Para entender la teorÃa de Roland Barthes se debe situar su discurso en el contexto intelectual de principios de los sesenta. Es en estos momentos que desde disciplinas como la comunicación o la lingüÃstica se decide empezar a abordar la fotografÃa como objeto informativo a descifrar. Barthes realiza una primera aproximación a la semiologÃa de la imagen fija, tratando de dibujar las principales caracterÃsticas que permitan interpretar sus significados.
Previamente, en 1960, ya habÃa analizado el cine intentando “descubrir la estructura interna de las representaciones de la realidad†(Anna MarÃa Guasch) y en los 70 lo hará con la literatura en su obra S/Z. El autor basa su estudio en una metodologÃa propia de los análisis lingüÃsticos ya que considera que los componentes de la imagen son signos estructurados a modo de lenguaje. Para Barthes el signo, igual que para Ferdinand de Saussere y la lingüÃstica estructural, está formado por dos elementos, dos realidades: forma y concepto. Es dentro de la tradición semiológica/semiótica dónde el signo se desdobla en significante y significado: se busca el significado a través del significante que sirve de puente hacia este significado. En este sentido, el significante serÃa “la señal práctica, material, acústica o visual que produce un concepto mental, el significado†(R. Stam, R.; R. Burgoyne ; S, Flitterman-Lewis).
El texto El mensaje fotográfico (1961) publicado en la revista Communications representa el pistoletazo de salida de la inmersión barthesiana en el mundo de la imagen. Barthes plantea que “la fotografÃa periodÃstica es un mensaje†aparentemente sin código que se articula de manera distinta a otras formas de representación ya que está dotada de autonomÃa estructural (Bernardo Riego) y, como tal, requiere un método de estudio ad hoc que se fundamente en el análisis de la estructura original de la imagen. La paradoja, pero, es que a pesar de la fuerza y la plenitud de su analogÃa con lo real, la fotografÃa posee también un secundario e invisible mensaje connotado que sà dispondrÃa de un código a descifrar y que se desarrollarÃa a partir del mensaje sin código. El autor defiende la idea de que la fotografÃa va más allá de lo que vemos y su sentido estarÃa más asociado a la esencia o al referente que acompaña a las imágenes. En este sentido,
“sea cual sea lo que ella ofrezca a la vista y sea cual sea la manera empleada. Una foto es siempre invisible: no es a ella a quien vemos†(Roland Barthes).
Según Barthes existen, por tanto, tres grandes planos de análisis de una fotografÃa: el denotativo, el connotativo y el cultural. El primero se vincularÃa a la condición y perfección analógica de la imagen, al significado asociado a la realidad que vemos y podrÃa considerarse la equivalencia de la “significación primaria o natural†de la iconologÃa de Panofsky (Pepe Baeza). El segundo se corresponderÃa a los significados de los significantes que desbordan la mera representación de la realidad y se relacionarÃan con elementos de contenido. El tercero consistirÃa en una contextualización de la visualización de la imagen, teniendo en cuenta los condicionantes sociales e históricos del momento del espectador.
En su última obra, La cámara lúcida (1980), Barthes realiza una reinterpretación de su teorÃa virando hacia una subjetividad pura que le permite realizar uno de los textos más influyentes de la perspectiva hermenéutica de raÃz fenomenológica (Javier Marzal Felici). Seguramente influenciado por la rupturista monografÃa Sobre la FotografÃa (1971), Barthes desarrolla y aplica un nuevo método de análisis que experimenta consigo mismo, diseccionando sus imágenes más estimadas. Tal y como indica Baeza en La cámara lúcida apreciamos una
“proposición radical que propicia el protagonismo del receptor, la imagen como posibilidad de análisis, pero antes que nada de búsqueda, de percepción de significados individualizados, huidizos de la universalización y de procedimientos estables o infalibles†(Pepe Baeza).
Es desde dentro de esta nueva visión personalizada, donde el autor introduce dos interesantes conceptos: el studium y el punctum. Mientras que el studium significarÃa el interés, el gusto por algo o alguien, el estudio cultural de la fotografÃa, su campo de connotación hacia alguna cosa, el punctum por su parte nos vendrÃa buscar y nos atravesarÃa como una flecha, “serÃa esa imagen que provoca un estremecimiento del nivel subjetivo†de la persona a partir de sus experiencias personales (Emilio Luis Lara).
Existe un punctum que está evidentemente relacionado con la forma pero, por otro lado, también existe un punctum que nos perturba a nivel cronológico, ligado al tiempo. Éste último nos certifica la caducidad, nos muestra la tragedia pasada, presente o futura y todo a la vez girando entorno al horror de la inevitabilidad del fin, en definitiva, de la muerte. Es en este sentido que
“dándome el pasado absoluto de la pose (aoristo) la fotografÃa me expresa la muerte en futuro†y toda imagen “es siempre esta catástrofe†puesto que en ella “hay una aplastamiento del Tiempo: esto ha muerto y esto va a morir†(Roland Barthes).
Se da entonces una doble temporalidad simultánea: en la visualización veo desde mi presente, el presente que ha sucedido, sabiendo además el futuro anterior que sucederá a ese presente ya pasado que a su vez me recuerda la ineludible caducidad de mi vida. Al observar una fotografÃa asistimos a la vez a una paradójica dualidad: la realidad actual y la realidad que ya ha sido. Los fotógrafos se convierten asà en inconscientes “agentes de la muerte†(Roland Barthes)
Retrato de Lewys Payne realizada por Alexander Gardner. Al ver el rostro de Lewys en su celda, a punto de ser asesinado, lo vemos vivo. El certificado de presencia de la fotografÃa asà lo atestigua. Sin embargo, a su vez, sabemos desde nuestro tiempo presente, que murió y que, por tanto, “él va a morirâ€. He aquà las dos temporalidades simultáneas, la dualidad del tiempo semiótico, de la intensidad del “esto-ha-sidoâ€.