Mauricio Bernal | Foto: Janira Gómez

Bernal: «No eres ni escribes literatura latinoamericana»

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Mauricio Bernal | Foto: Janira Gómez
Mauricio Bernal | Foto: Janira Gómez

Según Mauricio Bernal (Bogotá, 1973), todos tenemos varias caras. Él mismo demostrará a lo largo de la entrevista que dispone de una interesante colección. La más pública, la de periodista, hace veinte años que la exhibe; primero en el diario colombiano El Espectador, y después en El Periódico de Catalunya, donde trabaja actualmente. No obstante, aquella que mejor le define, desconocida entre sus lectores diarios, es la de escritor. Escritor y periodista colombiano establecido en Barcelona desde 1999, siempre en este orden. Siempre armado con un bolígrafo en el bolsillo para dejar constancia de su mirada sobre el mundo y su lugar en él. De forma natural y discreta, dejarse llevar por el impulso disciplinado de su escritura es lo que le hace feliz. Nos citamos en la calle d’En Robador para hacer balance de sus novelas —La dificultad de las cosas (2006), Tácticas contra el tedio (2008) y Los grotescos (2013)—, hablar de su próxima publicación en El Peregrino Ediciones y discutir sobre literatura. La elección del sitio es suya. En ocasiones también es un turista literario de esos ambientes, otra de sus caras.

La pregunta es obligada. ¿Cómo es que en todas tus novelas siempre hay prostitutas?
¿De verdad quieres empezar la entrevista hablando de este tema? [Risas]

Totalmente.
Hablar de esto es delicado porque es políticamente incorrecto. No obstante, hay prostitutas porque es un mundo que siempre me ha atraído. En el sentido de que me parece algo extraordinario que una persona entregue su cuerpo a cambio de dinero; que eso exista es fascinante, tristemente fascinante desde cierto punto de vista. Pero cuando uno tiene esta atracción que yo tengo por ese mundo, no piensa en eso, sino que se queda con la fascinación abstracta que produce. Por descontado, este acercamiento es desde lo morboso. Es morboso estar aquí sentados y ver a estas mujeres; saber que en cuestión de minutos pueden estar con un desconocido con el que van a hacer una transacción económica. Seguramente se trate de un sexo triste, pero a los hombres nos atrae mucho el sexo.

Y a las mujeres también.
También, pero ya sería más difícil ver aquí a un hombre prostituyéndose, no son tan visibles. Igualmente no creo que incluir este perfil de personaje en las novelas sea una decisión que tome de manera consciente. Simplemente lo veo como algo natural. Mariana, la prostituta de La dificultad de las cosas (2006), era necesaria para dar un contrapunto a Domingo, el protagonista. Un hombre al que tenían que gustarle las prostitutas porque está cansado de la vida y no está para muchas relaciones sociales. Mariana le da todo lo que necesita: una relación distante, indolora y con sexo. Y al final ella es quien lo mantiene en contacto con el mundo.

Está bien que hayas escogido este lugar.
No soy de lugares, no siento apego a ningún sitio en concreto. Pensé que esta calle sería elocuente, no tanto en relación a mí, sino a mis novelas.

El Peregrino ediciones
El Peregrino ediciones

¿Porque la idea siempre fue escribir?
La conciencia de que escribía bien, de que si algún talento tuve desde el principio era talento para escribir, me llevó a tomar esta decisión. En casa no se leía mucho, pero desde bien pequeño me inculcaron el hábito de la lectura. A mi padre supongo que debo agradecerle que por la vía de la novela policíaca, que era el género que a él más le gustaba, me introdujera en el mundo de la lectura de verdad, aquella que se disfruta. Así fue como acabé pensando que tal vez este era el camino; tenía que intentarlo. Lo que ocurre es que me costó mucho arrancar y tomar la decisión de sentarme a escribir una novela sólida en la que creyera.

Conozco a varias personas que si hubiesen estudiado como tú en el Liceo francés, nunca se habrían dedicado al periodismo. ¿Crees que son profesiones compatibles o más bien son profesiones basadas en un constante amor-odio?
Ganarse la vida con la escritura no es nada sencillo. Estudiar periodismo me pareció el camino más cómodo, el atajo que mejor iba a permitirme desarrollar mi carrera como escritor. Además, muchos escritores han sido periodistas y ese es un ejemplo que uno procura seguir. Me hace gracia que menciones al Liceo porque me recuerda que a todos mis compañeros les pareció un disparate que estudiara periodismo. No era que estuviera mal visto, pero causó un gran estupor, como si me estuviera desaprovechando. ¿Cómo iba a poner a prueba a alguien el periodismo?

Si pudieses vivir solo de la escritura, ¿dejarías el oficio de periodista?
Sin duda. Si pudiera lo haría, pero debo ganarme la vida. Llevo veinte años dedicándome al periodismo; es una barbaridad, es mucho tiempo. En mis sueños de juventud imaginaba: “Me dedicaré unos diez años al periodismo y luego ya habré crecido lo suficiente como para vivir de la escritura”. Es cierto que nadie pensaba que este mundo se convertiría en un lugar en el que la gente no acostumbra a leer, un lugar en el cual a los escritores nos costaría tanto ganarnos la vida porque la literatura no vende.

Puede ser que no venda, pero un contenido de calidad es lo que mucha gente está pidiendo a los medios, precisamente. En cierto modo, es lo que haces en El Periódico.
Lo que hago es una mezcla entre periodismo y literatura, no puedo desprenderme totalmente de la realidad. A pesar de todo, espacios como ‘Barceloneando’ dan más cancha a la pluma porque hablas de un fenómeno de la ciudad desde tu mirada y eso me divierte porque está emparentado con lo que me gusta, escribir con libertad. Un vez leí que los escritores solo pueden dedicarse al periodismo durante un tiempo porque sino se contagian de muchos vicios. Despojarse de eso después es complicado. Hacer periodismo me confirma que escribir es aquello que me gusta; pero del periodismo, la única cosa que me gusta realmente es escribir. Y la escritura, para mí, dentro de mi rutina, es una cosa sagrada.

Pero no empezaste escribiendo novelas…
El cuento que escribí en el diario El Espectador, Palabras que hay que comerse (1998), fue como encontrar un oasis en medio del desierto. Fue muy interesante como aproximación a la literatura, sobre todo en el sentido de publicar algo. No lo he reflexionado demasiado, pero creo que empezar a escribir novela está relacionado con el hecho de haber emigrado y de haberme instalado en Barcelona. Al estar solo encontré las condiciones adecuadas para escribir.

Y así surgió La dificultad de las cosas…
Antes de esta escribí a mano una novela que conservo con mucho fetichismo, que nadie ha leído porque es espantosa, pero que me dio la medida y me confirmó que podía escribir algo más potente que un cuento.

¿Y de dónde sacas las historias? Parece que tengas debilidad por aquellos personajes que detestan sus realidades; ya sea porque tienen fobia a los objetos o porque están aburridos de sus vidas. Pareces alguien demasiado optimista como para tratar temas así.
Eso es lo que dicen los demás, pero no lo soy tanto. Yo creo que todos tenemos diversas caras. Las ideas de mis novelas están siempre ligadas a las cosas que me ocurren en la vida, todo surge de mi relación con el mundo. El detonante de La dificultad de las cosas es algo realmente prosaico. Yo mismo tuve que sufrir durante una temporada el ruido de unas obras y como al personaje me parecía inconcebible vivir así.

¿Te pareces al personaje Domingo Bernel?
No, él es una caricatura de todos nosotros. Estoy seguro de que todo el mundo tiene un conflicto con algún objeto. Me hizo mucha gracia comprobar que así es, gracias a un amigo que vio en la página de cartas de La Vanguardia cómo un hombre se quejaba de los envases de leche, algo imposible de abrir, decía. Produce cierto cosquilleo cuando ves que hay lectores que pueden sintonizar con tus inquietudes, en este caso, la relación que tenemos con los objetos.

Si hay algo que puede asustar de tus novelas, y que por eso son tan verosímiles, es el carácter grotesco de los personajes. ¿Realmente somos así?
Creo que es una cara que todos tenemos en nuestras vidas privadas e íntimas. Todos escondemos cosas terribles y extravagantes; secretos oscuros, feos e inconfesables, no tengo la menor duda.

Por suerte nos salvas con el humor; con ese juego constante entre la parodia y lo absurdo que forma parte de tu estilo como narrador y que acompaña a unos protagonistas que se encuentran siempre en una farsa colectiva, llena de mentiras e inseguridades.
Me gustan las novelas que no renuncian al sentido del humor, es una de las mejores maneras de abordar las tragedias de la vida. Aunque en mi día a día no me considero una persona chistosa, cuando escribo creo que tengo esta habilidad. Pienso que mis novelas serían muy aburridas si hablaran de lo que hablan de forma seria. El humor le da otra perspectiva al lector, le permite abordar unos temas que pueden resultarle incómodos.

Aparte de las prostitutas, el alcohol y el sexo están muy presentes en tus obras.
¿Qué crees que significa? [Risas] Una vez alguien me dijo que Los grotescos (2013) era la novela con más contenido sexual que había leído en mucho tiempo. Y es que yo creo que el sexo rige de algún modo la existencia de todos, a pesar de que las convenciones sociales obliguen a que sea una cosa privada.

Decías que no te sientes de ningún lugar, pero toda tu literatura se ubica en Barcelona. ¿Por qué no situar la acción en Bogotá, por ejemplo?
Precisamente en la última novela que he escrito, y que es posible que se publique en abril, me ha salido mi yo más latinoamericano. Hasta ahora no lo había hecho. Tengo la sensación de que mis tres primeras novelas son muy europeas, pero esta cuarta es todo lo contrario. Sin duda es mi novela más latinoamericana y la que considero mi novela de madurez, la novela de mis cuarenta años. Aquello que pensé en un inicio ha terminado siendo así; y saber llevar hasta el final la concepción original de una novela no es fácil.

Lo decía porque el escritor colombiano Juan Gabriel Vásquez defendía hace un tiempo que los autores latinoamericanos no están obligados a explicar historias que pasen en Sudamérica, ya que su tradición es fruto de toda la literatura universal. ¿Qué opinas?
Tiene razón. En Europa todavía se espera que los latinoamericanos escriban historias exóticas y folclóricas. Algo que, en mi opinión, hace mucho daño a algunos autores que no acaban de escribir como se desea. La escritura no debe reflejar necesariamente los orígenes de cada uno, debe reflejar a uno mismo, y ni siquiera eso. No por ser colombiano estoy obligado a escribir sobre Colombia o las FARC. Escribo sobre mis fantasmas, mis inquietudes, mi manera de ver el mundo… No eres ni escribes literatura latinoamericana. La escritura es una cosa muy libre.

He oído que eres un escritor muy perfeccionista. Lo demuestra el hecho de que tengas obras guardadas en un cajón.
Sí, lo soy. Al menos en aquello que me gusta ser y hacer. No me gusta terminar algo y saber que no quedó lo mejor que podía quedar, lo cual me crea muchos problemas porque me cuesta dar por terminada una novela. Siempre la estoy revisando y como se suele decir, uno puede estar corrigiendo toda la vida, pero también debe saber parar. El truco es empezar otro proyecto.

¿Cuál es tu proceso de creación?
Intento que los personajes se pongan al servicio de una idea para que la desarrollen dentro de un hilo argumental. Intento detallar al máximo sus vidas para conocer quién es el personaje dentro y fuera de la historia porque al final es como conocer a una persona: si no sabes quién es, no puedes ponerla en según qué situaciones. Una vez tengo listos los personajes y el marco temporal, me pongo a escribir un primer borrador, que no es una camisa de fuerza. Una de las cosas más divertidas mientras escribes es que se te ocurren muchas ideas.

Quizá una de las decisiones más difíciles a la hora de escribir es saber exactamente cuándo poner punto y final.
Mis personajes siempre terminan en la cárcel, ¿no? [Risas] El final tiene lugar cuando has explicado todo lo que querías explicar. Es una obviedad, pero a veces tienes la sensación de que a una historia le sobran páginas. No debes caer en la tentación de alargarla solo porque te lo estás pasando bien escribiéndola. La historia es la que es y puede cambiar, pero la idea que se quiere transmitir es algo acotado. Yo intento que mis finales sean abiertos; al personaje siempre le queda vida por delante porque la vida continua. Yo me limito a abrir una ventana en un momento determinado y ver qué pasa.

Todas tus novelas las has publicado en Colombia. ¿Es más fácil hacerlo allí?
Sí, aunque llevo viviendo aquí quince años, no soy un escritor conocido. Mis contactos editoriales son más potentes en Bogotá. Escribir es muy gratificante, pero salir a la calle y vender mi obra no me gusta. El mundo editorial es un universo cuyas dinámicas ignoro. Publicar ya de por sí es complicado, y si no tienes a nadie que te ayude… Espero que en algún momento se acabe; que llegue ese día en el que alguien tenga las puertas abiertas para mí. De momento, me toca sufrir este proceso.

¿Qué buscas que sientan los lectores con tus libros?
Mi única ambición es que se lo pasen bien. Cada uno hace una lectura basada en sus circunstancias personales. Solo quiero que lleguen al final, cierren el libro y piensen: «Esto me gustó, conecta con algo que yo llevo dentro».

¿Cómo ves la salud de la literatura hoy en día?
Parece que se publica mucho, pero a la vez leer es un hábito en retirada, ya no se le dedica tanto tiempo. Es una paradoja extraña. Igualmente, creo que siempre se leerá, siempre habrá un grupo de gente interesada por la lectura porque un buen libro te abre muchas puertas y ventanas. Cuando lo cierras solo estás cerrando el objeto físico, pero hace que te plantees preguntas, te obliga a relacionarte de otra manera con el mundo. Confío en que a los buenos lectores aún les ocurra esto. Lamentablemente, parece que los escritores ya no pinten nada, ya no son aquella parte importante de la sociedad, sino una cosa más marginal.

A la espera de leer tu cuarta novela publicada, ¿puedes avanzarnos si encontraremos a alguna prostituta entrañable?
Tiene que haber una, si no vuelvo a escribirla. [Risas] Sí, el mundo de la prostitución está presente y en concreto habrá una con nombre y apellidos que tendrá cierta importancia, por supuesto.

Janira Gómez Muñoz

Janira Gómez Muñoz (Barcelona, 1992) es periodista especializada en cultura, sociedad y nuevos medios. Graduada por la Universidad Autónoma de Barcelona, ha colaborado como redactora en 'El Periódico de Catalunya' y en las plataformas web 'Vía52' y 'Núvol'. También ha sido creadora de 'El Ideario', medio digital de reportajes de investigación ilustrados. En la actualidad, cursa el Máster en Periodismo Político Internacional (UPF) para especializarse en Europa y América Latina.

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