El mito de Ariadna, o cómo esperar a que el alma se haga visible

Victoria Cirlot lleva a cabo un magnífico trabajo de reflexión sobre Friedrich Nietzsche a la par que establece una mirada acerca de cómo la mitología puede explicar lo real | Pintura: 'Dioniso y Ariadna', Cima da Conegliano

«El trabajo en el mito tiene su origen en la vida misma. Son las situaciones existenciales las que llevan a recordar ese antiguo acervo de la humanidad que son los mitos, y a utilizarlos para una comprensión, en busca de la verdad que puedan contener».

Victoria Cirlot, catedrática de Filología Románica de la Universidad Pompeu Fabra, ofrece en Ariadna abandonada (2021, Alpha Decay), una ampliación de un artículo en el que exploraba algunos textos de Friedrich Nietzsche en los cuales referenciaba de forma explícita, o no, a Ariadna. La princesa cretense, hija de Minos y Pasifae, es una figura de gran relevancia en la mitología griega en tanto a que ayudó a Teseo a encontrar el camino de regreso por el laberinto tras vencer al Minotauro, gracias al hilado de su vestido. Cirlot ofrece en Ariadna abandonada, cuatro textos propios más un epílogo y una antología de diez textos de Nietzsche en el que aparece de una manera u otra la figura de Ariadna, muchos de ellos comentados a lo largo de las páginas de Cirlot.

Alpha Decay

En Entre el abandono y la espera, el primero de los textos, ahonda en la interpretación del mito de Ariadna como la mujer abandonada —por Teseo— y que espera —a Dionisio, al dios—, a través del acercamiento del filósofo alemán a ella en varias partes del Zaratustra, analizando, a su vez, algunas imágenes del mito con la Ariadna durmiente de los Museos Vaticanos como representación paradigmática: se trata de una copia romana del siglo II, que tiene otras versiones, pero que interesa a Cirlot, entre otras cosas, por la postura de sus brazos, por el gesto que imprime a la figura de Ariadna en tanto que convive, como lo hará en otras representaciones más narrativas, el abandono y la espera. Para Cirlot, hay entre ambos aspectos un lugar intersticial, y es ahí donde aparece Nietzsche al interpretar el mito en ese esfuerzo por superar el pesimismo y el nihilismo, reflexionando sobre el abandono de Ariadna por parte del héroe, pero también sobre su espera al dios, al superhéroe. Ese espacio intermedio, se impone el saber esperar. Y lo hace «presa de la melancolía, y dormida, a la espera en el sueño, o en el despertar, de la llegada del dios. Entre el éxtasis y la melancolía, entre el abandono y la espera».

El abandono produce, o puede hacerlo, resentimiento y rencor producto del dolor. Nietzsche considera que la única manera de mitigar esos sentimientos se encuentra en la posibilidad de aspirar a algo más, de esperar la llegada de algo más profundo. La espera del superhéroe es, por tanto, una reinterpretación del mito, una asimilación de su significado, quizá simple en su superficie, para reflexionar sobre un combate más hondo, aquel que lleva a cabo el alma por liberarse de ciertas emociones y alcanzar un estado superior de liberación. Al final, el mito griego ofrece al filósofo un planteamiento con no pocas reminiscencias morales cristianas en cuanto a la pugna entre el bien y el mal, entre la virtud y el vicio. Y para Cirlot, ese espacio intermedio de vigilia y de duermevela de Ariadna es, para Nietzsche, el lugar perfecto: «pienso que la hipermoral del superhéroe de Nietzsche hay que entenderla como una orientación, una aspiración o un sueño, como el de Ariadna, que de pronto ve cómo se le acerca el dios».

En el segundo texto, Ariadna o la fuente, Cirlot parte de ideas y reflexiones del filósofo en Ecce homo tanto de su obra como de su vida para establecer una relación directa con la obra de uno de los pintores que más atentamente leyeron su obra, Giorgio de Chirico, cuya pintura metafísica se ha analizado en varias ocasiones con relación a Nietzsche, pero en pocas ocasiones, en opinión de Cirlot, pensando en el mito de Ariadna: el pintor incluyó en varios cuadros la escultura de Ariadna a partir del modelo de los Museos Vaticanos y de otras copias que pudo contemplar. Y luego, están las fuentes de Chirico en las que no aparece Ariadna, pero que hacen referencia a ella dado que «ninfa de la fuente reclama silencio para oír el murmullo de la fuente, o mejor dicho, para oír el murmullo interior. Al igual que en la visión se exige la ceguera de los ojos físicos para que pueda abrirse el ojo de la mente, también el sonido del alma solo puede ser escuchado con los oídos interiores». La metafísica del pintor en relación a la búsqueda de Nietzsche, con ayuda del mito de Ariadna, de una exploración profunda en ese lugar intersticial para alcanzar otro espacio que permita que el alma alcance visibilidad.

En ¿Es Cosima Wagner Ariadna? Idilio en Tribschen, Cirlot se adentra en la experiencia personal de Nietzsche con Cosima y Richard Wagner mediante la correspondencia que mantuvo con ella y cómo fue plasmado, después, en su obra filosófica. Para Cirlot es posible que enmascarase, bajo la recuperación del mito, su relación con Cosima, quien, quizá, deviene en Ariadna, especialmente en Más allá del bien y del mal. Una amistad que comienza a quebrarse con el rechazo de Cosima a Humano, demasiado humano, cuyo materialismo y positivismo contravenía la metafísica del arte que promulgaban los Wagner alejándose de ellos. Pero no está Nietzsche hablando ya de la espera y el abandono, sino directamente relacionando este triángulo con la mitología, situándose él, posiblemente, en el lugar de Dionisio y, por tanto, del superhéroe, frente a una mujer que no espera al dios, dado que permanece con el héroe. Una visión neurótica que conduce al filósofo alemán a combatir la idea de abandono —que cree/siente que ha sufrido—, a superar el rencor, aunque supusiese un sentimiento de profunda soledad: «el vacío que debió sentir Nietzsche a cambio de su libertad de pensamiento y de ideales, de ser él mismo, nunca habría de poder ser llenado, pues en la vida de Nietzsche los Wagner no encontraron sustituto. Nietzsche se hizo fotografiar con la mano en la mejilla, como la Melancolía de Dürer, como la Ariadna de los Museos Vaticanos. Nietzsche abandonado como Ariadna, y su alma en la misma situación de la princesa: entre el héroe y el dios, luchando denodadamente contra su rencor, contra su resentimiento, a la espera de su superación, a la espera de ser Dionisio y con él, Ariadna».

En el último texto, Lamento de Ariadna, Cirlot se introduce en el ditirambo de Dionisio que escribió Nietzsche cuando todavía le quedaba algo de consciencia, a partir de un poema anterior del Zaratustra IV, y que, a su vez, cierra el libro dentro del bloque dedicado a los textos del filósofo sobre Ariadna. Cirlot se adentra en un texto tan bello como desgarrador que pone de relieve el momento límite en la vida, y en la mente, del filósofo, que reescribe el mito o, más bien, lo revive a partir de su drama interior que usa las figuras de Dionisio y Ariadna como exaltaciones de una concepción de la vida y del mundo en la que ambos han devenido superhéroe y supermujer superando una soledad que ha alcanzado a Nietzsche en lo más profundo de su ser. Quizá, ansiando poder llegar a ese lugar intersticial en el que el alma se haga visible. Superar las emociones dolorosas de la vida para alcanzar ese lugar del superhéroe que haga posible creer en una esfera superior del ser humano, más libre, menos hiriente. En definitiva, partir del mito para creer que se puede aspirar a ese lugar.

Israel Paredes

Israel Paredes (Madrid, 1978). Licenciado en Teoría e Historia del Arte es autor, entre otros, de los libros 'Imágenes del cuerpo' y 'John Cassavetes. Claroscuro Americano'. Colabora actualmente en varios medios como Dirigido por, Imágenes, 'La Balsa de la Medusa', 'Clarín', 'Revista de Occidente', entre otros. Es coordinador de la sección de cine de Playtime de 'El Plural'.

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