Manuel Astur (Grado, Asturias, 1980) es el último vestigio del hombre renacentista: activo y contemplativo, actor y observador, virtuoso y epicúreo. Astur ha escrito un libro que es reflejo de estas cualidades. Un libro que recoge entre sus páginas la hondura y la acción del escritor que es y la serenidad y la meditación del lector que a él se sume. En Seré un anciano hermoso en un gran paÃs hay emoción y entendimiento, honestidad y experiencia. Escritor, periodista y productor musical. Ha publicado novela y poesÃa, ha editado revistas y ha fundado movimientos literarios; actualmente, coordina y enseña a los alumnos de la Escuela de Letras de Gijón. Hablamos con Manuel Astur de sus libros, de su literatura y de otras tantas cosas necesarias y enriquecedoras.
¿En qué se asemeja el autor de este ensayo con el de sus anteriores libros publicados?
Bueno, espero que se asemejen. PodrÃamos decir que son aspectos de un mismo personaje. Como decÃa Imre Kertész: «yo, una ficción de la que a lo sumo soy coautor».
¿Ha crecido a medida que escribÃa sus páginas? ¿Qué le ha aportado esta nueva entrega?
No sé si crecer es el verbo más adecuado. Si te refieres a crecer como mejorar, progresar y todas esas chorradas del crecimiento personal y el lifecoach, no, desde luego. Si te refieres a crecer como crece un árbol, hacia arriba, hacia los lados y hacia abajo, sÃ, desde luego. Aunque asà también crezco cuando, por ejemplo, doy un paseo por mi pueblo o tomo unos cuantos litros de alcohol con un buen amigo.
¿Por qué decide Manuel Astur escribir un libro como Seré un anciano hermoso en un gran paÃs?
Porque necesitaba tomar conciencia de este momento, de este presente. En medio de tanto ruido, sentÃa que necesitaba saber de dónde vengo para saber dónde estoy y tal vez adónde voy. QuerÃa un poco de silencio, para tratar de captar la armonÃa y afinarme. La vibración justa surge de la calma absoluta.
¿Qué finalidad persigue con esta nueva propuesta, con este ensayo?
La misma que con todas. La misma que busco cuando abro un libro. Llegar a muchos lectores y, a ser posible, plantar alguna semilla hermosa dentro de ellos que siga creciendo pasado un tiempo.
¿Un ensayo que retrata una generación o que quiere ser testimonio y advertencia para las próximas?
Entre otras muchas cosas, intento retratar lo que hay en común a todos los humanos que en este mismo momento vivimos en una paÃs llamado España, que pertenece a Europa. Pero busco lo universal. En una sociedad cada vez más tendente a buscar lo que nos diferencia, yo busco lo que nos une.
¿Qué papel juega la memoria y la historia en este ensayo sobre un tiempo que abarca cultura, cambios, progresos, decepciones, nombres…?
La Historia es un cuento que reescribe y adapta cada generación. La identidad propia es otro cuento que estamos constantemente escribiendo. Somos procesos en cambio perpetuo. De todos modos, si el tema del libro fuera la música en vez del que es, contarÃa otras cosas diferentes de mi vida, mi memoria sacarÃa otras pepitas oro del lecho del rÃo del tiempo. Digamos que es un ensayo porque hay una tesis; pero esa tesis soy yo mismo.
Se intuye en la obra una voz propia ajena a toda moda y a todo cliché o dogma en temas tan tabú como los sÃmbolos de nuestro paÃs o en la propia palabra España. ¿Por qué hemos llegado a este punto en que hablar de estos asuntos suele ser motivo de indiferencia o de silencio?
Bueno, creo que todavÃa seguimos pagando el pato del franquismo. Cuando llegó la democracia, la derecha se apropió de los sÃmbolos nacionales, se autoerigió salvadora de la patria, y la izquierda le dejó que lo hiciera porque asociaba España con la dictadura y las autonomÃas con la libertad. Este modo de pensar y sentir se enquistó en los tópicos del buen progresista. Entonces llegamos al punto loco en que sacar, por ejemplo, una estelada es visto como un gesto de izquierdas digno de aplauso y sin embargo lucir una de España es cosa de fascistas antidemocráticos. Es muy imbécil todo esto. Tenemos muchos desajustes de personalidad.
¿Alguna inspiración para este ensayo?
Muchas, cientos, miles. Todo lo que he leÃdo, escuchado, visto y vivido a lo largo de mi vida.
Usted ha tratado con la narrativa, con el ensayo y la poesÃa. ¿Qué es la literatura para Manuel Astur?
Una forma de vida. Un modo de estar en el mundo. La única religión que conozco.
¿Y la posmodernidad? ¿Qué le distancia de ella?
Nada. Básicamente yo soy posmoderno, si entendemos la posmodernidad como la libertad absoluta y la ausencia de fronteras entre géneros. Me parece maravilloso disponer de tantas herramientas como tenemos hoy dÃa. Pero el problema es que se ha asociado posmodernidad a cierto modo de entender la literatura y el arte muy intelectualizado, frÃo o, como mucho, irónico, muy poco humano, casi como si fuera hecho por una computadora, y a un modo de pensar basado en la creación de categorÃas nuevas y neologismos. Contra esa posmodernidad yo me rebelo, porque va en contra de todo lo que me gusta.
¿A qué valores de hoy dÃa, presentes en la sociedad que nos toca vivir, considera Manuel Astur que deberÃamos renunciar sin previo aviso?
No creo que haya que renunciar a nada salvo al individualismo atroz y al egoÃsmo. No está de más pararse a pensar y aceptar que uno se puede equivocar.
¿Es lo moderno y lo nuevo sinónimo de original y atractivo? ¿Por qué solemos creer en que es una concatenación de ideas?
Lo nuevo no suele ser nuevo, pero se le pone esa etiqueta para poder vender otra vez algo viejo. Esa es la base de la moda: conseguir que volvamos a comprar algo que ya no necesitábamos la última vez que lo compramos. Por otro lado, lo moderno es un concepto súper mal entendido. Cuando Rimbaud, que en su época fue un incomprendido, escribió en Una temporada en el infierno que «hay que ser absolutamente moderno» lo escribÃa como quien se despide del mundo y de la belleza, con gran tristeza, para él modernidad era seguir la corriente, ser productivo, estar al dÃa, ser un borrego. Asà que un auténtico moderno tiene que ser plenamente antimoderno.
¿Y qué es una obra actual o moderna para Manuel Astur?
El ideal serÃa una obra que parezca no haber sido escrita en esta época ni en ninguna anterior. Fuera del tiempo.
¿Adónde hemos de dirigir los criterios y los postulados de la estética literaria en el siglo XXI? ¿Y de dónde recogerlos?
No tengo ni idea. Yo sólo puedo hablar de mis intenciones. AsÃ, entre otras cosas, cuando me puse a escribir este libro, me planteé hacer algo que fuera puramente literario: algo que no pudiera ser adaptado al cine ni a la televisión nunca. Creo que más allá de los géneros literarios, la literatura tendrÃa que dejar de agachar la cabeza y de ser vasalla del lenguaje audiovisual. Si a alguien le dices que una novela es tan entretenida como un pelÃcula, para qué va ese alguien a leer una novela, mejor ver una pelÃcula. Del mismo modo que una pintura que sea igual que una fotografÃa es una tonterÃa, porque para eso ya está la fotografÃa, hay cosas que sólo la literatura, la palabra escrita, puede hacer, y creo que eso es lo que tenemos que potenciar y ofrecer, además de que es lo que me gusta.
¿Qué destaca del panorama literario actual?
La libertad y la falta de complejo de inferioridad frente a la literatura que se está haciendo fuera. La búsqueda de una identidad propia. Por fin.
Como profesor y coordinador de la Escuela de Letras de Gijón. ¿En qué cree que debe insistir un profesor para inculcar la curiosidad de la lectura?
Como profesor no sé, porque el alumno que viene a la escuela ya viene con la curiosidad por delante. Lo que sà creo es que entre todos tenemos que potenciar la idea de que escribir, pintar, componer música… son formas de vida de una libertad absoluta y, sobre todo, molonas. Creo que tenemos que volver a propiciar que los adolescentes admiren a sus Ãdolos.
¿Qué lecturas recomienda a sus alumnos?
Muchas, pero la primera suele ser La Biblia, en concreto el Génesis. Y si nos da tiempo, tal vez lleguemos a Levantad carpinteros la viga del tejado, de mi amado Salinger.
¿Se puede enseñar a ser creativo? ¿Qué camino escoge para abrir el pensamiento a sus alumnos?
No sé si se puede enseñar a ser creativo, la verdad. Pero sà se pueden enseñar ciertas herramientas para potenciar la creatividad que ya se tenga. DecÃa Jünger que quien no sabe rezar no puede bendecir. Algo de eso hay.
Por último, una calderilla.
Una creencia: La libertad.
Un movimiento literario: Romanticismo.
Una corriente filosófica: El TaoÃsmo.
Un bar: El de mi pueblo, casa Ricardo.
Un vicio inconfesable: Me lo paso teta con las pelÃculas de Jackie Chan.