unidos, España, Poesía, política… Manuel Vilas es poeta, narrador y cuentista (vaya, escritor). Con más de 10 libros de prosa en sus espaldas, ha publicado otros tantos poemarios. Recientemente galardonado con el Premio de las Letras Aragonesas, también hace pocos meses, ha publicado una recopilación, Poesía completa (1980-2015), en la que reúne una vida dedicada a la poesía. La entrevista con Manuel Vilas me sale mal y aquí están algunas pinceladas de lo que hablamos.

Algunos dicen que el mundo ha cambiado mucho desde el 11 de septiembre  de 2001. ¿Cómo ves la situación actual?
El 11 de septiembre ha servido fundamentalmente para joder a la gente que viaja en avión. La consecuencia a día de hoy más evidente es que a la clase media que por fin tiene dinero para pagarse un viaje y ver un poco de mundo, le hacen ponerse en pelotas y sufrir las humillaciones más escandalosas en un aeropuerto. El Estado tiene las armas suficientes y la autorización para poner al ciudadano en las situaciones más humillantes, y ha podido justificar el espolio de las libertades. De modo que todo el islamismo lo que ha hecho es joder a la clase media occidental, que son los amos de la historia porque lleva sufriéndola desde los romanos.

Empezamos fuertes.
Yo hablo en términos prácticos y cotidianos, no estoy analizándolo en términos macropolíticos. Ahora cualquiera que quiera hacer un vuelo pongamos de Madrid a París, tiene que pasar un montón de torturas para poder entrar en un avión. El placer de viajar es un martirio y eso gracias a nuestros maravillosos islamistas.

¿Cabe la laicidad dentro del mundo islámico?
En general hay grandes rodeos al respecto, pero en el fondo todo el mundo tiene miedo. No estamos hablando del catolicismo que es algo residual. Puedes decir lo que se te ocurra contra la religión católica y va matarte. Pero con el mundo islámico puede venir alguien a cortarte el cuello. También es cierto que no está demostrado que la invasión de países vaya a dar ningún buen resultado, todo lo contrario crea problemas.

¿Y quién debería resolver el problema?
Eso concierne a los políticos, por eso les pagamos. Se supone que tu pagas con tus impuestos a una clase política que gana cinco veces lo que tu ganas para que resuelva nuestros problemas, sin embargo al final es el ciudadano, la clase media, quien recibe la crisis derivada del problema yhadismo… Recibe la crisis económica, el empobrecimiento y un macroproblema político que es el terrorismo internacional. O te mueres porque no tienes trabajo o te mata un islamista en un tren. Si nos toca resolver los problemas a los ciudadanos de a pie, pues oye los resolveremos. En ese momento estamos.

¿Qué podemos hacer nosotros?
Yo creo en un cierto patriotismo de la libertad, es decir que si te amenazan la libertad, algo tendrás que hacer, aunque quizás sea algo desagradable. Ese es el problema que tiene la izquierda en occidente. Porque tú ante un yhadista no le puedes decir «oye, mira, creo que estás equivocado, a lo mejor esto o lo otro no sea así, deberías pensártelo, ¿vienes de una familia desestructurada? ¿has estudiado?» entre tanto ya te ha matado.

¿Qué quieres decir con que se trata de un problema de la izquierda?
La derecha europea lo tiene más o menos tiene resuelto. La izquierda tiene que enfrentarse a cosas nuevas. El crecimiento de Le Pen en Francia obedece a que la izquierda francesa no sabe como situarse ante el problema del yhadismo. La clase media del país se siente atemorizada y antes eso ¿cómo reacciona la izquierda francesa? Pues no lo hace de forma clara. No quiere mencionar la palabra guerra. La clase media va a acabar votando a Le Pen por cómo está abordando este tema.

¿Y en el resto de Europa cómo actúa la izquierda?
Toda la izquierda occidental se está refundando. Todos habíamos creído en la izquierda comprensiva, esa izquierda dialéctica que analiza e intenta comprender. A la derecha ya la conocemos: «este es un hijo de puta, a este lo matamos». Pero la izquierda en que todos hemos creído, la izquierda con una postura relacionada con la decencia humana, se ha venido abajo. No sabemos qué va a pasar… porque claro, en el caso de los últimos atentados, los terroristas eran belgas, en el 11M eran madrileños, es decir, el cáncer está metido dentro.

¿En España?
A Podemos le sucede lo mismo. El otro día Ada Colau le hizo un desplante a un militar cuando se supone que ese militar es el que si sucede algo en España tendrá que ir a sacarte de los restos del tren… no va a ir Ada Colau a sacarte. Este es el problema de la izquierda.

Bueno, en Podemos escogieron a un militar para que fuera ministro de defensa…
Sí, era de Zaragoza. Y de hecho vino a una presentación mía en Madrid.

¿Es la recuperación de la figura del militar de izquierdas? ¿Esa figura que tuvo tanto éxito en el siglo XIX?
Esa tradición es absolutamente maravillosa. A ver lo militar y ser de izquierdas no deberían ser dos cosas que se excluyan. De hecho el militar debería ser el que se ocupa de proteger a la clase media cuando hay una bomba en un autobús. Lo que vendría siendo un ejército al servicio de intereses democráticos y del ciudadano. Y de hecho eso es lo que debe ser pues los ministros de defensa están ahí porque los ha elegido la ciudadanía para que protejan la democracia. La imagen que se tiene del ejército español es herencia directa del franquismo. De todas maneras en España, desde hace 15 o 20 años tenemos un ejército más o menos homologado. España es un país homologado donde las instituciones están al servicio de los ciudadanos. Desde la función pública hasta la enseñanza o los hospitales. La idea de servicio a la comunidad y de libertad como fundamento de la convivencia.

Me sorprende que digas esto, pues en tu poesía hay una crítica muy dura a España.
Por supuesto. Vivimos en un país de corruptos. Hemos sufrido la más increíble corrupción y el país se ha trabado. Una cosa es la crítica política y otra cosa es la esperanza. Yo confío que mi gente, la gente que va por la calle, la gente normal, tenga un futuro en este país.

¿La clase media?
En mi imaginario político yo vengo de la clase media baja o clase baja. La clase media occidental es la consecuencia de cientos de años de sufrimiento, gente que por fin ha conseguido más o menos vivir bien. La gente que antes se moría de hambre, que no sabía donde caer muerta en Francia, España, Alemania, Inglaterra, ahora viven un poco mejor: tienen una casa, tienen un coche, vacaciones… Yo siempre defiendo a la clase media porque es la gran puteada de la historia. Si nosotros ahora tenemos en España la posibilidad de ir a la universidad es porque ha habido gente que ha hecho grandes sacrificios históricos. Cada vez que nosotros bajamos la cabeza ante nuevas tiranías, estamos defraudando a todo esa gente que antes que nosotros hizo posible que viviéramos mejor. Soy un gran defensor de la clase media occidental porque soy un defensor de la libertad. En ese sentido pienso que yo he heredado una democracia y quiero que las futuras generaciones tengan una democracia.

En tu poesía hay una forma recurrente de hablar de la pobreza, no en un sentido material del término sino con una especie de orgullo.
Yo vengo de una familia humilde de la clase media-baja. Cuando se ha sido pobre, decía Michael Cain, el actor, cuando vienes de la pobreza, no te quitas el olor a pobre nunca. Aunque te vayan bien las cosas, el haber sido pobre, el haber estado en los lugares más inhóspitos de la sociedad, te marca.

Visor
Visor

En tus poemas también hay una obsesión por la muerte. Recuerdo uno de ellos, No quieren irse en el que te dedicas a matar a todos los famosos (El poema empieza así: «Hay mucha gente que no quiere morir, Mick Jagger, Madonna, Isabel II, Bill Gates.»)
Ese es un tema que me interesa mucho. El poder igualatorio de la muerte en las clases sociales. Los que más dinero tienen van a ser humillados de la misma forma que los pobres. Es decir, la muerte es una humillación transversal. Es una especie de venganza de la naturaleza sobre los órdenes económicos que crea el ser humano. La naturaleza vengándose de nuestras ficciones sociales.

Supongo que disfrutarías escribiéndolo…
Me lo pasé muy bien imaginando la muerte de personajes como Paris Hilton o Mario Vargas Llosa. Para un pobre la muerte no es una humillación, para un rico sí, de repente tiene el mismo destino que un miserable.

Hay una forma de ver la muerte en tus libros que me resulta impactante. Normalmente se habla de la muerte desde la vida, como final, en tu caso se habla de la vida desde la muerte. Como si ya estuvieses muerto.
En mi último libro de poemas, El Hundimiento, habló mucho del tema de la muerte, en este sentido se debe a la muerte de mi madre. Algunos poemas están escritos casi desde la idea del fantasma. Cuando vas cumpliendo años y has visto morir a gente a la que querías, tú mismo te mueres por ellos. Cuando se muere tu padre o tu madre, te mueres tú con ellos. Parte de ti se desvanece. Vas al entierro de tu padre o de tu madre y también te estás enterrando a ti mismo porque una parte de tu vida a muerto  con ese ser querido… Cuando murió mi madre me di cuenta de que no estaba velando solamente el cadáver de mi madre sino que el  cadáver de mi madre era mi cadáver. Allí te das cuenta de que ha muerto la persona que mantenía la memoria, tu memoria de la niñez, la juventud.

A mí que no se me han muerto los padres y no me cabe esa idea en la cabeza. Dices en el prólogo de tu Poesía Completa (1980-2015) que la literatura debe tener la capacidad de hacernos entender lo que no hemos vivido.
Cumpassio, la literatura es compasiva, ofrece compasión al que supuestamente va a estar en una situación idéntica a la del escritor. Sobre todo la literatura del duelo.

¿Eso no se contradice un poco con la idea  de que la poesía no sirve para nada?
Yo de lo que me he dolido es de que la poesía no tenga lectores. Más de que no sirve para nada, me he dolido de que no haya encontrado un lugar en el espacio del lector. No llega a los lectores, los lectores le han dado la espalda a la poesía. Entras en una librería y la sección de poesía está en el último rincón y bueno, es un poco la pariente pobre de la literatura.

Volvamos a tus obsesiones. ¿Por qué aparecen tantos nadadores y piscinas en tus poemas?
El que nada siempre está solo. Es una idea de la soledad. Está ese cuento de John Cheever, el nadador y la película de Frank Perry, del año 68 basado en el cuento, donde un señor va nadando de piscina en piscina hasta que llega a su casa. Cualquiera que vaya a nadar una hora sabe que acabas metido en tu cerebro, en un bucle de soledad. Además el que nada está en un medio hostil. Por otro lado, el agua también puede tener otro sentido más placentero en verano, pero la sensación de soledad y la hostilidad del medio son los que están detrás. Eso son los símbolo que yo llevaba en la cabeza cuando dibujaba literariamente a los nadadores.

Ahora que lo dices me parece clarísimo.
(risas)

¿Cómo empezó tu trayectoria como escritor?
De ninguna forma original. Si que estuvo marcada por la música pues  yo soy muy rockero. A mí me marcó mucho la música rock y eso se ve reflejado en mi obra. A los 13 o 14 años me fascinó la música, sobre todo Lou Reed entre otros. Eso generó un imaginario pop en mi cabeza. Mi origen literario es más musical que literario. Es decir, fui de la música a la literatura. Luego empecé a leer a autores franceses. Me acuerdo que me influyó mucho la lectura de Baudelaire. Después leí a poetas españoles que me gustaron mucho como Jaime Gil de Biedma o Luis Cernuda. Y todo en mezcolanza con el pop. El Pop es decir: «acuérdese que vivimos en este mundo». Mi poesía es muy urbana, muy narrativa, habla de un McDonald’s por ejemplo. Habla de eso que no tiene una tradición poética en España.

¡De hecho llegaste a decir que Elvis era casi como Freud!
¡Claro! Elvis cambió Estados Unidos él solito. En el análisis de la costumbres podemos decir que introdujo la sexualidad pública, fue revolucionario. Su manera de bailar, su manera de estar en el mundo, el icono definitivo que cambió las costumbres.

¿Hoy día no hay ningún personaje que pueda emularlo? ¿O no lo necesitamos?
Tal vez no lo necesitemos. Hombre, ha muerto Prince ahora y también murió David Bowie que era un icono… pero son iconos del siglo XX. Bowie de los 70 y Prince de los 80. Ya no necesitemos esa exhibición pública de alguien que guie o cambie las consciencias. La gente ya ha madurado y no necesita tener un icono que le ayude.

¿Cómo es tu proceso creativo?
Bueno, yo estoy todo el día escribiendo. Me obsesiona mucho. Estoy muy obsesionado por trabajar mucho, soy muy perfeccionista y sino escribo me pongo nervioso. En ese sentido es casi una enfermedad, una dependencia patológica de la escritura. Un día en el que no he escrito me quedo vacío. Me cuesta irme a dormir sin haber escrito. Mi vida ocurre delante de una pantalla y estoy enganchado a la escritura. Tres días sin escribir me afectan al ánimo, incluso me podría poner enfermo, tengo esa necesidad. Llega un momento en la vida de un escritor en el que tiene la sensación de que si no escribe, no ha vivido. Hay una parte analgésica en la escritura, una parte terapéutica. En tanto en cuanto escribes parece que la vida tiene sentido, la vida se ordena.

Cuando escribes no tienes en la cabeza la idea de si se trata de una novela, una recopilación de cuentos o de un libro de cuentos…
No, para nada. Además cuando escribía por ejemplo España, hace casi 10 años atrás, estaba metido en unas obsesiones que ahora no tengo. Cuando leo lo pasado me pregunto: ¿Quien sería este señor que escribió estos poemas? Claro, llevan mi nombre y mi apellido y se supone que soy yo pero no me encuentro; uno vive metido en su presente. Como escritor he evolucionado mucho y me cuesta encontrarme en el pasado.

¿Y nunca quisiste ser otra cosa?
Me hubiese gustado ser cantante de rock pero no tenía talento.

Bueno también se escriben letras…
¡Sí pero con más público y más dinero!

Albert Alexandre

Albert Alexandre (Barcelona, 1987) es licenciado en Historia, tiene un Máster en Creación Literaria y otro en Literatura, Arte y Pensamiento. Ha colaborado como articulista en medios como 'Cultura Colectiva', 'Culturamas', 'Código Nuevo', 'Vice', 'La Directa', 'Arainfo' o 'El Cotidiano'.

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