A pesar del sumario análisis de Cusset llama la atención que al tratar las épocas de los sesenta, de los setenta y la recepción de filosofÃas como la de Derrida, entre otras, en los Estados Unidos, no se haga mención a la conferencia que el mismo Derrida pronunció bajo el tÃtulo Los fines del hombre en 1968 en Nueva York. En ella, el filósofo francés hace un apunte llamativo: todo coloquio filosófico tiene necesariamente una significación polÃtica. Comienza asà matizando, o poniendo en entre dicho, el carácter transgresor que pueda tener la charla. Se solidariza contra la Guerra de Vietnam. Asegura que aquellos que acogen su discurso no se identifican con la polÃtica de su paÃs y remarca que una declaración de oposición a cierta polÃtica oficial por más que sea autorizada por las autoridades, significa que, en esta misma medida, no perturba el orden, no molesta.
Por eso se pregunta por la forma de la democracia como medio polÃtico de todo coloquio internacional de filosofÃa. Y me permito citar a pesar de la extensión por lo gráfico y adecuado a la naturaleza de la aproximación que pretende ser éste trabajo:
Y es también la razón por lo que proponÃa poner el acento sobre la forma, tanto como sobre democracia. Tal es, en su principio más general y más esquemático, la pregunta que se me ha impuesto durante la preparación de este encuentro, desde la invitación y la deliberación que ha seguido hasta la aceptación y luego la redacción de este texto que fecho exactamente en el mes de abril de 1968: esas semanas fueron también, recordamos, las de la apertura de las negociaciones de paz en Vietnam y del asesinato de Martin Luther King. Un poco más tarde, en el momento en que se mecanografiaba este texto, las universidades de ParÃs eran, por primera vez a petición de un rector, invadidas por las fuerzas del orden, reocupadas luego por los estudiantes en la sacudida que ustedes conocen. Este horizonte histórico y polÃtico requerirÃa un largo análisis. He creÃdo que debÃa señalar, fechar y hacerles a ustedes partÃcipes de las circunstancias históricas en las que he preparado esta comunicación. Me parece que permanecen con derecho pleno al campo y a la problemática de nuestro coloquio.
Derrida constata e intenta situar el carácter cuestionable que puede tener una oposición permitida o aprobada por el gobierno criticado. En el artÃculo en cuestión desarrollará su crÃtica al humanismo europeÃsta analizando o deconstruyendo el Sein und Zeit de Heidegger y el Existencialismo es un humanismo de Sartre. Claudia Gilman en Entre la pluma y el fusil habla de la politización del intelectual que se desliza en dos polos: el compromiso de la obra y el compromiso del autor. Por lo que se refiere al compromiso de la obra ésta se puede formular en términos de estética realista o de estética de vanguardia. El mismo análisis se puede aplicar en Norteamérica ¿Dónde situar a Derrida? Este posicionamiento crÃtico del francés, y a pesar de la sintonÃa con tesis marxistas, presenta un contrapunto difÃcil de encasillar en el Derrida de los sesenta y setenta. Quizás este mismo contrapunto crÃtico es el que posibilita la gran aceptación posterior por los intelectuales de Yale. Se da una resistencia por parte de Derrida a aceptar sin reservas las configuraciones logocentristas del marxismo de la época. Esto le acarrea, por ejemplo, que Negri lo acusara de estético y a-polÃtico . Si partimos de la cita anterior de Culler, podrÃamos decir que Derrida plantea una critica desde dentro, desde el lenguaje mismo. Aquà se tiene que señalar las diferencias con el estructuralismo. Éstos creen en la posibilidad del conocimiento sistemático. Los postestructuralistas señalan la imposibilidad de dicho conocimiento. La deconstrucción, a su vez, niega la inexistencia de un significado trascendental o de una referencia objetiva fija, ya que ésta es una cuestión de intertextualidad. Todo texto posee una estructura lógica epistolar en el modo que debe ser interpretado. Es decir, ni el espacio ni el tiempo del emisor son ya los del receptor. De este modo, todo significado se produce desde la distancia y sólo asà ha de interpretarse. La différance es una especie de memoria antropomórfica en el lenguaje, memoria del proceso de producción de sentido en que todo es signo de otro signo. La fuerza dinámica del lenguaje, la metodologÃa deconstruccionista remarca la différance que señala como el significado es un producto de diferencias diferenciado en el tiempo. Este hacer de Derrida que consiste en desmontar el prejuicio logocentrista de una subordinación de la escritura a la palabra confiere un papel inédito a la escritura. Después de derrocar el poder de la palabra y asociarla a la suplencia en tanto origen, a un exceso de significante, la libera del imperio de la razón. Del mismo imperio de la razón que autoriza un coloquio filosófico internacional opositor al mismo.
Diego Giménez
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