Hoy, va de cine. Blade Runner o ¿Sueñan los androides con ovejas eléctricas?. Dos iconos de nuestro tiempo reciente y remoto. La pelÃcula, de la que ya se han cumplido veinticinco años, y la nouvelle de Philip K. Dick, verdadero autor de la idea original, al igual que Arthur C. Clarke lo es de 2001: Una odisea en el espacio, de Stanley Kubrick, por ejemplo, con su relato “El centinelaâ€. Pero hay “algo†que ha conseguido trascender en Blade Runner a la categorÃa de mito universal, de verdadero icono cinematográfico del siglo XX. Han ayudado, como no, los actores, Harrison Ford en uno de sus mejores y mas memorables interpretaciones, junto a Sean Young y Rutger Hauer. Ha ayudado la atmosfera del film, adaptando los cómics manga japoneses, y ha ayudado la sensación de eterno y permanente desasosiego que produce la pelÃcula. Pero sobretodo, la idea de la reinvención del mito de Frankenstein, la duda razonable sobre si Rick -Harrison- es un replicante), el eterno retorno que todo lo envuelve. Blade Runner no se puede analizar y contar en 200 palabras. HarÃan falta muchos visionados para entenderla, quizás para comprender los diferentes puntos de vista de los protagonistas. Y solo entonces podrÃamos decir que es posible que los replicantes sean más humanos que los humanos.
Sorprendentes historias sobre famosos, travestidos, drogadictos, fetichistas…, y todos ellos son directores de cine de gran prestigio. Esta es la contraportada de uno de los libros de cine más escandalosos, indecentes y atrevidos que se han escrito en los últimos años. Vidas secretas de los grandes directores de cine muestra ese lado oscuro de los mismos, cuando aún eran jóvenes y vulnerables: a un Luis Buñuel aficionado al sexo en grupo; a un Charles Chaplin “asaltacunas†obsesionado por las lolitas de dieciséis años; a Frank Capra, de quien se desconocÃa sus veleidades con el fascismo de Mussolini y el franquismo; Spielberg y su sÃndrome de Asperberg; Kubrick y su complejo de Napoleón… Y es que si el ser humano por definición es un voyeur (sobremanera cuando va a una sala de cine) que decir de un director de cine cuando se pone detrás de una cámara y suelta aquello de «Â¡Cámara, acción…!».
“Cine, cine, cine, más cine, por favor…â€, cantaba Luis Eduardo Aute en los años ochenta. He de reconocer que nunca sabré si me aficioné al cine gracias a los temas de Aute o a Aute gracias al cine. Pero lo cierto es que durante los años setenta y ochenta acudÃa una media de tres, cuatro veces por semana a las salas de mi ciudad. Asà pude visionar toda la filmografÃa de Godard, Pasolini, Fellini, Visconti, Bertolucci, Truffaut, Hitchcock, Houston, Ford, Peckinpah… Es cierto que no pocas veces he soñado, hemos soñado con los finales de las pelÃculas. ¿Quién no recuerda a Thelma y Louise volando sobre el Gran Cañón del Colorado en busca de la libertad eterna?; ¿o aquella despedida en el aeropuerto de Casablanca -“siempre nos quedará Parisâ€- que con el tiempo hemos terminado por incluir dentro de nuestro acervo cultural? ¿A quién no le ha caÃdo, cual replicante, una lágrima como a Rutger Hauger en el final de Blader Runner? Finales de cine. 77 pelÃculas para recordar constituye un recorrido evocador y lleno de amor hacia el séptimo arte de dos cinéfilos a través de algunos de los tÃtulos más significativos de la historia del cine. Pero, curiosamente, los ejemplos que yo he puesto no figuran en el mismo. “Cine, cine, cine, más cine, por favor…â€.
Luis GarcÃa
Las Cartas del Norte
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. Blade Runner. Lo que Deckard no sabÃa. Jesús Alonso Burgos. Akal (Madrid, 2011)
. Vidas secretas de los grandes directores de cine. Robert Schnakenberg. Traducción de David Cifuentes. Océano (Barcelona, 2011)
. Finales de cine. 77 pelÃculas para recordar. Óscar López y Pablo Vilaboy. Alianza (Madrid, 2011)