Ginés Cutillas | Foto cedida por el autor

Cutillas: «Toda antología nace con la idea de ser canónica»

El escritor reúne todos los microrrelatos publicados en la revista Quimera en el volumen 'Los pescadores de perlas'

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Ginés Cutillas | Foto cedida por el autor

De un tiempo a esta parte, Ginés Cutillas se ha convertido en uno de los referentes del microrrelato español. No sólo por su condición de autor, sino por la labor crítica que ha desempeñado para situar al microrrelato en el lugar que se merece. Desde Quimera nos ha ido ofreciendo un enorme abanico de creadores que nos demuestran, antes que nada, que este género literario ha venido para quedarse. Así lo hace en Los buscadores de perlas, la antología que acaba de publicar la editorial Montesinos. En ella se recogen los textos publicados en la revista durante los últimos seis años. Hablamos con el escritor sobre esta nueva edición y del momento dorado que vive la narración corta en lengua española.

El prólogo que has escrito para Los buscadores de perlas es un magnífico ejercicio de bibliografía. Hablas de la antología que elaboró anteriormente Fernando Valls, de la que esta es, en cierta forma, continuadora. Al fin y al cabo las dos son un compendio de los microrrelatos publicados en la revista Quimera. ¿Cómo crees que ha evolucionado el género desde aquel libro hasta esta nueva antología?

En el Ciempiés de la época de Valls aún se hablaba de una «apuesta por un género nuevo» y se teorizaba sobre las características que debía de cumplir un texto para poder denominarse microrrelato. Catorce años después, tras muchos congresos internacionales, nuevos estudios, antologías e incluso tesis doctorales, dichas características están más que fijadas y curiosamente de lo que se trata ahora es de romper esas fronteras en las que ha quedado limitado el género. En la actualidad se investiga el tema de hibridar géneros y de jugar con la forma de los textos, ya sea en caligramas o la propia disposición del mismo.

Twitter, comentas, ha ayudado al aforismo a repuntar como género. En el caso del micro, ¿los blogs u otra plataformas?

A principios del nuevo siglo, la eclosión de blogs literarios en Internet y más tarde las distintas redes sociales, principalmente Facebook, ayudaron a la propagación de estos pequeños textos cuya longitud se suscribían al tamaño de la pantalla. Críticos como Lagmanovich decían que la extensión de un microrrelato es aquella que cabe en una unidad visual. Él pensaba en un página, claro, pero las pantallas de nuestros dispositivos también cumplen dicho principio. De esa misma manera, Twitter y los móviles, han hecho que el aforismo tenga un nuevo auge. Ambos géneros juegan con el ego del lector, el cual, si se siente satisfecho, esto es, si le has hecho sentir inteligente al leer el texto, querrá hacer saber a su contactos que lo es, retransmitiéndolo al instante.

Hablas de bastantes antologías, ¿cuál dirías que es la canónica? ¿Existe? ¿Aún está en proceso?

Toda antología nace con la idea de ser canónica. Esta también aspira a serlo, al menos para los siguientes diez años, igual que las dos partes del Por favor, sea breve, a cargo de Clara Obligado, lo fueron en su día; o la Antología del microrrelato español, a cargo de Irene Andres-Suárez; o Mar de pirañas, a cargo de Fernando Valls, por citar sólo algunas. El género está en constante renovación, y es cierto que hay autores que permanecen, que insisten, pero también una cantidad ingente de nuevos autores que merecen ser reconocidos.

Editorial Montesinos

Al hilo de esto, tú ya trazaste un canon con el número dedicado al microrrelato en Quimera, el de enero de 2016. ¿Consideras ese número como tu canon particular?

En aquel número participaron autores de la talla de José María Merino, Raúl Brasca, Juan Armando Epple, Clara Obligado, Ana María Shua, Basilio Pujante, Eduardo Gotthelf o Andrés Neuman. No se buscaba marcar un nuevo canon, sino dar continuación a la teorización sobre el género a los números anteriores dedicados al mismo en la época de Fernando Valls: La minificción en Hispanoamérica: de Monterroso a los narradores de hoy y El microrrelato en España. También se ha hecho un esfuerzo en entrevistar a autores relacionados con el género en esta nueva etapa de la revista, como por ejemplo un especial sobre Juan José Arreola, un artículo de Rhonda Dahl Buchanan sobre la dificultad de traducir al inglés la microficción de Ana María Shua o una serie de entrevistas a autores relacionados con la minificción: Juan José Millás, Javier Tomeo, Clara Obligado, Ángel Olgoso, José de la Colina, Luisa Valenzuela, José María Merino, Manu Espada y Carmen Peire; además de los microensayos de mi autoría: Mujer y Microrrelato: la frontera invisible y El microrrelato y la ciencia.

Citas a Luis Britto García: «Toda culminación de un género es indagación sobre sus mínimos elementos constitutivos». Esta definición improvisada del microrrelato es esencial en la escritura poética. ¿Dirías que la poesía es el género que más se aproxima al microrrelato? Estoy pensando, por ejemplo, en el relato Te voy a enseñar a querer, de Juan Armando Epple. Es un cuento que funciona, en fondo y forma, como un poema.

Como te decía antes, ahora mismo se está jugando con la forma de los textos. Haces referencia al texto de Epple, que está dispuesto en forma de poema, pero también lo están dos textos que aporta Carmen Camacho (Primera muerte y Algunas infidelidades pequeñas). Manu Espada por su parte, tiene un texto en la antología (La otra frontera) que enfrenta en dos columnas lo que le pasa a un niño y a una niña para acabar con un párrafo final común. ¿Qué tienen en común todos estos textos? La narratividad. Los personajes salen de forma distinta a como han entrado en el texto, se han enfrentado a un conflicto que han resuelto o al menos han intentado resolver. En la poesía tal conflicto no existe, dicha narratividad se pierde, al igual que los poemas en prosa, que aunque escapen de la forma visual típica del poema, no son más que paisajes, escenas o simplemente lírica. Diría que los géneros más cercanos al microrrelato son la poesía, por el uso de la elipsis y del uso que se hace del territorio sentimental común entre el lector y el escritor (lo que Domingo Ródenas llama «biblioteca cognitiva»), y el aforismo, por esa búsqueda constante de una verdad superior.

Leyendo los micros, destaca, además de la elipsis, un recurso fundamental, no exclusivo del género, pero sí muy frecuente: la ironía.

La ironía, el humor o el cinismo, como tú bien sabes, son recursos muy complicados de manejar en la literatura. En los textos cortos, además, corres el peligro de caer en el chiste fácil, en la boutade anecdótica. En mis clases siempre aviso a los alumnos: «si parece un chiste, lo es». Cuidado con eso: no es literatura.

El microrrelato, dices, se ha de distinguir de otras minificciones, como el acertijo, el aforismo, la fábula, el grafiti…

Es muy fácil confundir un género omnívoro como el microrrelato con sus parientes cercanos al tomar elementos prestados de todos ellos. Ana María Shua fija sus límites geográficos de la siguiente manera: «Al norte, el poema en prosa; al sur, el chiste; al este, el cuento corto; al oeste, el vasto país de los aforismos, reflexiones, sentencias morales». El género del microrrelato bebe de todos los demás a pequeños sorbos: disfruta del ritmo de la poesía, del humor de la greguería, de la rotundidad del aforismo, de la esfericidad de los buenos relatos, y por supuesto, de los grandes temas universales de la novela. Los autores son conscientes de las influencias e interferencias con otros géneros, quizá porque durante mucho tiempo se ha creído que el microrrelato era la evolución del poema en prosa o del cuento clásico.

¿Actualmente se sigue considerando así?

A día de hoy, el género se ha desarrollado por sí mismo alejándose de estos posibles orígenes y tomando conciencia propia como entidad textual independiente y autónoma. Lagmanovich es más tajante al respecto y afirma que «el microrrelato es perfectamente identificable como tal: no es el producto de un cruce de géneros sino una especie narrativa de gran pureza». Esa es la palabra clave: pureza. El microrrelato es una estructura prosística que aspira a la perfección. Ningún otro género en prosa cuida tanto la forma sin olvidar el contenido. Sólo la poesía aspira a una perfección semejante, pero la historia, el contenido, se difumina en la forma: pasa a un segundo término. El microrrelato aúna forma y contenido en su afán de buscar la perfecta armonía entre ellos.

Y, ¿cómo podemos diferenciarlos?

Por la narratividad. Eso distingue al microrrelato de otros textos breves como el acertijo o adivinanza, aforismo, alegoría, anécdota, apólogo o fábula, apotegma, balada, bestiario, boutade, carta, caso, chiste, diálogo, diario, dicho, escena, epigrama, episodio, estampa, fantasía, flabiaux, grafiti, greguería, haiku, leyenda, máxima, microteatro, milagro, miniensayo, nota de prensa, parábola, poema en prosa, poema, proverbio, refrán, sentencia o tradición.

En este sentido, ¿no existe mucho intrusismo en el género?

No le hace ningún favor al género que cualquier persona cuelgue textos en Internet afirmando que eso es un microrrelato sin haber entendido qué debe cumplir un texto para denominarse así. En la poesía, al menos hay cierto pudor a la hora de hacerla pública, aunque tampoco quita que la red esté llena de basura e incluso que salten autores virtuales al papel, siempre aquellos que con sus followers van a asegurar unas ventas, claro está. El mal nombre del género se lo da esta gente. Afortunadamente, hay una gran comunidad de autores valiosos y de revistas que distinguen el grano de la paja (mental).

Mencionas varios términos para referirse al micro. Me han llamado la atención los de “cuentín”, “relato microscópico”, “flash fiction”, “relato vertiginoso”… Incluso “textículo”. En lo que proliferación de términos se refiere, ¿ocurre lo mismo en otras literaturas, incluida la latinoamericana? ¿Con cuál te quedas?

Hay múltiples nomenclaturas para referirse al microrrelato: brevicuento, cuentín, cuento mínimo, cuento breve o brevísimo, cuento gnómico, cuento o relato hiperbreve, cuento o relato microscópico, cuento o relato ultracorto, cuento en miniatura, cuento rápido, flash fiction, historia mínima, microcuento, microficción, microfiction, micro story, minicuento, narración ultracorta, relatillo, relato brevísimo, relato mínimo, relato vertiginoso, texticulo, short-short story y sudden fiction. Sobre todas ellas, ha prevalecido la de microrrelato, término que nombra por primera vez el autor mexicano José Emilio Pacheco en 1977 para referirse a sus Inventarios. Con este me quedo, sin duda. Importante distinguirlo de minificción, aceptado en México como sinónimo, cuando realmente éste es un compendio de géneros literarios breves, entre los que se encuentra, cómo no, el microrrelato.

Al final de tu prólogo, comentas: «El microrrelato ha llegado para quedarse como cuarto género narrativo, un espacio nuevo reconvertido en laboratorio de escritura». ¿No crees que a veces un micro es una antesala del cuento largo o, incluso, de una novela? ¿No se reduce, en ocasiones, a ser un mero taller preparatorio para escribir o desarrollar otras cosas? ¿Ese, dirías, es el riesgo de este tipo de escritura?

Nada que ver. Los que transitamos este género sabemos que nos enfrentamos con unas herramientas distintas como escritores a un microrrelato que a un relato —el primero busca resaltar el clímax, el segundo desarrollar el conflicto—, de la misma manera que emplearíamos técnicas distintas para enfrentarnos a un relato o a una novela. Es la misma idea quien te pide la forma en la que quiere nacer. Aunque aquí he de decir que el control de las técnicas y recursos literarios que emplea el microrrelato nos puede ayudar a realizar textos certeros más largos.

Al hilo de esto, ¿cómo salir del microrrelato? Una escritura tan concertada predispone a ver y escribir de una determinada manera, como si esa forma de observancia determinara el proceso creativo. ¿De qué manera un microrrelatista combina su escritura con otros géneros? ¿No estáis demasiado sujetos a esta forma hiperbreve de narrar las cosas?

Me atrevería a afirmar que un verdadero escritor no escribe sólo microrrelatos. El género da para experimentar con estructuras novedosas, para jugar con las palabras, los dobles sentidos… pero un escritor de verdad no se puede quedar en la anécdota, un escritor de verdad debería transitar otras formas, aprovechar lo mejor de cada uno de ellas en su propio beneficio, es decir, retroalimentar su obra con los hallazgos allende géneros. ¿Es escritor un aforista? Un aforista puro te dirá que sí. Afortunadamente de esos hay pocos.

Álex Chico

Álex Chico (Plasencia, 1980). Es profesor y director de la revista cultural 'Quimera'. Ha publicado novelas de ensayo ficción, poemarios y cuadernos de notas. 'Los cuerpos partidos' es su última novela.

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