La expresión la utiliza la protagonista de Brillo: «Soy la coordinadora editorial de nuestro sello infantil, lo que significa que, de vez en cuando, tengo que decirles a los auxiliares de edición que verifiquen cómo hacen la digestión los peces del acuario». Asà de libres son las asociaciones que hace la narradora que crea Raven Leilani (Nueva York, 1990). De una imaginación desbordante en el uso de comparaciones y en las sorpresas que saltan a la mirada, Leilani comienza la novela con una introducción muy fuerte, con una potencia que habÃamos percibido en pocas ocasiones últimamente. Y todo para crear un personaje que es puro conflicto, pura contradicción. Se trata de crear a partir de la pura disonancia. Nuestra protagonista es sincera consigo misma. De hecho, es tan sincera que nos aturde. Es tan sincera que reconoce que no será capaz de resolver un conflicto, porque no deja de ser un pez en el acuario, respirando la misma agua que los demás, pero con menos kilos de fuerza para defender su integridad.
Hemos dicho integridad y tratamos de una desintegración estancada. No parece que haya sido capaz de conseguir muchos referentes, muchos ejes alrededor de los cuales construirse. Está, eso sÃ, el sexo, al que nos enfoca desde una perspectiva que desconcierta: es relativamente sencillo confesar las experiencias y confesarse prolÃfica, pero se va a mover en un pequeño mundo en el que los otros personajes pertenecen a una generación en la que todavÃa se siente vergüenza, o falso pudor, a la hora de tratar con él. Y está también su masoquismo, que es directo, que tiene que ver con el dolor fÃsico. Y este dolor se va explicando a medida que la narración avanza y se nos dan apuntes sobre su pasado, sobre ese padre energúmeno que pasó a creerse un iluminado, que será un fanático y el fanatismo explica demasiado bien nuestros traumas.
Pero ¿qué historia es la que tenemos entre manos? Una mujer joven conoce a través de una web de citas a un hombre veinte años mayor que ella. Él está casado y sostiene que su matrimonio es abierto. La situación de ella llegará a embrollarse de tal modo que no le quedará más remedio que aceptar la hospitalidad de la mujer del amante. Y a partir de ahà se da ese tipo de situaciones que ya hemos presenciado en varios relatos, en las que el extraño condiciona la vida de una familia de supuesta clase media acomodada. Con frecuencia se han hecho comedias o pelÃculas de terror a partir de esa situación. Leilani va mucho más allá, pues la diferencia de clases que expone nos lleva a plantearnos que esa lucha es mucho más mundana, mucho menos filosófica o sindical, de lo que hasta ahora habÃamos sospechado. Se trata de una realidad, en la que también interviene el conflicto entre generaciones, en una época en la que la evolución sucede demasiado rápido.
Nuestra chica es una estudiante frustrada de Bellas Artes, que apenas encuentra consuelo en la pintura. Ni en la única persona que es afroamericana, como ella, en todo el barrio residencial. Nos habla de una forma un poco aséptica sobre una sociedad que es un poco basura: «Me pregunto si habré dado la impresión de estar demasiado deprimida sentada en mi escritorio, si se me habrá pasado usar el modo incógnito del navegador cuando me he conectado a SugarBabes.com. Con la formación adecuada, cualquiera podrÃa hacer mi trabajo y, si me cayera por las escaleras mecánicas del Forever 21 de Times Square y me partiera la columna vertebral, tampoco serÃa noticia en la oficina».
Se trata, en definitiva, de sobrevivir, porque uno no es el rey de los peces del acuario. Ahora bien, está el asunto del destino. Ya sabemos que no somos dueños de él, pero ¿hasta qué punto somos instrumentos en las vidas de los demás? De hecho, sólo se produce una identificación real con una niña que tiene el mismo nombre que el lobo alfa de la manada que acogió a Mowgli: Akila. Esta referencia no es gratuita. En cierto modo, hay un espÃritu de Robinson, pues la supervivencia es una experiencia única, personal, pero al estar rodeado de los demás, esta se produce dentro, que no integrado, de una tribu. Si uno tiene mala suerte, dentro de una jaurÃa. En buena medida, Leilani nos plantea que somos demasiado cáscara de nuez en un mundo que es demasiado océano.
Y todo esto manteniendo siempre el pulso que es narrativo, pero también obedece a la observación, tanto la introspectiva como la que precisamos para interpretar nuestro entorno y a quienes lo habitan. El mayor reto de Leilani será mantener esa tensión a lo largo de toda la novela, una vez que hemos colocado todas las piezas sobre el tablero y nos ha mostrado las reglas, tan fantásticas, con las que ha ideado el juego. Lo aconsejable, desde luego, es llegar hasta la última página sin perder el ánimo.