Eça de Queirós, gigante de las letras portuguesas

Cuando en el 2002 se estrenó la película mexicana El crimen del padre Amaro, dirigida por Carlos Carrera y protagonizada por Gael García Bernal, muchos toparon, por primera vez, con el nombre de José Maria Eça de Queirós, autor de la novela homónima sobre la que se había inspirado la película -que trasladaba la acción al México actual-. Al igual que ocurrió en el Portugal de 1875, cuando se publicó por primera vez la novela, la película también tuvo cierta aureola de obra anticlerical, especialmente en México, donde grupos de integristas católicos se manifestaron en contra de su estreno y, como siempre pasa con las películas que enfrentan temas religiosos o eclesiásticos de manera crítica o heterodoxa, consiguieron darle la publicidad que necesitaba para convertirla en una película con cierto éxito en el mundo entero. Más de un siglo después de su publicación, la historia de un cura que no guarda el voto de castidad mantiene su interés intacto entre el público y, por supuesto, su capacidad de provocación hacia la beatería tradicionalista.

J. M. Eça de Queirós (D. P.)

Es cierto, Eça de Queirós es un autor cada día más actual. El gran escritor portugués, nacido en Póvoa de Varzim (Cerca de Oporto) en 1845, abogado, periodista, diplomático, pero por encima de todo el novelista más destacado del siglo XIX en Portugal, el introductor del realismo en la tradición literaria de su país, ya había sido bastante traducido al castellano antes del estreno de la película mexicana, pero es gracias a esa ella que un público no tan conocedor de la literatura portuguesa pudo acceder a la genialidad y la ironía de Queirós.

Varias son las novelas que podríamos destacar junto a El crimen del padre Amaro, como El primo Basilio, El Mandarín o Los Maia, que no sólo retratan el Portugal decimonónico y finisecular, sino que crean personajes de un realismo y complejidad extraordinarias; además, sus obras sobresalen por la fluidez de sus narraciones, creando una literatura del conocimiento humanista y sabiendo mantener en todo momento el interés del lector, cualidades que han convertido sus novelas en universales y, como los buenos clásicos, de plena actualidad.

Pero me gustaría destacar La ciudad y las sierras, una de sus novelas con menos difusión en nuestro país y que, en mi opinión, es una de sus mejores obras, sino la mejor. Publicada póstumamente en 1901, traducida rápidamente al castellano (1902), era una de sus novelas más difíciles de encontrar en las librerías españolas hasta hace poco; por suerte, en el 2007 Alianza Editorial reeditó la edición que, con la vieja traducción de Eduardo Marquina, ya había publicado Bruguera en 1984. La ciudad y las sierras retrata con maestría extraordinaria, amenidad e ironía, el momento finisecular en el París de las vanguardias y de la ciudad moderna por antonomasia, liberal y tecnificada (la gran ciudad hacia la que tantos portugueses y españoles huyeron en el pasado en busca de todo aquello que no había en la Península: ciencia, libertad, nuevas tendencias artísticas, etc. En suma: la civilización), en contraste con el origen rural y caciquil del protagonista de la novela (Jacinto) que, tras vivir una larga temporada, cómodamente, en París, debe volver, por obligaciones familiares, a su casa natal junto a su mejor amigo (el José Fernández que Eça de Queirós convierte en narrador de la novela). La vuelta a sus orígenes, a la desfasada realidad ibérica, a la opresión clerical, a lo ancestral y arcaico, pero también a la sencillez y a la naturaleza, a la savia prístina, dan pie al autor para construir una de las novelas más extraordinarias, completas y entrañables que el lector amante de la novela realista del siglo XIX no puede dejarse perder. Varios momentos destacan por su brillantez narrativa, tanto el retrato delicioso, casi amoroso, de la amistad entre los dos protagonistas, como el viaje que emprenden en tren desde París hasta Tormes, en el Alentejo, y las vicisitudes expedicionarias entre divertidas, irónicas y patéticas que les suceden en cuanto dejan en Irún el tren francés (la modernidad) y pasan la aduana española (“África comienza en los Pirineos”, es conocida la frase que solían decir los franceses) para tomar un tren portugués que les devolverá al territorio esencial desde el que habían partido hacía mucho en busca de la novedad parisina.

A la altura no sólo de las grandes novelas de Clarín, Pérez Galdós o de Pardo Bazán, también de los grandes de la novela francesa de su época Flaubert o Zola; Eça de Queirós, gigante de las letras portuguesas, merece estar, sin lugar a dudas, entre los más grandes novelistas europeos de todos los tiempos.

Agustín Calvo Galán
www.proyectodesvelos.blogspot.com

Agustín Calvo Galán

Agustín Calvo Galán (Barcelona, 1968) ha publicado 'Letras transformistas', una selección de sus poemas conceptuales y visuales (2005), 'Otra ciudad' (libro objeto, 2006), 'Poemas para el entreacto' (2007) y 'A la vendimia en Portugal' (2009). Su obra como poeta visual ha sido recogida en varias antologías especializadas.

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