-El agua es la metáfora absoluta.
Imma Ãvalos (Gerona, 1982) creó, desde sus primeros proyectos expositivos, una identidad artÃstica con el sello de Alicia Kopf. Bajo las resonancias de Lewis Carroll, el nombre responde a esa necesidad de cruzar un túnel horizontal, más profundo de lo esperado, que le lleve a la ficción. Licenciada en Bellas Artes y en TeorÃa de la Literatura y Literatura Comparada, la escritora ganó los premios Documenta y Llibreter por su primer novela, Germà de gel, que ahora publica en castellano Alpha Decay.
En el libro de relatos Maneres de (no) entrar a casa, de 2011, Alicia Kopf ya trabajó el imaginario del agua. En la portada vemos cómo la lluvia es el propio hogar desbordado, mostrando el estado de intemperie de toda una generación formada en la universidad y que se encuentra con una sociedad en crisis. La artista decidió, entonces, que habÃa que seguir los rastros de sus obsesiones blancas, e utiliza la historia de los exploradores polares para construir una nueva épica de la resistencia.
Asà nace el proyecto Àrticantà rtic, que le lleva a exponer Seal Sounds Under the Floor en  la galerÃa Joan Prats de Barcelona y, en la misma lÃnea, muestra su Diario de Conquistas en La Capella. Pese a que comienza siempre por el dibujo, toda su obra es esencialmente narrativa. Por ello, Hermano de hielo supone la culminación de años de investigación.
Aunque han definido el libro como novela, la autora se refiere al texto de distintas formas. Es autoficción, una “psicogeografÃa personalâ€, o una obra transgénero. Lo que está claro es que se trata de una voz que aparecerá siempre desde el yo literario. “Las narraciones en tercera persona son vallas de seguridadâ€, llega a escribir. Afirma que no le interesa la verdad biográfica, “sino crear verdades ficcionalesâ€.
-Somos ladrones de la realidad. La diferencia entre un ladrón y un autor es que un autor roba de muchos, y el ladrón sólo de uno. -nos dice.
Hermano de hielo plasma la persecución de un enigma. ¿Cómo y para qué escribimos? La protagonista, una joven insegura, viaja a Islandia para entender las cicatrices de esas expediciones de principios del siglo XX. Comprende allàque el trayecto consistÃa, en realidad, en recorrer el hueso de una institución como la familia. El autismo del hermano, una vez más, constituye una metáfora de una sociedad en la que la comunicación parece haberse congelado.
Vemos pasar por la novela a Peary, Amundsen y Shackleton, héroes que se juegan la vida para descubrir un mundo que no promete nada más que el asombro y lo desconocido. No habrá recompensa económica. Nadie les estará esperando con collares de colores. Como al artista que decide, pese a las circunstancias adversas, ir tirando de un hilo que no es, ni mucho menos, el de Ariadna. Kopf reproduce, también, la inscripción situada donde Scott y su expedición murieron congelados. Es un fragmento del poema Ulisses, de Tennyson: “To strive, to seek, to find, and not to yieldâ€. O lo que es lo mismo: luchar, buscar, encontrar, y no ceder.
De nuevo, encontramos las alusiones a la propia investigación artÃstica tras las capas de las conquistas pasadas. La escritora insistirá en que lo que le interesa no es el héroe que coloca la bandera, sino el que es capaz de avanzar entre el hielo.
“Es mucho más fácil llegar al Ãrtico que a ciertas regiones de uno mismoâ€, escribe Kopf en Hermano de hielo. Pero si hay una palabra fundamental, una lupa, que recoge bien la esencia de su relato es Symsonia. Y es que las teorÃas de Symmes, que tanto inspiraron a Julio Verne, afirman que la Tierra está hueca y dividida en siete esferas habitables, unidas por un mismo hueco. Eso lo utiliza la narradora para, como si fuera una matrioska, situar los focos de la voz que nos interpela. La escritura, a partir de ese momento, será “esa hacha con la que romper el mar helado que nos habitaâ€.
-Las metáforas me ayudan a crear patrones de vida. –nos explica Alicia Kopf.
Lo que está haciendo la escritora catalana a partir de las diferentes imágenes sobre el agua es, precisamente, superar la dicotomÃa entre héroe y anti-héroe. Cada uno lleva, con sus pequeñas miserias, su propia épica a cuestas. Y es, en efecto, la capacidad de resistir. “El agua que me rodea se escurre lentamente hacia mi interior. Me hinchaâ€, leemos. Continúa la introspección, su particular espeleologÃa.
Kopf nos cuenta que en su próxima investigación (está justo ahora comenzando a trazar esbozos) el agua sigue siendo la protagonista. Ahora se va a centrar en la idea de “fluirâ€, una metáfora que sirve a diferentes campos, tanto al artÃstico como, por ejemplo, al económico.
-El agua te permite proyectar sobre casi cualquier cosa. Es un elemento adaptable, donde sus moléculas se separan y se juntan, que siempre está cambiando de forma, y que posibilita la sublimación, que es lo que hacemos los artistas.
Esa idea de la sublimación (inversa) también está presenta en Hermano de hielo. La escritora acude al fÃsico Ukichiro Nakaya, creador de la nieve artificial. “Al congelarse, la gota de agua se convierte en un cristal en forma de prisma hexagonal… Los seis brazos de un cristal de nieve reflejan el orden interno de las moléculas de aguaâ€, leemos. Lo curioso es que la propia hija de Nakaya, Fujico, adopta los hallazgos del padre para crear, desde el arte, espacios donde la geometrÃa y las formas pierden su nombre.
Pero la literatura es el juego imposible de poner nombre a lo innombrable. Kopf lo sabe. Por eso dedica un capÃtulo a la oceanógrafa Pepita CastellvÃ, quien, con una absoluta claridad, nos describe en qué consiste la investigación cientÃfica: El aprendizaje de una lengua con la que interpretar lo que la naturaleza nos está diciendo.
¿No es eso, también, lo que el escritor hace para intentar resolver su propia incógnita?
Hermano de hielo es, a la vez, la confrontación de lo macro con lo micro. Mientras Georges Simmel, en su FilosofÃa del paisaje, afirma que “el mar actúa por empatÃa hacia la vida, y los Alpes lo hacen por abstracciónâ€, Thoreau concluye que “los cristales, a pesar de su geometrÃa frÃa, son emanaciones de un principio vitalâ€. Nos lo explica la autora, obsesionada también con los icebergs.
-Un lugar que puede parecer inhóspito, infértil, produce, sin embargo, formas de vida exuberantes, incluso voluptuosas.
Todo obra que no esté prefabricada de antemano nace y se alimenta de la contradicción. También con eso se encuentra la joven protagonista del libro. El agua, su mundo, se ha congelado. Vive en una suerte de bola de nieve con escasos movimientos. Parece que todo por dentro esté a punto de inundarse. Y, sin embargo, en las últimas páginas, cerca de Thingvallavatn, “el valle de la asamblea†donde los islandeses fundaron uno los primeros parlamentos del mundo, se da cuenta de que la cascada (la novela también es una cascada textual) crea sus propios muros de agua para apartarnos del peligro.
-Fui a ver cascadas hasta que aprendà que ese dejarse caer puede generar formas de seguridad.
La sublimación se traslada ahora, a través del dibujo y la palabra, a otra libreta de apuntes. El agua ya danza de nuevo entre las huellas que deja la intuición.
Este artÃculo pertenece a Agua y Cultura, sección patrocinada por la Fundación Aquae.