En pleno mes de agosto 2012 no se prestó excesiva atención a la noticia que el periódico británico The Guardian aireó en su primera plana: España -dijo- es el paÃs europeo más afectado por las reducciones presupuestarias en instituciones culturales. Independientemente y dÃas después se producÃa la subida del IVA en teatro, cine, museos, conciertos, libros electrónicos y pelÃculas en DVD.
En el último año, y tras la paralización de la Ley de Mecenazgo del actual Gobierno (a dÃa de hoy sigue siendo un borrador) los que vivimos de la cultura sabemos que la poda de subvenciones y los carpetazos a proyectos culturales por parte de las instituciones son la tónica más habitual y, lo que es peor, parece que está forma de actuar tan perjudicial se queda entre nosotros.
¿Qué podemos hacer los que queremos generar o seguir consumiendo cultura? Nada más simple: Apoyarnos unos a otros.
Esta parece ser la filosofÃa de Crowdfunding: Una forma de cooperación colectiva, a través de Internet, en la que un grupo de personas aportan dinero para que un proyecto pueda realizarse.
El rendimiento de estas redes de financiación en masa es variado; Crowdfunding puede ser utilizado para muchos propósitos, desde artistas buscando apoyo de sus seguidores, emprendedores con una idea, campañas polÃticas (como la actual campaña de Barak Obama), financiación del nacimiento de compañÃas o pequeños proyectos o negocios.
Los inicios del mecenazgo on line se fechan en el año 2009 con Kickstarter; una plataforma estadounidense que desde su estreno hasta agosto de 2012 ha recaudado más de 220 millones de euros y ha sacado a la luz más de de 68. 224 proyectos (en proceso tiene otros 3.772) con un porcentaje de éxito total del 44.01%.
En España hay varias plataformas afines, están Lanzanos, Verkami, Goteo, Microdonaciones, por nombrar las más conocidas, pero existen varias más.
El funcionamiento que utilizan todas ellas es similar. La persona interesada presenta el proyecto y, si pasa por la aprobación previa de la plataforma, los usuarios podrán apoyarla con sus donaciones. A cambio de estos donativos, los impulsores de la idea tendrán que ofrecer recompensas, por ejemplo: en la web de Verkami en el proyecto Entre polvo y sangre un cortometraje dirigido por David Goole, si el usuario dona 5 € obtendrá como recompensa: Agradecimiento en los tÃtulos de crédito + chapita con el cartel del corto, yendo los premios en ascenso a medida que las cuantÃas aumentan.
Los factores que diferencian a unas de otras plataformas son ya sutiles; están los que dejan cobrar sólo si se alcanza el 100% de la cantidad solicitada, los que cuentan con un tiempo lÃmite para conseguir el dinero, los que hacen públicas las cantidades donadas y los que no, pero todas estas variantes se pueden conocer mucho mejor en esta estupenda tabla comparativa que Jaume Albaigés creó en su web.
Una campaña en si misma
Los criterios para que un proyecto sea aprobado también son más o menos comunes a todas ellas: la idea ha de tener una coherencia entre lo solicitado y lo presentado; tienen que aportar productos, servicios o valores deseables para la comunidad o bien ser proyectos originales.
Eso sÃ, no cualquiera puede lanzarse a esta aventura; el que presenta el proyecto ha de tener una visibilidad previa en la red; es decir, debe contar con una comunidad de seguidores importante para que el proyecto tenga, en un principio, tirón. Luego ha de contar con un equipo con capacidad para llevar el proyecto a cabo y tiene que poseer buena reputación en su sector. Y es aquà donde reside el matiz más importante para quien quiera lanzar un proyecto en estas plataformas: el impulsor del proyecto ha de ser una persona activa, porque lo que se lanza no es solo un proyecto sino una campaña en sà misma.
¿Quién suele pagar primero?
Pero, ¿qué mueve a una persona para que desde su ordenador pinche el botón de “aportacionesâ€? Desde luego la familia, los amigos, los seguidores de las redes sociales, los propios clientes o patrocinadores o los profesionales del mismo ámbito son los primeros en pinchar pero llegado este punto surgen los contagiados, para los que las motivaciones suelen comenzar casi siempre por la cercanÃa personal o territorial con el proyecto, la confianza en el impulsor del mismo o la afinidad temática, respetando, eso sÃ, la aleatoriedad y libre albedrÃo de cada ser humano.
Los beneficios
Asà como en el mecenazgo los beneficios derivan directamente en desgravaciones de hacienda, en el Crowdfounding los beneficios son más de piel:
Los impulsores del proyecto (aunque su propósito no salga adelante) se llevan el beneficio de la visibilidad, lo que les sirve para hacer nuevos contactos profesionales, abrir más oportunidades de negocio y un reconocimiento de su reputación como empresa.
Con los benefactores las emociones juegan un papel fundamental; sentirse halagado por ser parte de un proyecto, saber que con tu contribución se cumplen unos sueños, son sentimientos que hacen que la persona se sienta útil ya que su aportación ha servido para conseguir objetivos mayores.
En el caso de las plataformas el retorno es más matemático ya que se quedan con un porcentaje de lo recaudado, que va del 4 al 8%, eso sÃ, hasta el momento nadie que ha abierto una de estas plataformas carecÃa de espÃritu filántropo.
Para todos aquellos que piensan que sin cultura perdemos siempre, es gratificante e inspirador saber que se están moviendo este tipo de plataformas y que la filosofÃa de cultura abierta y compartida se implanta en una sociedad que, hasta ahora, parecÃa no poder subsistir sin subvenciones gubernamentales, por lo que serÃa bueno que esta forma de apoyar la cultura se arraigue en este paÃs.
Beatriz Celaya
www.biografiaspersonales.com
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