Brevísima introducción a las literaturas africanas

Los estudios de literatura comparada en el continente africano se desarrollan a partir de la independencia de los estados y en torno al concepto de negritud | Foto: LubosHouska, Pixabay

Tras este año 2021 en el que se le ha concedido el premio Nobel de literatura al tanzano Abdulrazak Gurnah (además, entre otros, el premio Camões ha recaído en la mozambiqueña Paulina Chiziane, mientras que el Goncourt y el Neustadt ha sido para los senegaleses Mohamed Mbougar Sarr y Boubacar Boris Diop), es un buen momento para echar una ojeada al campo de la literatura africana o, quizá de modo más correcto, a las literaturas africanas. Todo esto aceptando que posiblemente partamos de un problema de base porque, como se preguntaba el escritor sudanés Abdelaziz Báraka Sakin acerca de la literatura africana en un artículo en El País: “¿existe o es una convención sin contenido?”. Desde su punto de vista esta no existe porque “la literatura no puede adscribirse a ninguna nación o pueblo, sino que porta simplemente la identidad de cada autor”. Pero teniendo siempre esto en cuenta, quizá sea posible acercarse desde un modo general a las letras del continente y en particular a la escrita en inglés, francés y portugués en el periodo postcolonial.

El estudio de las literaturas africanas abarca diferentes áreas de análisis. Por un lado, la literatura oral y la literatura en lenguas vernáculas o arábicas que nacen directamente de los idiomas autóctonos utilizados en el continente. Por otro, el campo de la literatura africana escrita en idiomas europeos (fundamentalmente en inglés, francés y portugués o en español, de la que no nos ocuparemos ahora), o literatura afroeuropea, tal y como prefiere denominarla el escritor keniata NgÅ©gÄ© wa Thiong’o. A la hora de enfrentarnos a esta última, como ya habíamos referido y nos resume Benjamin Lindfors, surgen una serie de problemas: «It is an amorphous field offering its devotees neither a large corpus of literary works to study nor established traditions or scholarship to carry on». La dificultad reside pues en encontrar el solar donde establecer los cimientos de esas literaturas, que se han gestado, tal y como afirma Luis María Marina, en las «profundas contradicciones ínsitas en todo régimen colonial». Entonces, ¿hacia dónde deben dirigirse los puentes creados desde países como Nigeria, Senegal o Mozambique, tan profundamente influenciados por esa marca colonial? ¿Hacía donde mirar para entender la producción cultural y literaria del continente y sus naciones?

Los estudios de literatura comparada en el continente africano se empezaron a desarrollar más ampliamente a partir de las independencias de los estados africanos y en torno, entre otros, al concepto de Negritud y la dialéctica surgida entre las vertientes culturales anglófona y francófona instaladas en África. Este contexto hace que la literatura postcolonial deba comprenderse desde un ámbito no solo lingüístico, sino cultural y nacionalista. Y, por consiguiente, el acercamiento a dicha literatura debe tener también en cuenta un enfoque histórico, sociológico y antropológico. Sin embargo, como afirma Monique Nomo Ngamba, «la especificidad de un acercamiento comparativo a las literaturas africanas residiría en trascender las barreras nacionales y lingüísticas, y en examinar las distintas relaciones que existen entre dichas producciones literarias». Desde esta perspectiva, «una visión comparatista podría también centrarse en las relaciones entre las literaturas africanas y cualquier otra producción literaria del mundo». Cabe precisar en este sentido que el estudio de las literaturas africanas ha tendido a caer en la tentación de buscar una supuesta esencialidad africana, que debería ser preservada contra toda forma de intercambio. Sin embargo, el mundo postcolonial y globalizado, con una cultura fruto de la mezcla y la hibridación, hacen complicado este acercamiento en busca de una posible africanidad inmaculada. Raquel Aparecida nos dice:

«Desde o momento […] em que os países africanos começaram a utilizar a língua dos colonizadores europeus para pensar e escrever sobre a sua própria condição histórica, a hipotética pureza cultural deixou de existir, em ambos os lados».

En líneas generales podremos decir que las literaturas africanas están preocupadas especialmente por una temática política y cultural, con una marcada ética social, y atravesada por el choque que supuso el colonialismo y la entrada de la cultura occidental en el continente. Esto se puede ver claramente en las formas que adquiere la narrativa en la que la influencia de la oralidad es decisiva sobre las formas importadas de la novela o la poesía. Es la típica dialéctica entre modernidad y tradición que, en autores paradigmáticos como el nigeriano Chinua Achebe y en su obra Things fall apart (Todo se desmorona en castellano), adquiere tintes dramáticos. En referencia a la literatura anglófona podríamos también destacar al sudafricano Es’kia Mphahlele’s (que en su más que recomendable obra 2nd Second Down Avenue refleja el ambiente de los suburbios de Johannesburgo al inicio del siglo XX, repleto de miseria, inseguridad y temor); o al también nigeriano Wole Soyinka. Sin olvidar a Amos Tutuola (leer El bebedor de vino de palma o Mi vida en la maleza de los fantasmas supone casi entrar en un ritual mágico) y no podemos dejar de citar a dos grandes escritoras en la actualidad como Chimamanda Ngozi Adichie y Kopano Matlwa.

Soyinka fue el primer africano en recibir el premio Nobel de literatura y recientemente visitó Córdoba en el marco del festival Cosmopoética. En un artículo del Diario Córdoba, al ser preguntado por las diferencias entre la literatura europea y africana decía: «Toda la creatividad e imaginación humanas tienen la misma raíz; si tradujésemos a un mismo idioma todos los textos de diferentes países, sería muy difícil saber de dónde proceden quitando las referencias a lugares o personajes específicos». Sin embargo, parece que Soyinka no ha tendido siempre esto tan claro y fue uno de los escritores anglófonos que más criticó a los escritores francófonos, a los que acusó de estar del lado de los colonizadores. Específicamente repudió el concepto de negritud, al que llegó a ridiculizar comparándolo con el mundo animal: «Un tigre no proclama su tigritud. Simplemente salta».

Sea como fuere, la negritud marcó el devenir cultural de la África contemporánea y en particular de la literatura africana en lengua francesa. Su creador fue el poeta senegalés Léopold Sédar Senghor, rodeado de otras grandes figuras como el también poeta y antillano Aimé Césaire (para conocer esa negritud recomendamos la mítica Antología de la nueva poesía negra y malgache en lengua francesa, recién traducida al español por la editorial Ultramarinos, y que fue editada por el mismo Senghor y prologada por Sartre). Ambos autores pretendían revalorizar la cultura africana frente al mundo colonizador y, por esquematizarla muy superficialmente, reivindicaba el valor de la intuición como su característica fundamental y en contraposición a la razón occidental. Achille Mbembe cree que suponía un grito desesperado en «defensa de la humanidad del negro», la cual « va casi siempre a la par de la reivindicación del carácter específico de su raza, sus tradiciones, sus costumbres y su historia».  Sin embargo, debemos tener en cuenta que, ante lo que a priori pueda parecer, no es un concepto que propugne la diferencia racial, sino la no inferioridad del negro y su pertenencia a la humanidad en un régimen de no inferioridad al resto.

Años más tarde de sus críticas el propio Soyinka parecía querer matizarlas con otra visión: «Nadie duda de la relevancia de la cultura europea, por qué dudar de los valores de la negritud. Lo que Senghor y el resto de los apóstoles de la negritud hicieron fue mostrar que existían ciertos aspectos únicos que diferenciaban a los africanos de los europeos, como su manera de entender las relaciones familiares, humanas y sociales, las distintas filosofías y cosmogonías conforme a las que viven, y la importancia para nosotros del ritmo y de la música». Y si en el contexto francófono hemos hablado de Sénghor, también podemos citar al gran intelectual malí Amadou Hampâté Bâ [su libro de cuentos Le querelle de deux lézards,(ou Il n´y pas de petite querelle) es una delicia]; al guineano Camara Laye y su L’enfant noir; a la senegalesa Ken Bugul (entre otros su novela Riwan o el camino de arena); y a alguien de mi especial predilección como el congoleño Fiston Mwanza Mujila y su Tranvía-83.

Y solo unas líneas sobre la literatura africana en lengua portuguesa. Esta se ha desarrollado fundamentalmente en países como Angola y Mozambique, recorridos una vez más por la cicatriz del colonialismo y que en ellos, especialmente, adquiere una forma particular de realismo mágico cargada de neologismos, como es el caso de los escritores Lundiano Viera y Mia Couto. Además, es una literatura marcada por los hechos sociales dramáticos más recientes como son los conflictos armados, las hambrunas o los eventos climáticos extremos, lo que habla muy a las claras de las preocupaciones de sus escritores. De Angola también podemos destacar a Pepetela y a Agualusa o al poeta Ondjaki, mientras que de Mozambique, a la ya mencionada Paulina Chiziane, debemos mencionar a la poeta Noémia de Soussa y al escritor Ungulani Ba Ka Khosa, ninguno de los dos, por cierto, traducidos hasta la fecha al castellano (del resto de la esfera lusófona solo he tenido la oportunidad de conocer a la poeta caboverdiana Vera Duarte).

Pretende este artículo ser un conciso (y, sobre todo, personal) acercamiento al inmenso océano que suponen las literaturas africanas, tan rico en sus formas y variado en sus temáticas que, sin duda, merece la pena explorar. Quien decida sumergirse en él seguro que encontrará su propia ruta de navegación hacia otros prolíficos caladeros.

Rosauro Varo Cobos

Rosauro Varo Cobos. Cordobés nacido en 1982. Es pediatra y cooperante. Ha ejercido en países como Costa Rica, Perú, Sudáfrica, Malawi, República Centroafricana o Mozambique. Ha publicado artículos de opinión en diferentes medios, un cuaderno de crónicas de viaje y un libro de cuentos titulado 'El embudo' (Andrómina, 2014). Recientemente, ha publicado su primera novela: 'Plagio' (Ediciones en Huida, 2018)

3 Comentarios

  1. Sin duda al litetatura africana es una gran desconocida lo que da lugar a situaciones ridículas como con el útlmo Premio Nobel al que tiraban de «desconocido autor».Bueno no lo conocerá usted señor mío. Yo he leído a autores como Soynka o Achebe y me parecen de gran calidad y de una gran altura. Entre los últimos que he leído está el mozambiqueño Mia Couto, todo un referente y otro futurible Premio Nobel, aunque eso no sea lo más importante pero su fuerza es equiparable a la ya citada Chimamanda. Se agradece un artículo de estas características, que de manera resumida aporta gran información. Estaremos atentos a los otros autores.

  2. Hubiera estado bien hablar de la literatura africana en castellano procedente de Guinea Ecuatorial y del norte de África, muy desconocida en España.

  3. Ngui Wa Thiong’o es escritor “Keniano” y no “keniata” ( error gravísimo)

Deja una respuesta

Your email address will not be published.

Este sitio usa Akismet para reducir el spam. Aprende cómo se procesan los datos de tus comentarios.

Previous Story

‘Los imperdibles’, un programa de lectura en comunidad

Next Story

Albert Lladó: «La ideología del sacrificio aún impregna nuestra moralidad»

Latest from Portada

Los tiempos del duelo

Con su primera novela, 'Llego con tres heridas', Violeta Gil lleva a cabo un ejercicio literario

La memoria cercana

En 'La estratagema', Miguel Herráez construye una trama de intriga que une las dictaduras española y