Circuit-ON (I): Cuando todos podemos ser Bernarda Alba

c-ONEntrevistamos al director y a los protagonistas de Mi piedra Rosetta, la obra de José Ramón Fernández que subirá el jueves a las tablas de La Cuarta Pared. Con ellos hablamos de visibilidad, de luchas, de relaciones humanas y de integración. Y, sobre todo, de despertar la mirada ante las propias limitaciones, tan universales. Aunque las ignoremos, la obra nos demuestra que haberlas, hailas.

Tomi Ojeda, Patricia Ruz y Jesús Barranco (foto © Pablo Á. Mendivil)
Tomi Ojeda, Patricia Ruz y Jesús Barranco (foto © Pablo Á. Mendivil)

La cita es en una casona de Ciudad Lineal. Está devorada por la hiedra, circunvalada por madreselvas, glicinas y guisantes de olor. Me vienen a la cabeza recuerdos de una película de Mariano Barroso: Hormigas en la boca, finales de los cincuenta en La Habana, con una bellísima Ariadna Gil recorriendo los vacíos de un casoplón, tan parecido a éste, encalado por fuera, celosías y frescos patios interiores, ella con una cintura mínima, un vestido blanco, los sensuales labios carmesíes, cuñas de esparto. Mansiones cubanas de Miramar, fotogramas vivos de lo que fue la gloriosa Habana. Como allí, las palmeras y ficus custodian también esta puerta de entrada. En el porche, ganas de entretener la noche con un Veguero, mojitos cargados de hierbabuena local y charadas sobre lo que seremos.

Ellos tienen el modo latino de amar las conversaciones, de afanarse en el significado exacto de las palabras. Entre los habitantes de Palmyra Teatro el verbo retrata a los personajes de la obra que estrenarán el jueves 25 de abril en la Sala Cuarta Pared: Mi piedra Rosetta, toda una metáfora que descifra lenguajes y posibilidades.

David Ojeda (foto © Pablo Á. Mendivil)
David Ojeda (foto © Pablo Á. Mendivil)

Cuando Pablo Á. Mendivil fotografía a Tomi Ojeda, Jesús Barranco y Patricia Ruz de espaldas a una enredadera está forjando una metáfora de la esencia de esta obra creada por el dramaturgo y Premio Nacional de Literatura Dramática José Ramón Fernández. En Mi piedra Rosetta los cuerpos y las dificultades particulares de cada uno se mezclan, se entrecruzan, creando una mixtura vital donde los obstáculos personales se compensan con la mirada del otro. Con la acertada mirada del otro. Ojeda, Barrando, Ruz y Gordo crearán una tela de araña sobre el escenario de esta sala en modo accesible, el leit motiv de la compañía, como nos revela David Ojeda, su director: “La atención hacia el otro es la quintaesencia de Palmyra Teatro, la integración de todos los intérpretes, sea cual sea la diversidad funcional que tengan, es la base de nuestro largo recorrido. Nuestra ideología es atender, desde la accesibilidad, todos los campos posibles dentro del género teatral, el que podamos pertenecer a un espectáculo libremente sin que haya barreras en la creación. ¿Nuestra meta? Acercar el arte escénico a personas que no tienen la posibilidad de atender a un espectáculo, de disfrutarlo. Que alguien, cualquier día, pueda acudir a un teatro, si es usuario de silla de ruedas, si es sordo o si es ciego, sin necesidad de ir a una hora concreta porque sólo en ese momento el espacio está adaptado para ellos”.

Jesús Barranco (foto © Pablo Á. Mendivil)
Jesús Barranco (foto © Pablo Á. Mendivil)

Mi piedra Rosetta es una fábula que cuenta la historia de dos hermanos. Fábula sin moraleja, las reflexiones brotarán en el espectador, pero dentro de su intimidad. Resume David: “Los dos hermanos son Bruno (Jesús Barranco) y Ariel (Christian Gordo). Bruno es un virtuoso del violonchelo que se encuentra en una fase depresiva de su vida. Ariel es sordo e intenta ayudarle poniéndose en su lugar, intentando comprender qué es la música para su hermano, intentando adentrarse en un universo tan ajeno a él. En esta circunstancia se encuentran con Victoria (Tomi Ojeda), una compañera de Bruno del Conservatorio, usuaria de silla de ruedas. Una mujer fuerte, que siempre tiene que demostrar que puede con todo, pero que interiormente también arrastra inseguridades. Y es Victoria la que idea la posibilidad de rescatar a Bruno de su vacío a través de Nura, una bailarina (Patricia Ruz)”.

Ruz (también coreógrafa de la obra) nos describe a su personaje: “Interpreto a una bailarina que navega por las emociones de los otros personajes, que flota por sus relaciones hasta que se enfrenta con su propia realidad. Para mí, Nura tiene que ver con el agua, en la obra estoy en continuo movimiento. Ella usa los diálogos, la palabra y el silencio como impulso para estar presente en la tarima y bogar por ella, por el espacio, por el escenario. Y este recorrido lo hace Nura a través de las sensaciones del espectáculo y de las suyas propias. Soy una especie de mediadora entre los demás, pero también guardo, como mis compañeros, una dolorosa realidad que encaro al final de la obra”.

Tomi Ojeda, Patricia Ruz y Jesús Barranco (foto: © Pablo Á. Mendivil)
Tomi Ojeda, Patricia Ruz y Jesús Barranco (foto © Pablo Á. Mendivil)

“Lo que los espectadores van a ver en La Cuarta -afirma David Ojeda- es un encuentro de cuatro trenes funcionando en distintos carriles, con velocidades distintas emparentándose con los demás seres humanos a través de sus miserias y sus fortunas”.

Palmyra Teatro utiliza el Arte como una salida de construcción para el género humano. “Se sabe la bondad del arte para edificar, para generar posibilidades, otra cosa es que se utilice”, prosigue Ojeda. “Tanto la danza como la música se pueden relacionar para acercar mundos, por su lenguaje universal. Aquí hablamos de por qué las personas se tienen que escuchar o atender, de por qué hay que saber de la vida del prójimo. Ése es nuestro punto de vista: cómo estar atento a que el otro existe”.

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Precisamente la alteridad se convierte en el centro de la conversación que mantengo con Tomi Ojeda, una actriz de extensísimo currículum (Las trece rosas, La defense, Trasatlántico, Pez y pescado, Fando y Lis, Fisterra, In-Grave) y fundadora de la compañía El Tinglao, que habla con pasión de este proyecto y de la visibilidad que conlleva. Ojeda, que devora al interlocutor a través de unos bellísimos ojos azules, comienza poniendo las cosas en su sitio con una gran firmeza ante mi primera pregunta en la que hablo de “discapacidad”. Ella no lo sabrá después, pero me ha modificado el discurso periodístico y convertirá esta entrevista en una de las más hermosas de mi carrera.

Tomi Ojeda (foto © Pablo Á. Mendivil)
Tomi Ojeda (foto © Pablo Á. Mendivil)

Tú hablas de discapacidad. Yo prefiero, Carmen, hablar de personas con diversidad funcional, que es como a mí y al Foro de Vida Independiente, al que pertenezco, nos gusta denominarnos. Hablemos de diversidad porque socialmente se han usado siempre palabras peyorativas como discapacitado, minusválido o subnormal, términos que marcan a la persona. Uno nace, luego te pasan determinadas cosas a lo largo de la existencia que te hacen ser de una manera u otra. Yo soy usuaria de silla de ruedas, otra persona puede tener una depresión, a otra le ha sucedido una desgracia o tiene un trauma. Por eso hablamos de diversidad funcional física, sensorial, intelectual y no hablaremos de discapacidades sino de capacidades.

-¿Son visibles las personas con diversidad funcional? ¿Existe prejuicio en la mirada de los demás?

No, no somos visibles. ¡Y no porque no queramos! Simplemente, para salir cada día al mundo tenemos un montón de barreras. No hay una accesibilidad universal que es a lo que pretendemos llegar. Sí somos invisibles porque cuesta llegar a los espacios de ocio, a las tiendas, a los museos, a los teatros y porque, aparte, acceder a ellos tiene un coste añadido económico, pagamos el doble. Nos cuesta ser visibles porque no contamos con una asistencia personal, lo básico para integrarse en la vida diaria. Sólo somos visibles en los momentos puntuales: el día D, la marcha contra los recortes, las Paraolimpiadas. No hay una inclusión acertada… Aunque, fíjate, tampoco sé si me gusta la palabra inclusión: no sé si quiero que me incluyan, si quiero estar incluida, no sé si me gusta la sociedad en la que vivo porque hay que cambiarla tanto… Pero no sólo para el colectivo de diversidad funcional, que somos los últimos de la cola, sino por la supervivencia y la mejora de esta sociedad en sí. Y es que en ella hay que cambiar los conceptos, las conciencias y los paradigmas. Nuestra lucha es lograr que se hable de la diversidad humana. A partir de esa aceptación se eliminarán los prejuicios.

-¿Qué mirada distinta aporta Mi piedra Rosetta sobre las personas con diversidad funcional?

La necesidad de comunicación entre los seres humanos, la urgencia de ponerte en el lugar del otro y de sentirlo. Esa necesidad que todos tenemos de apoyo. La piedra Rosetta es la metáfora que hace posible que personajes como Ariel, que vive en el silencio, o Bruno, que no puede con la vida, o Victoria, que intenta no rendirse, o Nura, con su propio lenguaje, interactúen y se comuniquen, se escuchen y se sientan entre sí.

Tomi Ojeda en "Mi piedra Rosetta" (foto: La Cuarta Pared)
Tomi Ojeda en «Mi piedra Rosetta» (foto: La Cuarta Pared)

-Preséntenos a Victoria, su personaje.

Es una mujer con diversidad funcional, usuaria de silla de ruedas. Su vida cambió a los diez años por un accidente. Es una mujer con energía, fuerte, con un mundo interior bastante turbulento pero que intenta no rendirse. Su universo privado es de soledad, de impotencia, pero lo vive hacia fuera de otra manera, mostrándose como una superwoman que puede con todo. El encuentro con Bruno, un amigo de hace tiempo, le lleva a interactuar con Nura y Ariel, creándose una dinámica excepcional entre ellos.

-Ahora mismo, los actores están luchando por implementar proyectos en medio de los enormes tijeretazos gubernamentales. ¿Se enfrenta usted a una doble carrera de fondo, la común a todos y la propia en cuestión de accesibilidad? ¿Cómo se prepara para un casting, para una prueba, para interpretar un papel que no está hecho para una usuaria de silla de ruedas?

Sí, me enfrento a una doble carrera. Yo me puedo presentar a un casting (la verdad, me presento a pocos porque mi carrera va por otro lado), pero es que no tengo la economía necesaria para pagar la asistencia personal que me lleve hasta allí. El Estado no me lo pone, cuando debería ser un derecho. Ésa es nuestra lucha social. Un casting o un grupo en el que estás como bailarina, si no está mentalmente abierto al cambio de paradigma, a que todos seamos iguales y yo pueda interpretar cualquier papel, no funcionará. Afortunadamente, he encontrado gente maravillosa como Patricia o David o a Ángel Negro con el que creé la compañía El Tinglao. Y yo te agradezco esta entrevista… porque me estás hablando de Victoria, de mi interpretación y no haces las preguntas clásicas, estilo “¿cómo puedes bailar en silla de ruedas?”. Me estás preguntando por el personaje. Llevo veintitantos años actuando y me siguen preguntando por lo mismo. Háblame del personaje, de si te gusta mi puesta en escena o no; háblame de las dificultades sociales que puedo tener yo para acceder a mi puesto de trabajo, de quién me trae; de quién me lleva; o de si llego agotada a la noche por tanta lucha. Yo trabajo para que los que vienen detrás no tengan que pasar por ahí. Que la gente diga: quiero ser arquitecto, bailarina, actriz, y tengan las puertas abiertas. Ésa es mi batalla como Tomi, como madre, como creadora, como ser social. Háblame de diversidad y de derechos. Méteme como actriz en la red, en la programación normal. ¡Inserta, incluye!

Un momento de los ensayos de "Mi piedra Rosetta" (foto: La Cuarta Pared)
Un momento de los ensayos de «Mi piedra Rosetta» (foto: La Cuarta Pared)

-No sólo hay silencios sobre las posibilidades físicas. También sobre las emocionales. Recuerdo unas imágenes de la fotógrafa Nan Goldin en las que retrataba a un chico francés enfermo de Sida. Mostraba todo el proceso hasta el final, hasta su muerte, a través de la mirada de su pareja. Aquellas fotografías fueron un escándalo. Hay enfermedades, como los trastornos mentales o el Sida que no son visibles, son socialmente inaceptables todavía.

Cierto. Fíjate en el personaje de Bruno. Bruno no puede con la vida y se plantea el suicidio como posibilidad vital, desde el libre albedrío. Unos no pueden ver, otros no pueden andar, otros llevan mochilas pesadas. Así es el ser humano. Siempre digo que la diversidad crea belleza. Mis primeras profesoras de teatro sólo trabajaban con lo válido, con la parte de arriba de mi cuerpo. Con Ángel Negro, mi compañero en aquel momento, nos planteamos hacer un taller de teatro desde la diversidad y hablamos con David Ojeda. Ahí nació El Tinglao. David, como director, al llegar al lugar en el que ensayábamos, me quitó los bastones que tenía y los aparatos, me puso en el suelo y me dijo: “El espacio y tú, frente a frente”. Y ahí nació un mundo de posibilidades y de libertades, recuperando la fluidez en el movimiento. Danzar me encanta porque me libera, fluyo, es como volar. A veces, cuando estreno una obra, hay amigos que me dicen: “No puedo ir a verte porque me duele”. ¿Y por qué te duele si no tienes nada diferente a otros? Les duele porque tienen algo mal a nivel personal. Esto no pasaría si la educación, desde pequeños, fuera inclusiva y aceptáramos que todas personas tienen algún tipo de diversidad, más visible o menos.

-¿Qué falta para la normalización de esa diversidad?

Asistencia personal. ¡Hay gente en mi colectivo que se está muriendo en la cama, que no se puede levantar y depende de Asuntos Sociales, que han recortado todo! Si tuvieran una ayuda ya podrían, después, desenvolverse por sí mismos. Desde el Foro trabajamos para que exista vida independiente, un derecho que existe en muchos países desde hace 50 años. Es una lucha ardua y silenciosa. La prensa no cubre nuestras marchas o manifestaciones. Sólo pedimos algo: asistencia personal. Ya me ocuparé yo de lo restante, de cómo vivo u organizo mi vida.

Tomi Ojeda (foto © Pablo Á. Mendivil)
Tomi Ojeda (foto © Pablo Á. Mendivil)

-¿Qué significa que Mi piedra Rosetta nazca en La Cuarta Pared?

La Cuarta es una buena sala para dar un impulso a lo que, esperemos, que sea un montaje que se vea en muchos sitios y en diferentes espacios. Hablamos de diversidad, de vida, de miedo, de muerte, del silencio. Y hablamos de lo fundamental que es el diálogo para la coexistencia del ser humano y el aprendizaje. El texto muestra todo lo que es y representa el ser humano y cómo es la sociedad, cómo es convivir dentro de ella, cómo es apoyarte en otros. Y tiene una hermosísima plasticidad, un toque cinematográfico que dan esos cuerpos tan diversos y sus capacidades: el lenguaje de signos, la forma de moverse de Victoria, las miradas, el movimiento continuo de Nura, el combate de Bruno. Es un montaje abierto, donde no existe un happy end. Es un momento de encuentro para ponerse en el lugar del otro.

-¿Cómo ve la situación teatral en Madrid?

La veo mal. Yo, personalmente, no puedo ir mucho al teatro porque no me lo puedo permitir económicamente y porque cuando voy mi primera pregunta es: “¿Podré mear? ¿Estará accesible?”. Pero lo cierto es que ante la crisis hay que tener un poco más de esperanza, por favor, hay que combatir el pesimismo y la apatía. Eso genera un cansancio tremendo. Es tiempo para crear y sacar recursos y herramientas. Hay que decir basta por los recortes en todos los sectores y basta a esas acusaciones de alborotadores al gremio de los actores. Ojalá a partir de esta crisis haya un replanteamiento y se abran espacios abiertos y accesibles. Ojalá nuevos creadores también se planteen esa accesibilidad a la hora de escribir o de dirigir.

-Decía José Ramón Fernández que le sorprendía ver a Schaüble, el ministro de Economía alemán, acceder con total normalidad al Bundestag. Algo casi impensable en España. ¿Cree que una persona en silla de ruedas o una persona sorda podría llegar a ser presidente de España algún día?

(Ríe). Lo veo posible y lo veo necesario. Lo que tenemos es que tender a que no me plantees esto porque acceder a un puesto político para una persona con diversidad debe ser algo de lo más normal. Es una suerte inmensa, por otra parte, que José Ramón haya creado este texto. ¡Es como si se hubiera metido en mi mundo! Ya no sé si a través de él habla Victoria o Tomi, es un autor excepcionalmente generoso, sincero y humilde. A él también se le ha abierto un mundo a partir de crear Mi piedra Rosetta llegando a replantearse su forma de escribir porque quiere crear para todo el mundo. Sólo puedo decir gracias a alguien que ha sido capaz de escribir este texto.

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Dejamos a los actores ensayando en el inmenso salón de la casona cubana. Madrid parece haberse amoldado a la charla con ellos: la ciudad está cálida, enfurecidamente verde, llena de posibilidades. Camino del Metro leo un graffitti que reza: Pa sonrisa, la tuya. Y me acuerdo de la de Tomi cuando dice que quiere interpretar a Medea, a Antígona. “¿A Bernarda Alba?”, le pregunto. ¡Claro, también a la Alba! Pues sí, pa sonrisa la de ella debajo del disfraz de negrura de la materfamilias lorquiana, pura antítesis de lo que es esta actriz. Señores dramaturgos amante del de Graná, ya saben dónde encontrarla: a partir del jueves, en La Cuarta.

Carmen Garrido (@CarmelaGarrido)
www.ladamadeverde.blogspot.com

Fotos:  © Pablo Á. Mendivil y La Cuarta Pared (@salacuartapared)

Mi Piedra Rosetta
Sala Cuarta Pared
Del 25 de abril al 4 de mayo – 21h
Compañía Palmyra Teatro
Dramaturgia: José Ramón Fernández
Dirección: David Ojeda
Traductora de lengua de signos: Elena Jiménez
Intérpretes: Jesús Barranco, Patricia Ruz, Tomi Ojeda,
Christian Gordo, Iris Jugo
Duración: 110 min. Precio : 14€

Carmen Garrido

Carmen Garrido (Fernán Núñez, Córdoba, 1978) es poeta y periodista especializada en Relaciones Internacionales. Premio Andalucía Joven 2008 con 'La hijastra de Job' (Editorial Renacimiento), en 2011 obtuvo el Premio Nacional de Poesía Fundación Cultural Miguel Hernández por su poemario 'Garum' (Editorial Devenir), y fue designada autora 2011 de la Diputación de Cádiz con 'El parteluz' (Proyecto Alumbre).

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