Valeria Luiselli en Barcelona | Foto: CCCB

Cuerpo y cifra

Valeria Luiselli ha presentado en el Centre de Cultura Contemporània de Barcelona su último libro, 'Desierto sonoro', un trabajo que surge de la rabia frente a la diáspora de los niños centroamericanos que intentan llegar a Estados Unidos

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Valeria Luiselli en Barcelona | Foto: CCCB

“La migración es una postura política, incluso cuando uno ha sido obligado a ella. Es una épica que nos habla de la desesperación y de la rabia”. Valeria Luiselli ha presentado en el Centre de Cultura Contemporània de Barcelona su último libro, Desierto sonoro. Jordi Nopca, el periodista que ha presentado a la autora mexicana, ha subrayado, refiriéndose a su obra, que “es tan importante contar la vida como la muerte”. Tras las novelas La historia de mis dientes o Los ingrávidos, la escritora, indignada por el trato que reciben los centroamericanos que logran llegar a Estados Unidos, publicó el ensayo Los niños perdidos. Ése es el germen, de alguna manera, del nuevo proyecto, ahora un híbrido entre ficción y archivo, que se transforma en una epopeya actual y, al mismo tiempo, en un road trip familiar.

Luiselli ha lamentado la imagen del migrante que muchas veces ofrecen los periódicos. Aunque reconoce que hay grandes excepciones, considera que la prensa se ha centrado en el relato de la sangre y el efecto del shock. “Y yo, con el shock, no me activo políticamente”.  “El trabajo más sutil tiene poco espacio en el periodismo”, afirma.

“Los migrantes no son estadísticas —ni una suma de cifras—, pero tampoco víctimas trasformadas simplemente en cuerpos”. La autora denuncia esa “doble deshumanización” en su trabajo. Tanto es así que, con la gran crisis migratoria, decidió ofrecerse como traductora en los juzgados de Nueva York —ciudad en la que vive— para ayudar a los niños que necesitaban buscar abogado urgentemente, y que no entendían bien el inglés.

Sexto Piso

Desierto sonoro quería ser un “depositario” de esos testimonios, pero pronto se dio cuenta de que no funcionaba como novela. Estaba volviendo, sin ser consciente del todo, al ensayo. “Y una novela es un espacio en el que la gente vive, hay saliva y cariño y reyertas familiares. No puede ser solo un instrumento de denuncia política”, sostiene.

Fue precisamente en un viaje familiar, tal y como ha contado en el CCCB, cuando finalmente se da cuenta sobre qué quiere hablar, y cómo. Valeria Luiselli está en el sur de Arizona con su marido y sus hijos. Es 2014 y los medios han comenzado a hablar de la gran diáspora. Mientras su familia trata de divertirse en un pueblo fantasma, en el que ofertan “bizarras” recreaciones históricas, descubre que, en la foto turística que ofrece el lugar, uno puedo elegir disfrazarse de personajes míticos del Oeste, como Doc Holliday o Wyatt Earp, o de un genérico y terrible estereotipo al que definen como “criminal mexicano”. El libro nace de ese impulso, de lo que le despierta esa visión, cruel e injustificada, del que trata de llegar a un país con el único objetivo de sobrevivir.

Construimos, nos dice Valeria Luiselli, “la cartografía de un espacio donde algunos tienen nombre, y otros no”. La autora mexicana explica que, en Estados Unidos, pese a lo que la mayoría cree, la deportación es una práctica mucho menos común que el encarcelamiento indefinido de personas indocumentadas. Las prisiones son privadas, son «un negocio muy lucrativo”, y las empresas saben que ganan más con los niños que con los adultos. Los menores, así, son concebidos como cuerpo y cifra, como un ganado al que hay que sacar partido.

Desierto sonoro supone un doble viaje, el de la familia que recorre —como hizo su autora— la América más profunda, afrontando además una crisis matrimonial, y el de los niños perdidos, que dibujan una colección de elegías formadas por una singularidad irrenunciable. Tal y como apunta Nopca, las páginas están llenas de desgarro, sí, pero también de mucho sentido del humor.

“La emigración se podrá ver, en unos años, como una gran épica”, asegura la escritora, que apela a una tradición en la que el viaje literario transcurre como un constante combate. Luiselli reflexiona una y otra vez sobre las cicatrices del exilio, y, en ese sentido, cita a María Zambrano.

“Hay que pensar en cómo la literatura se puede acercar a estos temas. El nuestro es el testimonio de una época, que, aunque siempre sea errado, ofrece un tejido narrativo. La literatura tiene que dar ese testimonio, un relato con el que otros dialogarán después”, insiste.

Esos “otros” del futuro —“que explicarán mucho mejor esta diáspora”— serán, en realidad, los propios niños perdidos, según Valeria Luiselli. Tan convencida está de ello que ofrece talleres de escritura creativa a aquellos menores que han logrado llegar a Estados Unidos y aún tienen que digerir todo lo que han vivido por el camino. Pronto, si aprovechan esa herramienta, pondrán nombre y apellidos a cada uno de los falsos estereotipos. Con el coraje de quien se sabe un espejo demoledor.

Valeria Luiselli conversa con el periodista Jordi Nopca

Albert Lladó

Albert Lladó (Barcelona, 1980) es editor de Revista de Letras y escribe en La Vanguardia. Es autor, entre otros títulos, de 'Malpaís' y 'La travesía de las anguilas' (Galaxia Gutenberg, 2022 y 2020) y 'La mirada lúcida' (Anagrama, 2019).

1 Comentario

  1. Curioso. Una vez más, se habla de las (horribles) consecuencias, pero poco o nada del orígen del problema: los gobiernos nefastos de republiquetas más o menos totalitarias, manifiestamente demagógicas, que expulsan gente.

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