La parte simbólica más importante del tratado llega cuando relata cómo su madre sueña el propio parto. Ahà el agua vuelve a ser fundacional.
Se le figuró a la gentil mujer, en su sueño, que estaba bajo un laurel muy alto, en un prado verde, junto a una fuente de agua muy clara, y que allà alumbraba a su hijo, el cual en muy poco tiempo, alimentándose solo de bayas, que caÃan del laurel, y del agua clara de la fuente, se convertÃa en un pastor y se dedicaba como podÃa en alcanzar las frondas del árbol, cuyo fruto habÃa sido su alimento y, por el mucho esfuerzo, le parecÃa ver que se caÃa y cuando se reincorporó ya no era un hombre, sino que se habÃa convertido en un pavo real.
El agua y el laurel se convierten, pues, en el alimento del poeta, incluso antes de nacer realmente.
Entiendo que los frutos que cogÃa el niño nacido para alimentarse, son los efectos de esa disposición del cielo, como he mostrado; son los libros de poesÃa y sus enseñanzas, con los que se alimentó, con los que aprendió nuestro Dante.
El agua, en ese momento, se transforma en lágrimas y desconsuelo.
Iguales eran los dÃas y las noches; de estas ni una sola hora transcurrÃa sin lamentos, sin suspiros y sin copiosa cantidad de lágrimas; sus ojos parecÃan dos fuentes de las que surgÃa abundante agua, hasta el punto que muchos se maravillaban de que fuera capaz de tanto llanto.
Albert Lladó (Barcelona, 1980) es editor de Revista de Letras y escribe en La Vanguardia. Es autor, entre otros tÃtulos, de 'MalpaÃs' y 'La travesÃa de las anguilas' (Galaxia Gutenberg, 2022 y 2020) y 'La mirada lúcida' (Anagrama, 2019).