Giovanni Boccaccio admira profundamente al autor de la Comedia. Es gracias a él y a sus constantes elogios, precisamente, por lo que llegará a nuestros dÃas con el calificativo de Divina. Esa reverencia literaria le lleva a escribir Breve tratado en alabanza de Dante Alighieri, una suerte de biografÃa que compone conversando con quienes le habÃan conocido, narrando anécdotas, recuerdos y noticias que logra compilar, y que la colección de Clásicos Aquae ha publicado en una edición bilingüe italiano-español. Ese texto nos permite, tantos siglos después, hablar con él de agua y de poesÃa.
Los elementos como el agua o el fuego han estado presentes, desde siempre, en la esencia de la poesÃa.
Nuestros poetas crearon la ficción de que Saturno tenÃa muchos hijos que, a excepción de cuatro, fueron todos devorados por él. Los cuatro hijos que no devoró eran, Júpiter, es decir, el elemento del fuego; el segundo es Juno, esposa y hermana de Júpiter, es decir, el aire, mediante el cual el fuego aquà abajo obra sus efectos; el tercero es Neptuno, dios del mar, es decir el elemento del agua, y el cuarto, y último, es Plutón, dios del infierno, es decir, la tierra, la más baja de todos los elementos.
La parte simbólica más importante del tratado llega cuando relata cómo su madre sueña el propio parto. Ahà el agua vuelve a ser fundacional.
Se le figuró a la gentil mujer, en su sueño, que estaba bajo un laurel muy alto, en un prado verde, junto a una fuente de agua muy clara, y que allà alumbraba a su hijo, el cual en muy poco tiempo, alimentándose solo de bayas, que caÃan del laurel, y del agua clara de la fuente, se convertÃa en un pastor y se dedicaba como podÃa en alcanzar las frondas del árbol, cuyo fruto habÃa sido su alimento y, por el mucho esfuerzo, le parecÃa ver que se caÃa y cuando se reincorporó ya no era un hombre, sino que se habÃa convertido en un pavo real.
¡Qué extraño sueño!
El sueño le causó tanta admiración que se despertó; no pasó mucho tiempo que le llegó la hora del parto, y dio a luz un hijo, al que de mutuo consentimiento con el padre llamaron Dante.
El agua y el laurel se convierten, pues, en el alimento del poeta, incluso antes de nacer realmente.
Entiendo que los frutos que cogÃa el niño nacido para alimentarse, son los efectos de esa disposición del cielo, como he mostrado; son los libros de poesÃa y sus enseñanzas, con los que se alimentó, con los que aprendió nuestro Dante.¿Y la fuente qué representa?
Juzgo que la fuente de agua clarÃsima, de la que a ella le parecÃa que bebÃa, no puede ser otra cosa más que la fertilidad de la filosofÃa doctrina moral y natural; la cual de la misma manera que procede de la fertilidad escondida en el vientre de la tierra, asà estas doctrinas, que pueden llamarse fertilidad de la tierra, toman esencia y causa de las muchas razones demostrativas, sin las que, de la misma manera que la comida no puede disponerse bien sin la bebida en los estómagos de quien come, ninguna ciencia puede adaptarse bien en los intelectos de nadie si no está bien ordenada y dispuesta por los razonamientos de los filósofos.
Dante aprenderÃa pronto que vida y muerte son dos caras de la misma moneda.
Dante conoció la gravedad de esta ley común a todos antes por una muerte ajena que por la suya propia. Casi a finales de su vigésimo cuarto año, Beatriz, como dispuso Dios que todo lo puede, dejando las angustias de este mundo, partió hacia la gloria que sus méritos le habÃan proporcionado. A consecuencia de esa partida, Dante quedó sumido en tanto dolor, en tanta aflicción, en tantas lágrimas, que muchos de sus cercanos, parientes y amigos creyeron que solamente la muerte acabarÃa con ellas; y consideraron que serÃa inmediata, al verlo sin ninguna confortación, sin que le hiciera efecto ningún consuelo.
El agua, en ese momento, se transforma en lágrimas y desconsuelo.
Iguales eran los dÃas y las noches; de estas ni una sola hora transcurrÃa sin lamentos, sin suspiros y sin copiosa cantidad de lágrimas; sus ojos parecÃan dos fuentes de las que surgÃa abundante agua, hasta el punto que muchos se maravillaban de que fuera capaz de tanto llanto.
Acaba la biografÃa volviendo a ese sueño de la madre de Dante, y cerrando con una alegorÃa que regresa al agua y al mar.
Reconozco que he hecho la exposición del sueño de la madre de nuestro poeta de manera muy superficial. Mi pequeña barca ha llegado al puerto hacia el que dirigió la proa cuando partió de la costa opuesta; y como el piélago ha sido pequeño, y aunque el mar que ella ha surcado ha sido poco profundo y tranquilo, no obstante quiero agradecer a aquel que ha prestado el viento a sus velas que yo no haya encontrado obstáculos.
Este artÃculo pertenece a Agua y Cultura, sección patrocinada por la Fundación Aquae | Puedes leer Trattatello in lode di Dante Alighieri en PDF.