Francisco Narla

firma_souto_02_09Francisco Narla nació en el interior de Galicia a finales de la década de los 70. A lo largo de su vida ha dedicado gran parte de su tiempo a la poesía, el ensayo y el relato corto. Nos habla para Revista de Letras de Los lobos del centeno, su primer novela.

¿Cómo y cuando supo que se quería dedicar a la literatura?

Creo que puedo decir que desde siempre; como tantos otros escritores relleno papelorios con poemas, ensayos, relatos y cuanto se me ocurre desde muy niño. Aún hoy en día sigo llevando siempre conmigo un cuadernito de tapas de hule en el que desfogarme.

He escrito siempre y lo seguiré haciendo. La única puntualización es que también han existido, existen y existirán otras vocaciones en mi vida, como la de volar, por lo que el alma debe repartirse en sus carantoñas.

Ahora bien, creo que es necesario aclarar que si bien siempre he sabido que las historias pugnaban por salirme de las entrañas, también he tenido muy clara la dificultad implícita de poderme dedicar profesionalmente a la literatura. Y, me temo que mientras no conciba el modo de generar ingresos del aire tendré que seguir haciendo otras cosas para subsistir, debo confesar que por muy romántica que sea la idea, el hecho de pasarme las noches bajo un puente o recorriendo albergues como Bukowski no me seduce en absoluto. Es una triste confesión para un espíritu intimista y bohemio pero, es la realidad.

xforo_12Usted ha vivido en Santiago de Compostela, en Madrid, en Los Ángeles, Barcelona… ¿de qué manera se nutre su obra de dichos viajes?

En lo tópico y en lo excepcional.

Por un lado se aprende de otras culturas, se madura, se nutre uno de la gente, el espacio y el ambiente y por otro surgen oportunidades inverosímiles y excepcionales.

Evidentemente, por mi profesión he recorrido muchos más lugares que aquellos en los que hube de residir por un tiempo y tengo en estima recuerdos como el compartir ayahuasca con un chamán en la selva ecuatoriana, pasar una noche al raso en territorio navajo o hacer submarinismo en las costas de las balleneras Azores. A uno se le ocurren ideas, le surgen inspiraciones…

Si además se aprovecha para buscar los extremos y los tópicos se puede descubrir el miedo y la gloria, siempre recordaré cuando volé por primera vez en el interior del Cañón del Colorado, siempre recordaré aquella pelea en un garito de mala muerte en la zona de los mataderos de ganado de Chino a las afueras de Los Ángeles, siempre recordaré aquel bolero que bailé con una mujer de ensueño en los restos de la demacrada instalación del lujo perdido de La Habana vieja…

xforo_18Evidentemente son experiencias normales, o que muchos más que yo han vivido, pero que el soñador que soy se empeña en camuflar de mito y gloria para sentirse como los protagonistas de las novelas de su infancia.

Todas esas experiencias permiten dar profundidad a los personajes, sentirse libre a la hora de hablar de lugares o experiencias y tener una visión mucho más amplia de la sociedad, el ser humano y la historia. Y, por ende, permiten descubrir las inmundicias del yo mismo y la incompetencia del egocentrismo.

Además, contestando a una pregunta como ésta me veo obligado a mencionar que por muchas vueltas que haya dado mi vida siempre he tenido claro cuál es mi hogar, mi único y verdadero hogar es la casita que tengo en el corazón de Galicia, un molino centenario restaurado en el que me gusta dejar los días pasar, al calor de la lumbre, conversando con el río, jugando a ser sombra en el bosque… Entretejido en el inevitable cariño de cada mudanza y la esperanza de cada traslado siempre se ha escondido el triste rencor de no sentirme en ninguno de aquellos lugares como me sentía en los bosques que jugaron con mi infancia, mi hogar.

Casi me atrevería a decir que aborrezco la ciudad y lo urbano, y que probablemente de no ser por los condicionamientos que mis tiempos me han hecho aceptar me iría a vivir de mi huerto, un par de vacas y unas cuantas gallinas; es simplemente una cuestión de cobardía pues debo confesarme a mí mismo que no sería capaz de vivir únicamente de semejante sueño, siempre necesitaré los libros, las películas, los museos, los teatros, etc.

¿Cuáles son sus referentes?

Muchos, incontables, mis mejores amigos han sido siempre los libros. Además, soy un ignorante voluntarioso, no sólo leo por entretenimiento, leo para aprender… Cómo se lanzan cuchillos, cómo se repara un coche, cómo se construyeron las pirámides… Sobre acuarios, tiro al blanco, submarinismo, medicina, bonsáis…

Los libros son una parte tan fundamental de mi vida que no sabría vivir sin ellos, la última vez que hice un intento por organizar mi biblioteca me desesperé al llegar al volumen que hacía el número tres mil. Incluso me consolé con el falso glamour del desorden compuesto de tanto lomo en tanta estantería y me permito fantasear con una de aquellas bibliotecas de las películas de gente de abolengo y castillos, con escaleras y cúpula de cristal.

Para poner nombres y títulos a tanta página y tanto libro no queda más remedio que acompasar un poco la explicación de los propios tiempos y momentos.

En la niñez la aventura y la lectura fácil de London o Figueroa resultaron fundamentales. En la adolescencia llegaron descubrimientos, muy seguidos e impactantes, Kant y Niesztche, y los clásicos Platón, Homero… Y Cervantes, y Lope, y Shakespeare… Y la poesía de Rimbaud, de Neruda, de Bécquer, de Bukowski. Con la universidad el afán por superar la nesciencia, mucho libro técnico, mucha teoría Einstein, Mandlebrot, Paulos…

Es casi imposible hablar de todos, porque hay muchos más, además, releyendo lo escrito me suena a pedante… No, no, parece que pretenda quedar bien diciendo que los grandes son lo mejor, sería mentira. Yo soy un lector orgulloso de best seller y libro de masas. No me da vergüenza admitir que de vez en cuando releo a Gordon (su médico es inconmensurable) a King, a Child, a Preston, a Neville, a Grisham, a Cussler, a Barker… Y tampoco me da vergüenza admitir que rebusco en las novedades por si Figueroa o Manfreddi han publicado algo recientemente. Leo para aprender, y mucho, pero reconozco orgulloso que leo mucho por puro egoísmo banal, me gusta entretenerme.

Pero, si me olvido, y Poe, y Lovecraft, y Joyce, y Mclean, y Blanco Amor, y Eco (sigo acudiendo a menudo a El nombre de la Rosa), y Cortázar (ay, su escalera).

De hecho no soy muy políticamente correcto en la crítica, adoro la saga de La torre oscura de King, y soy un incondicional de Bukowski. Y no soporto muchos de los libros de referencia de la intelectualidad contemporánea. No me gustan las historias de lecciones morales o de planteamientos filosóficos, prefiero que El principito me vuelva a reñir por convertirme en un adulto.

Me gustan los inconformistas con la historia oficial, el Ramsés de Jacq es monumental…

desierto_sentado-en-multimotor_bn_0704¿Cómo surge Los lobos del centeno?

De esa parte oscura de mí que me despierta entre sudores fríos en las noches de pesadillas, un lugar escondido de mi ser al que suelo referirme como las tierras baldías (bendito Elliot).

Como he comentado antes las historias, en mi caso, nacen en las entrañas, aunque luego el cerebro les de la forma adecuada.

En el caso de Los lobos del centeno fue un largo período en el desierto del Mojave lo que me obligó a recordar con mucho más apego de lo habitual el verde de Galicia; pensaba muy a menudo en mi tierra y en las historias que mi abuela me contaba.

La chispa surgió y quise escribir una especie de recopilatorio de tradición oral sobre los mitos y leyendas gallegos, sin embargo, esas entrañas de las que hablo no se dejaron engañar (como tengo que hacer cada vez que quiero escribir un artículo técnico) y tuve que escribir la historia que pugnaba por salir.

Al regresar de Estados Unidos y mientras escribía la novela le dediqué mucho tiempo a pasear por Galicia, a hablar con su gente, a encontrar historias, a escuchar sus cuentos…

Me hablaron de brujería, de hombres lobo, de la Santa Compaña, de criaturas míticas, de ganado que aparecía muerto… Y la bola de nieve fue creciendo y creciendo…

La historia me envolvía, sugiriéndome el tiempo y el ritmo, la escribí como si yo mismo estuviese cien años antes, buscando un lenguaje, unas expresiones, unos matices casi decimononónicos; quería hacerla una novela romántica.

Y, debo decir que en las críticas en las que se habla del amor del molinero (personaje principal) por su difunta esposa, o en aquellas en las que se menciona ese tono particular de la novela son las que más me satisfacen.

¿Es la magia una forma de comprender la realidad en su obra?

No lo creo, acabo de terminar mi último libro y es material de texto, aerodinámica aplicada para escuelas de pilotos y facultades de gestión aeronáutica.

Probablemente en el caso de Los lobos del centeno la magia sea muy importante, pero, se trata simplemente del hecho de que forma parte de la historia.

Ahora bien, si es cierto, que dudar de lo aceptado, plantearse lo paranormal, o esconderse de los cánones de la ciencia son cosas y actitudes que no puedo evitar.

¿Cómo funciona su proceso creativo?

Ya he ido desgranando pinceladas a lo largo de las contestaciones anteriores.

Si se trata de narrativa, para mí una historia suele comenzar con una pesadilla, una imagen, una escena y luego crece sola como si ella me poseyese. No es algo extraño o infrecuente, King habla del mismo tipo de cosas en Mientras escribo.

Si es poesía, creo que la culpa es siempre de la tristeza. Puede que de todo lo que he escrito haya quien piense que nada merece la pena, pero, yo al menos sí puedo decir que los versos que más me satisfacen son aquellos que escribí cuando estaba más desesperado.

En cuanto al material técnico, bueno, es más bien un razonamiento continuo pensando en lo que debo aportar al lector, buscando el camino por el que puedo llevarle a entender lo que deseo explicarle.

¿Qué encontrará el lector en Los lobos del centeno?

Yo no creo demasiado en las clasificaciones por género o las asociaciones de ideas.

Creo, y debo repetir, creo que el lector puede encontrar sonrisas, horror, lágrimas, esperanzas, miedo, agonía… Creo que es una novela en la que se pueden descubrir muchas y muy distintas cosas.

Creo que hay párrafos que son tiernos y dulces y otros que son brutales y devastadores.

Sin embargo, estoy convencido de que no me gustaría que se pensase en esta novela como única y exclusivamente de terror.

Diego Giménez

Diego Giménez, doctor en filosofía y pensamiento (UB) con una tesis sobre "El libro del desasosiego" de Fernando Pessoa, ha realizado diferentes actividades relacionadas con la literatura y el periodismo. Ha trabajado como redactor de LaVanguardia.com y en 2008 cofundó Revista de Letras.

2 Comentarios

  1. Yo he leído los lobos del centeno y es una novela fantástica con el gusto y el modo de una novela clásica, he leído por ahí que una crítica dice que será una novela de culto, estoy completamente de acuerdo.

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