La primera vez que leà a Dainerys Machado Vento (La Habana, 1986) fue con ocasión de su inclusión en Granta. Los mejores narradores jóvenes en español (Candaya, 2022) la prestigiosa nómina de los veinticinco mejores narradores en español menores de 35 años. Mi juicio entonces sobre el El color del globo –un relato frente-costumbrista construido solo aparentemente en torno a la ceremonia del gender reveal– expresaba la sensación de que ese era con diferencia el relato más divertido de la compilación: su tono años 50 (revisión de los relatos que escandalizarÃan secreta y placenteramente al histórico lector del Reader’s Digest), su aire post-Douglas Sirk/ Imitation of life (REM), la privilegiada mirada del migrante de identidad hÃbrida o dividida y otros aciertos de un raro lirismo y de una ironÃa tan astuta como emotiva lo convertÃan, según era ese dÃa mi opinión, en un relato fresco e inmisericorde, dulce y catártico entre los más festivos de Pitol y las estampas sobre la incomodidad social de Ted Fendt: «casi un diez».
Hoy, tras la lectura de Retratos de la orilla (Aristas MartÃnez, 2022) aplaudimos la elección de Granta, no solo por el aval que hoy supone la calidad de estos nueve relatos sino porque sin la voz de una autora tan lúcida, hÃbrida, perspicaz y compleja como la de Dainerys Machado (una prosa fronteriza más allá de la dualidad Miami-Cuba) no nos harÃamos una idea cabal de las tendencias de la literatura en castellano.
Con afilados apuntes sociológicos, crónicas del cambio de edad, sutiles posicionamientos morales y hermosas texturas tan flamantes como la espuma, Retratos de la orilla, extrae sentidas reflexiones sobre el sentido dinámico de la identidad moderna y sorprendentes profundidades emocionales de la sexualidad contemporánea o la propia metamorfosis de la institución de la pareja. Construidos según las pautas ficcionales de Il racconto dei racconti de Giambattista Basile y el eco del escritor de Cárdenas, Virgilio Piñera, este libro de cuentos es también una historia sobre historias (un álbum de historias). Testimonios de cambios y conflictos, de experiencias sentimentales y decisiones vitales a partir del hilo conductor de una única voz desaparecida: la dama.
Efectivamente, Retratos de la orilla principia en el extrarradio social y emocional de un misterioso sepelio alrededor del cual se originan relatos de mujeres que como la propia narradora están entre dos orillas, aquà la treintena como paso de la juventud al inicio de la edad madura, el malecón como puerto pero también como frontera, el mar que al decir de Hegel une a los pueblos (a Cádiz con Cuba por concretar).
Los retratos que ofrece de las mujeres tienen además la virtud de no caer en un victimismo huero ni en la denuncia hoy literariamente anodina sino que orillando la querella feminista más implÃcita (como si de una promesa con el propio tÃtulo se tratara) nos asoma con precisión a las dificultades emocionales y sentimentales de unas protagonistas fuertes moralmente capaces de vivir sin dejar de denunciar la opresión everywhere, a decir, de vivir sin miedo pese a todo.
En lo que toca a «lo social», destaco también, junto a ese feminismo coherente (hacia fuera, lo público, y hacia la propia familia), la sana libertad sexual, su divertido talento para la introspección psicológica o  la descripción de ambientes, su aptitud literaria para hacernos sentir el cambio, sobre todo de tránsitos y contrates, asà entre los tics urbanos y la calma del entorno rural, entre el cuerpo en las edades, entre los dos lados del Malecón (Cuba y Estados Unidos), entre los grandes relatos de sentido.
Los relatos suceden tal como acontece la imagen en la memoria: a ráfagas y otro acierto es la claridad de ideas que transmite, el cariño por una tierra no exento de crÃtica a una deriva concreta. Los dardos y la parodia afiladas de Machado Vento se lanzan en todas las direcciones, allá donde hay algo que decir: contra la falta de libertades en la isla, pero también contra la colonización identitaria e ideológica que el neoliberalismo impulsa en todos los aspectos de la vida (la vocación expansiva de los distintos estadios del capitalismo).
Hay algún subrayado moral al final de algún relato, una suerte de lección o moraleja que no le acaba de venir bien pero en general los cuentos empiezan tan arriba que no les acaban de afectar algunos desenlaces. El uso inteligente de las voces, el paso de la primera a segunda persona, la combinación de registros cultos e informales, las vÃvidas descripciones, la lucidez en términos de ideas y sobre todo el humor (fenomenales los cruces emocionales sobre la tensión entre la maternidad y el sexo) conmutan las penas por alguna concesión mainstream relativa a la forma del género dans le vent. Tan fina es la primera ironÃa con la que arranca todo, tan afilada la prosa, tan sutil e inteligente el mensaje sobre el trasfondo polÃtico, tanta es, en definitiva, la destreza de esta escritora impulsada hacia la orilla de la gran literatura por la ola turquesa del futuro.