Estar a un lado y al otro de un mismo asunto está muy bien. Nadando y guardando la ropa, o sea contradiciendo el saber popular. Es la segunda vez que me pasa. La primera fue cuando hice de extra en una peli y luego me encontré trabajando de portera en un cine donde se proyectaba. En una secuencia que pasaba totalmente desapercibida habÃa una cabeza con cofia entre la muchedumbre que era yo. Nadie sabÃa que entre el populacho que gritaba ¡justicia! se encontraba la misma señora que les habÃa roto la entrada. Disfruté muchÃsimo con mi chiste privado. Son situaciones de esas que matan la magia del cine, o visto de otro modo, cotidianidades de mi generación pluriempleada y/o sin trabajo.
Esta vez ha sido distinto. El año pasado gané un premio y este año he sido jurado de este mismo premio. No hay mucho chiste, pero sà que habÃa una enorme curiosidad. ¿Me regalarán jamones? ¿Me intentarán sobornar? ¿Qué pasa si no me gusta ningún poemario de los que se presentan? Bueno, no ha habido nada de eso. Lo siento. Ser jurado se parece más a gritar ¡justicia! que a romper entradas. Lo cuento.
Presentarse a concursos: el alma en juego. Una vez, un amigo poeta me dio un buen consejo. Me dijo que no me presentase a concursos en los cuales el premio fuera superior a mil euros, que estaban todos amañados. Como si mil euros fuese la cifra máxima a la que yo y mis congéneres pudiéramos aspirar. Una especie de tope pecuniario de la generación que les comentaba hace unas lÃneas. Supongo que me lo dijo, en parte, porque me vio deplorablemente despechada: mi poemario habÃa sido descalificado de un certamen de cuyo nombre no quiero acordarme. A estas alturas ya deben saber que las propias obras se parecen sospechosamente a los hijos o a los novios: su suerte o desgracia se sienten muy adentro. Asà que, pasados los lloriqueos, seguà su consejo.
Sin embargo llegó un dÃa que decidà desafiar el oráculo. ¡Y me salió bien a la primera! Fue el Joan Duch de poesÃa 2012 que me permitió publicar Construcció de la Nit. No me costó ningún órgano vital, aunque sà me produjo algunos efectos. A corto plazo, una cierta ansiedad. En el Joan Duch no se anuncia el nombre del ganador hasta el dÃa de la gala. Recibes un mail de Joan Cornudella que te dice que eres finalista pero no sabes qué premio te corresponde. Te pones de los nervios, lo puedo asegurar. Pero si tienes la suerte de ganar, la euforia es doble. Como en las pelis, al final hay que agradecer la tensión argumental.
A largo plazo, sufrà una metamorfosis. La de transformarme en miembro de un jurado. Situémonos. El Joan Duch es un premio que pertenece a Juneda, que es el Macondo de Lleida sin lugar a dudas. Juneda fue la cuna del escritor Joan Duch pero también la de Pere Bellmunt, Francesc Gelonch y Jordi Quer. En su paisaje tanto caben los campos arados como los versos inscritos en las paredes y se montan recitales regados con buenos vinos. Si vais a Juneda desde Lleida y queréis vivir la experiencia poética total, preguntad por el taxista José-Miguel Arenas. Por un módico precio os llevará hasta allà recitando sus propios versos, os contará sus secretos literarios, cómo escribir poesÃa, cuándo y por qué.
Asà fue como este año llegué a Juneda, calentando motores literarios con el taxista. El dÃa de la deliberación, mi primera deliberación como jurado, llovÃa a mares. Me recibieron con pastas y café caliente. No puedo revelar el contenido de las deliberaciones pero sà puedo decir que se debatió sobre el talento, la ambición literaria, la puntuación de los versos, las primeras impresiones, la emoción; en fin, que fue interesantÃsimo y reconfortante. Intenté imaginarme como podrÃa haber sido durante el año anterior. No pude. Siento mucho desautorizar a los escépticos, entre los cuales, me incluyo: no todos los premios de más de mil euros están amañados. Lo siento por mÃ, pues, obviamente. La ¡Justicia! en este caso y en general, depende por supuesto de la subjetividad de quién te juzga. Nada de jamones ni de rasgar papeles antes de leerlos. Discutimos como lectores y, queridos concursantes, no sufráis: os tratamos con cariño.
Los protagonistas El ganador de este año es Malvestats i paisatges de Xavier Zambrano. El autor explica su libro:
«La primera parte de Malvestats es un homenaje a los malvados, tipos sin duda nefandos pero sin los cuales no existirÃa gran parte del cine y la literatura; personajes ficticios como Otelo y Sam Spade, pero también reales como Benvenuto Cellini y Lord Byron. Los malos siempre tienen un mayor interés literario que los buenos y ello explica por qué el Infierno de Dante es muy superior al ParaÃso. Los poemas de la segunda parte, Paisatges, tienen su origen en imágenes de lugares vividos, vistos o soñados. Por ejemplo, hay poemas sobre las pintura rupestres de Chauvet, sobre el acqua alta en Venecia o el fin de año de Kioto. Como interludio entre las dos partes, hay una serie de poemas dedicados a las artes ocultas: alquimia, astrologÃa, cristalomancia…». Más cine y literatura pues, en esta obra que será publicada por la Editorial Fonoll en abril de 2014.
El segundo premio ha sido para Finlà ndia de Laia Carbonell, una obra generacional según mi opinión. La autora contesta:
«No puedo saber si es un poemario generacional, aunque inevitablemente estoy determinada en gran medida por la situación coyuntural de España y, objetivamente, soy una de tantos jóvenes con un nivel de estudios alto que emigra por las pocas perspectivas de futuro que ve en su paÃs. Sin embargo, una vez en Tampere, me atormentaba ser un cerebro fugado más, y esa fue una de las razones por las que regresamos. En Tampere (Finlandia) trabajé como asistente de una mujer con las piernas amputadas y mi trabajo consistÃa en ser la extensión de ese cuerpo mutilado, en hacer todo lo que no podÃa hacer. En mi poemario relato la relación de amor entre mi cuerpo y su cuerpo amputado, una relación de amor que surge de la necesidad mutua: la suya de ser asistida y la mÃa de trabajar».
Por último Dolors Juárez, que ha ganado el tercer premio con La Terra Absent, relativiza la importancia de presentarse a concursos:
“No me he presentado a demasiados concursos y las veces que lo he hecho ha sido porque se acumula en el ordenador todo lo que vas escribiendo y llega un dÃa que te planteas que quizá estarÃa bien hacer algo con ello. Este año ha sido mi año de concursos y, por lo menos, he sido finalista en casi todos los premios a los que me he presentado. Pero, como digo, soy consciente de que es relativo. La obra La Terra Absent, por ejemplo, quedó sexta en los Premios Recull de poesÃa Benet Ribas 2013 entre más de cincuenta participantes de todas las edades y ha quedado tercera entre trece participantes de hasta 35 años en los Premios Joan Duch. He aquà la relatividad. Pero es una manera más de ser escuchado y una manera más de descubrir qué se piensa de lo que haces y no deja de ser halagador que se te valore y se te dé este reconocimiento. Claro que sÃ.â€
Y yo insisto: claro que sÃ. Hay que hacerlo. Hay que jugarse el alma, existan o no, los jamones, los pluriempleos y los malvados de pelÃcula. Que, como canta Marc Anthony, al final Valió la pena. Ãnimo muchachos, que dentro de poco estaremos en el otro lado.
El mundo de los concursos literarios tiene de todo. No podemos ser ingenuos. Y sigue habiendo suerte para todos.
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Me parece interesante lo que dices. Pero no entiendo algo: cuando dices «ingenuos»Â¿a qué te refieres?
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