Andrea Jeftanovic: La vida es sueño, o pesadilla

Hay una literatura latinoamericana que se aleja y en cierto modo reniega de la magia espiritual de sagas familiares, embriagadoras recetas culinarias, selváticas vidas o sociedades impregnadas de los abismos de las mafias. Hay una corriente renovadora en la que fichan gentes amantes, en cuerpo y alma, de la literatura, distraídas más en su mundo de necesaria escritura que en provocar destellos de vanidades. Aparentemente, Andrea Jeftanovic pertenece a este grupo de reivindicadores de otra literatura latinoamericana abierta al mundo, pues así parece certificarlo su primera y sólida novela, Escenario de guerra, que llega a nosotros gracias a la apuesta que Ediciones Baladí está realizando con autores allende los mares.

Con una prosa delirante pero dinámica, presentada en frases cortas que afilan la imaginación un tanto vaga del lector acomodaticio, la novela de la autora chilena (Santiago de Chile, 1970), hurga sin complejos estilísticos en el triste, hiriente y solitario pasado familiar de una mujer, Tamara, perteneciente a una generación que se adentra en el nuevo siglo convertida en una mujer adulta llena de heridas históricas y pérdida de felices expectativas, como la de unos hermanos que pudieron ser un apoyo, un amante que pudo haber sido la plenitud del amor faltado, o un tío que pudo haber sido el padre y la madre evadidos en sus mutuas pesadillas.

Jeftanovic divide la novela de doscientas páginas, a modo de una representación teatral, en tres actos, cada uno de ellos con múltiples pequeñas escenas o capítulos. Pequeñas ventanas en la vida de una niña de nueve años, heredera del dolor de guerras, desarraigos familiares y exilios. Porque si de algo habla Jeftanovic bajo un vapor de metáforas y sentimientos perturbadores, amenazadores para el lector por lo que esconden de privados, es de los exiliados de guerra, los apartados de su tierra, de su raíz y su búsqueda posterior de pertenencia. Una novela levemente extravagante en su estructura, con pequeños piezas enmarcadas en títulos como Hombres fragmentados en medio de la multitud, Fechas tuertas, Migraciones en redondo, Sólo veo tus pies o Marcha de sobrevivientes.

Con un leguaje rico, masticable, una prosa poética y agridulce, Tamara va escenificando como un personaje del teatro de la vida, su relación con el padre sobreviviente de una guerra europea, su relación con una madre bella y perdida en desequilibrios emocionales, su relación tibia con unos hermanos alejados en espíritu. Todo un repaso memorístico encaminado a una liberación que evidentemente no llega:

“Soy Tamara. Yo soy. Quiero ser invisible. Quiero existir debajo de una mesa. Quiero ordenar el armario. Mi tiempo es vertical. En la memoria las cosas ocurren por segunda, por tercera vez. Temo amanecer diluida en una mancha…”.

Hemos hablado con esta escritora con talento, viajera incansable, Andrea Jeftanovic, que nos ha dado sólo algunas pistas sobre su escritura y su autoría. El resto es tarea investigadora del lector.

Andrea Jeftanovic (Foto: Casa de América)

Me parece entrever ciertas influencias estilísticas y temáticas de la Nobel Austriaca Elfriede Jelinek en Escenario de guerra. En la última conferencia dada en la Casa de América el pasado mayo en Madrid recurres también junto a Jelinek a Clarice Lispector, Diamela Eltit y Ana Arzoumanian ¿influencias de una literatura sórdida, marginal e intimista?

Sí hay sordidez, marginalidad e intimidad en los trabajos de estas destacadas escritoras es porque todas estas autoras ahondan en la complejidad humana, en desgranar la psiquis y su correlación con los tiempos y sus contradicciones. Me interesa el trabajo que hacen ellas sobre temas no fáciles de abordar como lo es la violencia política e íntima, la crítica social, señalar sujetos oprimidos pero como panfleto sino como textos literarios que abren sentidos, elaboran otros discursos en cuerpos específicos, en históricas cautivantes, en lenguajes asombrosos.

Si me ciño a lo cronológico, lamentablemente no había leído todavía a Jelinek ni a Arzoumanian cuando escribí Escenario de guerra, sí había leído algunos libros de Eltit y de Lispector. Y bueno creo que el hecho de proponer estos cuatro nombres para una conferencia es porque siento una enorme sintonía estética y temática. No digo que escriba como ellas, sino que me interesan sus búsquedas, sus registros, su mirada del cuerpo como espacio político, de situar a la mujer en las nuevas disyuntivas de los tiempos, desafiar convenciones sociales; y todo esto con un uso del lenguaje depurado, inédito, con imágenes muy elaboradas.

Uno de tus consejos a la hora de abordar la literatura, dices, es la de leer la ficción literariamente, en lugar de literalmente. ¿Está el mercado invadido por lecturas demasiado fáciles?

Yo lo decía en el sentido que el lector a veces toma posturas “facilistas”, en el sentido, que la literatura no es para leerla “al pie de la letra” pues así genera malos entendidos. Un ejemplo de ese tipo de lecturas es cuando el lector piensa que el autor o autora escribe sobre un tema u otro porque eso corresponde a su biografía, del tipo “el escritor habla mal del amor porque tuvo malas experiencias personales o porque se divorció”, yo me resisto a esos análisis “biografistas” porque generalmente la materia creada supera al mismo autor. Entonces, mi idea fue recordar que la literatura debe ser leída con abstracción, con capacidad metafórica, con cierto riesgo, con voluntad a entrar a zonas de opacidad porque en entrelíneas, a través de extraños personajes e incluso en temas “no agradables”, se generan sentidos y discursos mayores. Por eso no se debe temer a leer historias audaces, transgresoras, sórdidas porque son plataformas de reflexión, de descubrimiento y de crítica. Temo a esas posturas moralistas o de pura entretención, vamos, la literatura es un laboratorio de la mente y las relaciones humanas. Nos entrega perspectivas y experiencias que felizmente no tenemos que “vivir” pero sí meditar.

¿Por qué enmarcas la novela como un escenario teatral, consignando aquella frase de la vida es un teatro en el que todos tenemos un papel asignado?

La novela describe los devastadores efectos psicológicos de la guerra, una guerra sin nombre, de la violencia política, familiar, personal etc. Todo esto a través de la mirada de Tamara, una niña de 9 años. Quise ensayar el punto de vista infantil más libre de aprensiones ideológicas, para que esta protagonista observara lo que ocurría en su entorno de una manera despojada y lúdica. Me pareció que era verosímil e inquietante que recurriera al juego teatral que transformaba su vida en una puesta en escena, le da una distancia a la fuerte carga emocional, una capacidad de observación como espectadora. Los actores principales son un padre que se hunde en los diarios para olvidar la guerra, una madre que es una mujer enferma que sufre de amnesias temporales y otros desvaríos. Todo esto bajo la tesis de que “la memoria es como una puesta en escena en la mente, donde la cosas ocurren una, dos, tres veces”. Tamara registra con su ojo cíclope las estrategias de sobrevivencia de un mundo heredado y marcado por la precariedad, traumas inenarrables, viajes circulares y el teatro la salva.

Andrea Jeftanovic (Foto: Ediciones Baladí)

Monólogos en fuga, Conversaciones con Isidora Aguirre, Geografía de la lengua, cuentos en antologías, son obras tuyas. Háblame un poco del último trabajo que tienes entre manos, un volumen de relatos y crónicas de viaje…

Estoy terminando un libro de cuentos con doce o trece relatos que giran en torno a padres e hijos y parejas, relaciones “nucleares”. Son historias bien duras, hay una en la que se muestra el lado humano de un incesto, otro en el que se cruza eros y tánatos en relación a la muerte de un hijo, otro relata el viaje en auto de una hija con un padre desahuciado que renuncian a la medicina, o bien, dos hermanos que cometen un crimen por celos, o un matrimonio que se abre a vivir relaciones íntimas con desconocidos, una pareja que vive un período postnatal muy duro, una ex pareja que se reencuentra en un centro erótico, y más.

En forma paralela estoy avanzando un libro que recoge varias crónicas de viaje, soy buena viajera, me “trago” la esencia de los lugares, me enamoro de su gente y de sus paisajes, viajo bastante desde los 18 años, he viajado por tierra por casi toda Latinoamérica, “mochilée” de joven por Europa y el Medio Oriente. Ahora por proyectos literarios salgo unas tres veces al año fuera de Chile. Yo siempre he dicho que sufro de erros errante. Para mí viajar es como leer una enciclopedia, las obras completas de tu autor favorito. Viajar me activa, me llena de sensaciones, me hace tomar muchos apuntes. Tengo crónicas de Sarajevo de posguerra, de la ciudad de Petra en Jordania, de una ida a un club nudista en California, de un viaje a Lima en el que trabajé con el poeta José Watanabe, un viaje a Lisboa en el que intento seguirle la pista a Lobo Antunes o una residencia que hice en Alcalá el año pasado pero que adquiere ciertos tintes existencialistas y más. Diferentes destinos, diversos viajes, yo siempre de sujeto móvil, en desplazamiento.

¿Te has preguntado alguna vez si puede cansar al lector una escritura tan metafórica?

O bien lo podríamos ver al revés, la historia, las relaciones humanas y la realidad no nos dan tregua, es demasiado dura, entonces la metáfora me salva, me refugia en un lenguaje construido a base de imágenes que en algún punto se desprenden de la realidad y me hacen cruzar el espejo de Alicia.

¿Cómo ves el futuro del libro en un mundo cada vez más tecnológico? ¿Hay miedo entre los autores de un descenso de la lectura?

No, no creo, yo por ahora prefiero los libro, me gusta el objeto físico, soy romántica con los subrayados, las texturas, la grafía y los aromas. Pero el soporte electrónico hará que nuevas generaciones lean de otra forma, y también que los textos circulen más libremente superando fronteras geográficas, modos de pago, modos de despacho, etc. Creo que se abre otra forma de leer, en otros soportes.

¿Cómo está situada la mujer en el mundo literario, sin que tengamos que dividir las literaturas en géneros?

Algo “invisibilizada”, pero claro ha mejorado lentamente, pero puede seguir mejorando hasta que haya igualdad, y el ser mujer autora no sea algo a favor ni en contra, un dato dentro de un escenario cultural y literario inclusivo. Todavía no hay nada que se acerque a la igualdad o una representación estadística. El problema está en la “recepción” no en la producción, hay muchas mujeres que escriben o se mueven en el campo literario, y eso no se condice con su poca presencia en los jurados, en la crítica, en las columnas de opinión, en las entrevistas en los medios, en las reseñas, en los amplios reportajes, etc Cuando se trata de difundir el trabajo de autoras o críticas mujeres siempre hay una tendencia a crear la fantasía de que es un grupo minoritario y eso no es así, somos la mitad de la población. Entonces vas a un encuentro literario, en la mesa hay cinco escritores, cuatro hombres y una mujer y la gente tiene la sensación de que es inclusiva. Todavía falta.

¿Podría tener Escenario de guerra una segunda parte?

No lo había pensado, pero sí podría ser la protagonista de adulta… o muerta, desde esa otra dimensión como Rulfo. Le daré vueltas.

¿Y una adaptación al cine o al teatro?

Yo encantada, me encantaría verla en otro lenguaje, yo soy una fiel seguidora del cine y del teatro.

Por último, ¿qué escritores españoles te llaman la atención?

Aparte de clásicos como Marsé, Ana María Matute, María Zambrano etc..comento entre los más contemporáneos que leí una novela de Manuel de Lope y me gustó mucho, Belén Gopegui tiene un registro interesante, Espido Freire también. Tengo pendiente autores que compré en mi último viaje y que por diversos motivos me abrieron el apetito: Julián Rodríguez, Care Santos, Elvira Navarro, Cristina Cerrada, Antonio Jiménez Morato, Patricia Erles, Félix J. Palma, Marco Giralt. Y bueno hay muchísimos autores latinoamericanos que viven en España que me gustan mucho, pero ésa es otra pregunta.

Blanca Vázquez
El gusanillo de los libros
http://elgusanillo.blogspot.com

Blanca Vázquez

Blanca Vázquez Fernández (Euskadi, 1962), formación en economicas, empresariales y contabilidad. Colabora con revistas digitales de cine y literatura (larepublicacultural.es, miradasdecine.net, judexfanzine.net, cinencuentro.com). Ha colaborado en el ensayo de cine "Ellos y ellas", junto a Hilario J. Rodríguez y otros autores, de próxima publicación.

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