“DÃa a dÃa observaba la evolución de la vida en la muerte. La vida en su fluir siempre avanza, siempre va hacia el frente; pero la muerte hace lo mismo desde el otro lado, y se chocanâ€.
El protagonista de Entierre a sus muertos (Eterna Cadencia, 2018), Edgar Wilson, aparecÃa ya en dos obras anteriores de la escritora Ana Paula Maia, Carbón animal y De ganados y hombres. En esta ocasión, Wilson, tras abandonar su trabajo como aturdidor de animales en el matadero, se dedica a recoger los cuerpos muertos de los animales que se encuentran en las carreteras para, después, entregarlos en el depósito. AllÃ, son triturados para convertirlos en compost.
Entierre a sus muertos, las dos novelas mencionadas y Asà en la tierra como debajo de la tierra, componen una suerte de ciclo de la escritora brasileña en el que, más allá de las conexiones directas a partir de personajes y paisajes, se aprecia el proyecto de la escritora por componer un gran fresco narrativo que oscila entre el realismo descriptivo y la creación de un espacio literario y discursivo de gran abstracción para ahondar en diversos temas que van de lo concreto con relación a la trama a una mirada más amplia.
“Mira hacia el cielo y mueve la cabeza de un lado a otro tratando de encontrar algún vestigio, un trazo mÃnimo de verdad. Pero no ve nada: ni furia, ni ángeles, ni santos. Es un cielo vacÃo, completamente descolorido y silencioso. Inerteâ€.
La historia de Entierre a sus muertos resulta, en términos generales, muy reducida: Edgar Wilson recoge animales muertos en las carreteras cuando un dÃa encuentra a una mujer muerta; dÃas después, habrá otro cuerpo. El sistema sanitario, asà como la policÃa, no puede hacerse cargo de esos cadáveres por diferentes motivos, por lo que será Wilson, y un compañero, Tomás, un sacerdote, quienes se hagan cargo de ellos con el fin de enterrar a esos muertos y que descansen en paz. A partir de este armazón narrativo, Maia compone una road novel en el que el movimiento exterior de los protagonistas tiene tanta importancia como aquellas reflexiones que van surgiendo de su itinerario. Las cuales vienen dadas, en gran medida, a través de una brillante composición atmosférica. Maia transmite fisicidad, degradación humana y violencia. Pero también una cierta bondad casi trascendental bajo los comportamientos de los personajes.
“En un trabajo como el suyo, en el que se está constantemente cerca de la muerta, siempre un paso atrás, lo común es sentir al menos alguna forma de malestar o un estado ligeramente decadente de espÃritu. La falta de sensaciones de este tipo, como ocurre con Edgar, podrÃa pasar en principio por un buen indicio. No percibir la presencia del mal es, para la mayorÃa de las personas, señal de que todo está bien. Pero para Edgar Wilson es justamente lo contrarioâ€.
Lo animal y lo humano, la bondad y la maldad, la belleza y el horror, cohabitan en un mismo espacio en pugna constante y crean una dialéctica discursiva y narrativa que introducen al lector en un espacio casi onÃrico; pero que se percibe muy real. Las crudas descripciones de Maia pueden impactar tanto como determinados momentos en los que se percibe que el bien intenta aflorar a la superficie. Aunque sea algo costoso en un mundo, el creado por Maia, en el que las metáforas de muerte y de putrefacción van más allá de aquello que describen para hablar de un sentido más hondo de la existencia humana en un contexto muy particular que remite, o puede remitir, a una zona de Brasil como, en el fondo, a cualquier otra latitud. Porque Maia se ocupa de elaborar un territorio de gran abstracción en el que los elementos fÃsicos poseen significancia por ellos mismos y por aquello que representan.
“Los peces, aun muertos, brillan. Los hombres cuando mueren se cubren de oscuridad. Todo se apaga, lo que estaba en los ojos deja de estar. En su lugar no queda nadaâ€.
Se suele hablar, con relación al trabajo literario de Maia, de una elaboración de la violencia que resulta impactante por su crudeza. En Entierre a sus muertos, esa violencia posee algo catártico, casi bÃblico, en cuanto a que supone para los personajes un camino redentor, pero también una suerte de prueba para encontrar algo de humanidad, y, a su vez, de bondad, en el interior de una maldad endémica, casi atávica, representada por ese espacio lindante con lo fantástico que construye Maia en su novela.
Porque Entierre a sus muertos, desde su extremo realismo descriptivo, se acerca a lo fantástico en cuanto a la subversión, desde la violencia y lo putrefacto, de lo real. El lector se encuentra ante unos paisajes y unos espacios que pueden resultar reconocibles; y, sin embargo, hay algo ahÃ, anidando en su interior, que produce una sensación de fantasÃa. La realidad, en manos de Maia, se transforma en algo diferente, pero sin dejar de poseer su aspecto natural. En esa intersección la escritora brasileña encuentra su propia voz, que bebe de muchas referencias tanto literarias como cinematográficas, pero que consigue asentar con una mirada muy particular hacia el mundo. Una mirada que no esconde el espanto que se introduce en él para encontrar, a su vez, una luz de esperanza en un mundo que ha perdido su humanidad en el preciso momento en el que no es capaz de enterrar a sus muertos. Si estos no tienen paz, ¿cómo la van a tener los vivos?
“Una sola cosa le da pavor: morir solo, quedar atrás sin que nadie lo acompañe en ese momento. El miedo a la propia destrucción es innato en todos los animales. El miedo de Edgar va más allá: es ese miedo a que los buitres lo devoren, a que gusanos necrófagos acaben con él, a que su carne quede expuesta a la vejaciónâ€.