Circuit-ON (II). Javier Yagüe: “La Cuarta Pared es una ojeadora de nuevos talentos”

c-ONHay gente que al ser habitado por una ciudad o por un espacio podría convertirse en cronista oficial de los mismos, en hagiógrafos de esos lugares aprehendidos en la memoria. Son estos vividores los que nos ofrecen una mirada certera y transparente sobre los secretos de un territorio o de una época con mucho más acierto que la Historia misma o que Wikipedia.

Javier Yagüe  (foto © Pablo Á. Mendivil)
Javier Yagüe (foto © Pablo Á. Mendivil)

Es curioso que, al encontrarme con Javier Yagüe en la librería-café La Marabunta yo tuviera en la mano un libro del novelista estadounidense Dennis Lehane. El nombre de Lehane está tan unido a Boston como el río Charles, el MIT o el acento irlandés al Estado de Massachusetts. El día anterior, el escritor había abierto la Cuarta de El País describiendo la rabia que albergaban los bostonianos tras el atentado contra el clásico Maratón de la ciudad.

El hombre que me ayudó a embutir el libro de Lehane en los anaqueles es otro cronista, también de urbes. Bien pudiera ser el portavoz de la historia del teatro español alternativo (úsese con cuidado la expresión) en los últimos 25 años. Javier Yagüe (“nacido por casualidad en Sevilla”) es un nombre imprescindible a la hora de contar las memorias del circuito off madrileño. Cofundó la Sala Cuarta Pared en 1986 en un taller de lavado de coches semiderruido, en el barrio de Embajadores. De aquella época conservan la pared del lavadero, la idea de hacer de su espacio un testigo de lo que ocurre en la calle y la necesidad de plasmar la realidad “de forma metafórica, de forma poética, compitiendo con el naturalismo más plano del cine o de la televisión”, explica Yagüe.

¿Es inevitable que la palabra crisis aparezca en una entrevista? Desde luego, el término tiene que estar presente en este momento, pero desde que vagabundeo por Circuit-ON, la acepción que posee es radicalmente diferente. La crisis es una coyuntura, como podríamos vivir cualquier otra. Y, por debajo, contestándole, está el Teatro. O este espacio de La Cuarta, que abraza “los recortes” de forma literaria, sin repetir las manidas caricaturas que retratan la actualidad en los teatros oficiales. Igual que ya existe la novela sobre “la crisis española” (véase Chirbes) y todas las demás son imitaciones más o menos logradas, las grandes obras sobre los cracks económicos ya han sido llevadas a escena. Hay que mostrar la coyuntura desde otro prisma. Dice Javier Yagüe que parece que nunca hubiera tenido lugar una crisis económica con anterioridad. La mala memoria.

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Javier Yagüe (foto © Pablo Á. Mendivil)
Javier Yagüe (foto © Pablo Á. Mendivil)

Parece ineludible que asome en una conversación con alguien del mundo teatral la palabra crisis.

Pues sí, pero es que los seres humanos somos muy olvidadizos… Ha habido épocas anteriores en este país en las que también hemos estado en crisis… ¡y en situaciones mucho peores! Los latinoamericanos nos podrían dar muchas lecciones sobre eso. En cuanto al teatro, todo se repite. Cuando yo empecé en los ochenta, en el mundo de la creación había cierta parálisis, con un teatro institucional muy claro y con un teatro comercial que venía del franquismo. No había oportunidades para las nuevas generaciones. No tenían dónde mostrar sus trabajos, igual que sucede hoy día. En esos años nace el movimiento de las salas alternativas. Todo lo que iba sucediendo era evolución, frente a la involución de este periodo que vivimos ahora. Y es que venimos de un momento muy bueno teatralmente debido a las condiciones de trabajo que existían. Durante estos años pasados, había un sistema dentro del cual trabajábamos. Ahora, prácticamente, no hay sistema. Y, paradójicamente, algo que se vuelve a reproducir de aquella época en que comenzamos, es que la gente busca mecanismos para expresar sus trabajos y crearlos, más allá de lo económico. Se plantean sus retos artísticos desde una necesidad más clara y desde la libertad más absoluta.

Yagüe vuelve la mirada hacia la forma argentina de hacer teatro, precisamente cuando el Premio Max Iberoamericano de este año es para Daniel Veronese.

Releyendo una entrevista que usted concedió en 2004 podemos ver cómo ha cambiado el papel del circuito off. En ella, denunciaba el cajón de sastre en que se habían convertido las salas alternativas, adonde iba a parar todo lo que no se exhibía en los teatros oficiales, gracias a la sempiterna falta de política cultural existente en España. Por lo tanto, teniendo en cuenta lo que me dice, la evolución ha sido notoria.

Claro que ha habido una evolución, aunque haya sido espoleada por la crisis. En los últimos años, los teatros públicos han comenzado a acoger dramaturgias contemporáneas. Antes, ni éstos ni los comerciales asumían el riesgo de estrenar a gente desconocida. Entonces, empezaron a surgir las Salas B. La Sala Pequeña del Teatro Español, el hall del Lara. Incluso sitios como el Matadero o La Casa Encendida comenzaron a poner en cartel dramaturgias no tan textuales, del tipo de las que se venían haciendo en las salas alternativas. El teatro institucional cogió el testigo. Así que el circuito off tuvo que replantearse cuál era su sitio porque ya se lo habían quitado. Siempre he defendido que cada vez que algo pasa de las salas alternativas a las institucionales es el tiempo de nuevas generaciones. Una sala no puede ligarse a un estilo, debe ser un testigo donde se recoja la innovación.

Hablamos del viejo sistema cultural español en el que el teatro dependía de lo público, de las subvenciones, menciono. Javier me corrige: “No, el teatro dependía de las giras. Y éstas se han acabado. Muchos actores que proceden de ellas se han quedado en el paro, elevando el ya existente en el sector. ¿Cuánto es el tanto por ciento de desempleo en Cultura? Altísimo. Pero esos actores han encontrado refugio en las salas pequeñas. No se han quedado cruzados de brazos. La vocación les lleva a levantarse del sofá e innovar independientemente ya de lo económico”.

Javier Yagüe (foto © Pablo Á. Mendivil)
Javier Yagüe (foto © Pablo Á. Mendivil)

Veo que en muchos teatros oficiales, además del notable nepotismo existente (aunque siempre silenciado excepto en los corrillos y tertulias), ha aparecido el concepto de show, de espectáculo. Grandes escenografías, actores de la pequeña pantalla sin trayectoria teatral previa, obras de cotillón con el fin de atraer espectadores. ¿Ofrecéis las salas pequeñas libertad creativa frente a la institucionalización de determinadas caras y dramaturgias?

La ventaja de un teatro como el nuestro es que podemos asumir riesgos. Eso no se lo puede permitir el teatro institucional ni las administraciones que los rigen. Si a eso sumamos que hay una perversión del propio teatro, ya que ellos tienen que buscar  rentabilidad económica, el círculo se cierra. Volvemos a lo mismo: el teatro público tiene que replantearse cuál es su función. No tiene sentido que compita con el privado y le robe ideas. Asimismo, es ilógico que un teatro público utilice los mismos ganchos que el teatro comercial con cabezas de cartel que provienen de la televisión, a veces con formación o sin ella. Pero, sobre todo, sin equipos que velen por sí mismos. Las instituciones han hecho seguidismo de algo que se está haciendo en lo comercial, en vez de generar una alternativa.

Otra constante de las grandes salas: las modas. Hay dramaturgos, directores y actores trendy. Están en la cresta de la ola, son lo más cool del momento. Parten de una primera función que ha sido un éxito y mes tras mes -sin el reposo necesario para la reflexión- suben al cartel obras propias o versiones de otros textos, ya manidas y desgastadas. Comienzan a funcionar por encargos. Los hashtags con sus nombres se multiplican en Twitter y en Facebook. Son adorados por las redes sociales, los endiosan sus palmeros. Aparecen en revistas de moda, vuelcan sus ideas teatrales en entrevistas en los magazines femeninos. Su nombre está en boca de todos.

Añade el director de La Cuarta: “Por como funciona el sistema teatral las modas son importantísimas. Llega un momento en que alguien figura en todos los sitios. Pasa unos años sobreexplotado. Y luego cae en el olvido porque hay alguien más joven, más preparado, más interesante, que se ha puesto de moda. Ése es el sistema. En teatro no se descubre la gente porque esté en un titular de un periódico: ahí ya está descubierto. La labor de ojeadores de nuevos talentos es la que estamos haciendo en La Cuarta Pared. De alguna manera también es nuestra misión: asumir riesgos, hacer una labor de descubridores, dar cancha a aquellos creadores que creemos que merecen la pena ser vistos”.

La Sala Cuarta Pared ha apostado, desde siempre, por la preparación. Sus cuatro patas (la Escuela, la Compañía, la Sala y ETC) siguen compenetrándose. La formación es uno de vuestros leitmotiv.

Efectivamente, apostamos por un sistema donde se da mucha importancia a la formación. En nuestra Compañía son pocos los actores conocidos pero a los espectadores no les importa porque ven en las obras un equilibrio. Aprecian un estilo, un término clave en el teatro ya que el estilo genera identidades. Luego está la Sala donde ofrecemos nuestros montajes pero que está abierta a muchos otros. Nos interesan compañías que vayan generando un camino, que no hagan obras efímeras. Y ETC es un proyecto pionero que nunca antes se había hecho en España. Para este Laboratorio convocamos a gente públicamente, gente que muchas veces no conocemos, que entrevistamos y seleccionamos. En él volcamos nuestro propósito de conocer a gente que tiene ideas interesantes y que tiene una trayectoria corta pero buena. Ahí, desplegamos nuestras antenas intentando saber qué hacen.

Y frente a la apuesta por la formación, la desangelada cifra que ha culminado la catástrofe: el 21%.

El 21% ha sido la tormenta perfecta que ha sucedido a la crisis. El mayor error de nuestros gobernantes es que están intentando cambiar el modelo sin un modelo alternativo, que pretenden que nazca por generación espontánea. Hay una falta de liderazgo político en general. Y ya no digamos en lo cultural. ¿Quieren cambiar un sistema que depende mucho de lo público? Pues vamos a generar uno en el que el ciudadano sostenga la cultura mediante fundaciones o mediante las taquillas. Pero para implementarlo necesitas un plazo, un período de transición. Si aparte de no encontrar la alternativa, pasas el IVA del 7% al 21%, te has cargado la posibilidad de que la sociedad civil compense lo que has dejado de financiar. Las salidas se han cerrado. Pero la gente de teatro somos muy resistentes. No me gusta la frase de que el teatro siempre ha estado en crisis. La verdadera lectura de esa expresión es ésta: la gente de teatro ha sabido sobrevivir en cualquier circunstancia. La necesidad de expresión prima sobre lo demás.

Javier Yagüe (foto © Pablo Á. Mendivil)
Javier Yagüe (foto © Pablo Á. Mendivil)

Cuando eligieron primer ministro de Italia a Mario Monti, una de las cosas que más llamó la atención es que este tecnócrata de impecable perfil fuera un amante de la Ópera y acudiera a menudo a La Scala con su mujer. Le pregunto a Yagüe si cree que la falta de formación cultural de los políticos es una de las causas por las que tienen tanta complacencia en guillotinar las Artes. Algo impensable si tuvieran un fuerte bagaje ilustrado.

Sí. Pero no sólo estamos hablando de dirigentes del Área de Cultura sino de dirigentes en general. Cuando tú ves en otros países que los primeros ministros van a la Ópera o al teatro, como me decías de Monti, quiere decir que la Cultura forma parte de su vida cotidiana. Aquí es impensable. Muchas veces ni los propios dirigentes acuden a  eventos relacionados con su área. Eso habla de cómo la Cultura para muchos de ellos es un accesorio que tiene que ver con el ocio, con pasárselo bien y no es un elemento clave en el desarrollo de la persona. ¿Dónde sitúas la Cultura? ¿En el terreno del ocio o en el del entramado de la sociedad? Si a eso le sumas que estos tecnócratas se han ido cargando en los últimos años a la gente que tenía proyectos y ejercían el liderazgo cultural y han ido poniendo administradores en su lugar… ¿Qué podemos esperar?

Quizá la respuesta a esta pregunta se encuentre en la misma Cuarta Pared. Buscando obras para esta primera parte de Circuit-ON, me topé con la enorme casualidad de que los montajes de la sala de Embajadores en abril y mayo iban a ser tremendamente innovadores. Teatro por Alimentos (donde la entrada se compraba canjeando alimentos no perecederos); La Cena (donde el público elige previamente el papel que asumirá cada uno de los actores); Inmortales, dirigida por el propio Yagüe, (en la que los asistentes deciden durante cuánto tiempo quieren visionar la obra); o Mi piedra Rosetta, la propuesta de Palmyra Teatro que ya cubrimos en la apertura de este proyecto.

“La investigación sobre los formatos –explica Yagüe– ha formado siempre parte de nuestra historia. Y esas cuatro propuestas evidencian hacia donde vamos. Estos últimos años ha habido una eclosión de nuevos dramaturgos. Pero las compañías intentaban asentarse -a la antigua usanza- en el sistema teatral de giras para que los actores pudieran sobrevivir. Eso ha terminado siendo un condicionante para las propuestas que pretenden ir a provincias, teniendo que adaptarse a los teatros a la italiana. La gira condiciona desde el punto de vista creativo. Ahora hay gente que está proponiendo cosas que no tienen nada que ver con los formatos convencionales. Por ello, nosotros investigamos e intentamos recuperar nuestra sala en un sentido amplio y no sólo como un espacio teatral. Estas obras de primavera que mencionas también tienen que ver con nuestra búsqueda de la identidad y de la diferenciación: cómo hacer algo que otros no están haciendo. Lo que ofrecemos al público en abril y mayo es muy sintomático de lo que pensamos: que La Cuarta nunca va a ser un teatro al uso”.

Terminamos la charla hablando de la importancia de las redes sociales para la interacción con el público. “¿Son necesarias para publicitarse?”, pregunto. Yagüe disiente de la palabra “publicidad”: “Recuerdo que nuestro primer folleto decía: Cuarta Pared, lugar de encuentro. Queríamos que el teatro recuperase su función de ágora, donde se debate y se reconoce a la gente, más allá del intercambio comercial. Las redes sociales son una manera de mostrar lo que hacemos. Una manera muy natural de comunicación, de que haya feedback entre los que proponemos como montaje y los que van a verlo”.

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Me llevo al mostrador, una vez terminada la charla, el libro de Lehane que ojeé al principio. Se llama La última causa perdida, una mala traducción al español del original: Moonlight Mile, sacado de una canción de los Rolling Stones. Desde la portada, una Beretta mira fijamente al lector, apuntándole con desgana. Quizá los amantes del 21% guarden Berettas en sus cajones y con ellas practiquen el tiro al plato. Pum al cine, Pum al teatro, Pum a los libros, Pum a las Bellas Artes. Incluso sonrían cuando lo hagan. Pero, como contradiciendo al título del libro, la Cultura será para entusiastas como Javier Yagüe La última causa ganada. La pasión, a veces, vence a las Berettas. Y, por si fuera poco, en la novela del bostoniano, los buenos acaban ganando a los malos. Happy end.

Carmen Garrido (@CarmelaGarrido)
www.ladamadeverde.blogspot.com

Fotos:  © Pablo Á. Mendivil

 

Carmen Garrido

Carmen Garrido (Fernán Núñez, Córdoba, 1978) es poeta y periodista especializada en Relaciones Internacionales. Premio Andalucía Joven 2008 con 'La hijastra de Job' (Editorial Renacimiento), en 2011 obtuvo el Premio Nacional de Poesía Fundación Cultural Miguel Hernández por su poemario 'Garum' (Editorial Devenir), y fue designada autora 2011 de la Diputación de Cádiz con 'El parteluz' (Proyecto Alumbre).

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