Ensayo sobre el hombre y otros escritos

Alexander Pope | Retrato de Johnathan Richardson | WikiMedia Commons

«Nunca he buscado el homenaje de la raza que escribe.»

Los avances de la civilización en su conjunto hasta finales del siglo pasado, y la disponibilidad de información a partir de la creación y popularización de la red pueden dar la impresión de que el campo del conocimiento a nuestra disposición del que podemos alardear los humanos del primer mundo es prácticamente infinito, aunque ciertamente inabarcable, pero ¿sabemos realmente lo que queríamos saber? A esta pregunta, contraponiendo a la inútil acumulación de conocimientos a la Bouvard y Pécuchet el conocimiento útil, es a la que intenta dar respuesta Alexander Pope, otro de los deudores de Montaigne aunque al otro lado del canal, en su Ensayo sobre el hombre (An Essay on Man, 1732-1734), al que la Editorial Cátedra ha añadido otros escritos para esta edición.

Editorial Cátedra

Pope pertenece a la época del Gran Pensamiento y sólo anecdóticamente a la de los Grandes Pensadores; únicamente hay que echar un vistazo a algunos de sus coetáneos, Kant (Historia General de la Naturaleza y teoría del Cielo), Lessing (Escritos filosóficos y teológicos), Voltaire (Cándido), La querella de los antiguos y los modernos, Johnson (Vida de los poetas), Swift (Los viajes de Gulliver); de hecho, podría decirse que cierra una verdadera Edad de Oro, dando paso a la Ilustración, la época en la que el Pensamiento Puro empezó a concretarse y dejó de tratar al Hombre para centrarse en la Humanidad.

«Todo cuanto es, está BIEN».

Oda a la soledad es una obra programática de juventud bajo la forma de égloga de inspiración virgiliana, una especie de Beatus ille, mediante la que desarrolla un programa filosófico relativo a la recepción de las obras del pensamiento y las literarias, a los prejuicios ligados a la época, a las diferentes facciones académicas y a las guerras libradas entre sí para conseguir imponer sus postulados y perpetuar sus influencias.

El bosque de Windsor consiste en una descripción mítica del paraje de la que se sirve para contraponer el esplendor del reinado de Ana Estuardo -Pope provenía de una familia de tradición católica- con la rusticidad de la casa real de Tudor.

El robo del rizo es una parodia satírica de un poema heroico con tintes arcaizantes. Conviene recordar que Pope fue contemporáneo y estuvo ligado personal y profesionalmente con el príncipe de los satíricos de la lengua inglesa, Jonathan Swift.

De Eloísa a Abelardo especula con la respuesta, por lo demás inexistente, de la dama después de que haya llegado a sus manos un escrito de Abelardo con su versión de la historia de su infortunio. El mismo tema, con pequeñas variaciones, fundamentalmente en los personajes, es el objeto de Elegía en memoria de una dama desdichada.

Completan el volumen sendos prefacios a la Ilíada y la Odisea y, en la línea de Samuel Johnson, un prefacio para una edición de las Obras de Shakespeare que se publicó en 1724; finalmente, se incluyen algunas epístolas y fragmentos de correspondencia que brindan un efectivo acercamiento al Pope particular y una demostración de su clara apuesta a favor de la imaginación y del ingenio, aunque si alguno debe prevalecer sobre el otro debe ser el segundo.

Pero el texto central del volumen es el Ensayo sobre el hombre en cuatro epístolas. El objetivo de Pope es redactar una summa ética apartándose de los casos particulares, pues su múltiple variedad los convierte en poco representativos, y centrándose en la Humanidad, es decir, en aquellos trazos comunes que pueden ser aplicados a todos los individuos y que son representativos de la especie; según sus propias palabras, se trata de «un mapa general del HOMBRE.» El destino final de las epístolas, que debían ser una introducción a una manga obra sobre la condición humana, se vio truncado porque Pope jamás la escribió. A continuación, algunos de los parámetros teóricos enunciados por el autor:

1.- La categoría «Hombre» como particularidad en relación con el universo, puesta bajo el criterio de razonar únicamente a partir de fenómenos conocidos, y siendo consciente de que razonar es aceptar la sumisión a las propias limitaciones.

2.- La Naturaleza es la moderadora de las ambiciones humanas, la que pone los límites tanto a su fragilidad como a su ambición. Nuestras acciones deben fundamentarse en el estricto balance entre el amor propio, que genera pasiones, y la Razón, que procura argumentos.

3.- La Razón está en el origen de la vida en sociedad, cuando se impuso sobre los instintos y reveló el concepto de bien común. Esa socialización es la que provocó que surgieran las distintas formas de gobierno, la monarquía la primera de ellas por asimilación a la religión.

4..- Debe exigirse al Estado, como fin último, la felicidad del hombre; para ello es imprescindible que el ser humano se aplique a la virtud, ya que sólo esta «constituye una felicidad cuyo objeto es universal y cuya perspectiva es eterna.» El hombre debe tomar la senda de la Naturaleza, que es quien reparte bienes con más probidad y más imparcialmente.

Joan Flores Constans

Joan Flores Constans nació y vive en Calella. Cursó estudios de Psicologia Clínica, Filosofía y Gestión de Empresas. Desde el año 1992 trabaja como librero, actualmente en La Central del Raval. Lector vocacional, se resiste a escribir creativamente para re-crearse con notas a pie de página, conferencias, críticas y reseñas en la web 2.0, y apariciones ocasionales en otros medios de comunicación.

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