Una mujer observa la lluvia desde su ventana | Foto: Pexels

Zup, plaf, la atracción fatal de las gotas

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Una mujer observa la lluvia desde su ventana | Foto: Pexels
Una mujer observa la lluvia desde su ventana | Foto: Pexels

Julio Cortázar publica en 1962, en la editorial Minotauro, Historias de cronopios y de famas. Se trata de un libro de relatos breves donde el argentino muestra su concepción de la literatura como un artefacto tanto lúdico como preciso. En ese volumen encontramos cuentos inolvidables, como Instrucciones para subir las escaleras, Los posatigres o Aplastamiento de las gotas. El autor de Rayuela nos explica a través de ese brevísimo texto, y con tan sólo unas pocas líneas, un fenómeno misterioso que siempre consigue atrapar nuestra atención: cómo actúan las gotas que han topado con una ventana en un día de lluvia.

¿Por qué nos quedamos embobados mirándolas?

Para entender mejor la minuciosidad del relato, y si se corresponde con la narración que nos proporciona la ciencia, leemos de nuevo el texto junto al ingeniero Carlos A. Talvy, quien dedicó su tesis doctoral al comportamiento de las burbujas.

-Una burbuja y una gota son dos caras de una misma moneda. Funcionan a través de lo que llamamos sistema bifásico. -nos aclara.

En el caso de la burbuja es aire envuelto en agua, en el caso de la gota es agua envuelta en aire.

Julio Cortázar | Wikipedia
Julio Cortázar | Wikipedia

Cortázar habla de goterones “cuajados y duros”. ¿Cómo llegan a solidificarse así? A. Talvy nos dice que el líquido posee un parámetro de dureza, que tiene que ver con su contenido químico. Pero insistirá durante toda la conversación en que el concepto más importante es el de tensión superficial. Es la capacidad que tiene el líquido para mantener su estructura de equilibrio. O como algunos lo llaman: la piel del agua.

El escritor argentino sigue relatando que las gotas “se aplastan como bofetadas”, unas detrás de otras. ¿Cómo ocurre esa atracción? La cinética de un cuerpo es la energía que posee gracias al movimiento y la aceleración.

-Cuando están juntas, las moléculas buscan seguir estando juntas. Tienden a evitar que se rompa la superficie.

Pero Cortázar, además, nos cuenta que una “gotita” se queda “temblequeando”. ¿Qué provoca, físicamente, ese convulsión? El líquido, a diferencia del gas, no lo puedes comprimir. Al enfrentarse al cristal, la gota debe encontrar su propio lugar.

El relato avanza para contarnos que “el cielo la triza en mil brillos apagados” ¿De qué manera se comporta la luz en ese proceso?

-Pasa un poco como en el arcoíris. En este caso la explicación la encontramos en el denominado fenómeno de difracción.

Y es que luz atraviesa las gotas y, en función de la frecuencia, ofrece un resultado u otro. Cortázar, sin alargar su texto con adjetivos innecesarios, aumenta la incertidumbre: “Ya va a caer y no se cae, todavía no se cae. Está prendida con todas las uñas”. ¿Podemos hablar de resistencia?

-Sin duda, buscan su propia defensa. –sostiene A. Talvy.

Podemos hablar de resistencia, sí, porque, de hecho, las gotas son conservadoras por naturaleza.

El argentino no se detiene. Ahora nos describe cómo a la gota “le crece la barriga” ¿Cómo se produce ese crecimiento? Cuando la cohesión entre las moléculas de un líquido es más potente que la adhesión, la tensión superficial hace que el líquido descienda…

Cortázar sigue observando la ventana que parece llorar. “Las hay que se entregan enseguida, brotan en el marco y ahí mismo se tiran”. ¿Por qué alguna se agarran más que otras? Es lo que se conoce como capilaridad. Decimos que un líquido “moja” cuando penetra, con más intensidad, en la pared con la que se encuentra.

Vemos claramente cómo las gotas siguen el camino que han dejado otras, nos recuerda Carlos A. Talvy. Parecen hormigas que huyen.

-También es una cuestión molecular. Quieren mantener el máximo tiempo posible su forma.

Llegamos al clímax y al desenlace. “De pronto zup, ahí va, plaf”, leemos. ¿La caída es simplemente el efecto de la gravedad? La gota cambia su apariencia y se hace más aerodinámica. Ahora es como una lágrima. Hasta que no aguanta más.

“Deshecha, nada, una viscosidad en el mármol…” ¿Y qué pasa con sus moléculas tras el impacto? La termodinámica nos advierte que la energía, en realidad, no desaparece, se trasforma.

-Al chocar contra la superficie, se desestructura la molécula, sus fuerzas de atracción. –aclara el ingeniero.

Las gotas no se han rendido del todo. Intentarán reorganizarse. En función de la rugosidad del terreno, y de la proximidad de las partes que se han dividido por el impacto, podrán o no juntarse de nuevo.

Cortázar, por si acaso, se despide: “Tristes gotas, redondas inocentes gotas. Adiós gotas. Adiós.”

Este artículo pertenece a Agua y Cultura, sección patrocinada por la Fundación Aquae.

Albert Lladó

Albert Lladó (Barcelona, 1980) es editor de Revista de Letras y escribe en La Vanguardia. Es autor, entre otros títulos, de 'Malpaís' y 'La travesía de las anguilas' (Galaxia Gutenberg, 2022 y 2020) y 'La mirada lúcida' (Anagrama, 2019).

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