Judith Butler | Foto: CCCB/Miquel Taverna

Judith Butler: «La filosofía comienza con la desorientación»

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Judith Butler | Foto: CCCB/Miquel Taverna

El mundo es cada vez más complejo y se hace necesario preguntarnos por aquello que es posible, bello y justo para encontrar respuestas éticas que nos permitan movernos en él. La catedrática del Departamento de Literatura comparada en la Universidad de California, Berkeley, Judith Butler (Cleveland, 1956) recoge la tradición de grandes pensadores de la Modernidad para trazar una lectura de los tiempos que vivimos. Una vez más, el Centro de Cultura Contemporánea de Barcelona nos invita a conocer de primera mano el pensamiento de esta importante filósofa para quien la libertad debe estar basada en la igualdad. Lo ha hecho a través de una conferencia abierta al público La ética y la política de la no violencia, y de una fascinante sesión educativa con estudiantes de secundaria a quien explicó sus teorías sobre género y sexualidad.

Era una niña problemática, indisciplinada, que contestaba a los profesores y no seguía las reglas. No le gustaba la autoridad e incluso avisaron de que podría convertirse en un criminal.
(Ríe) Es cierto. Y me dijeron que a menos que comenzara a tomar lecciones con el rabino, tendría que abandonar el programa de educación judía que recibía.

Se acercó entonces a él con tres grandes cuestiones: saber por qué Spinoza había sido excomulgado de la sinagoga, comprender la relación entre el idealismo alemán y el ascenso del nazismo y conocer la teología existencial. ¡Y solo tenía catorce años! ¿Cómo influyeron esa relación y las respuestas que fue obteniendo en su pensamiento filosófico?
He aprendido mucho sobre Spinoza. Vivía en una comunidad muy estrecha de miras que no apreciaba ni su imaginación ni sus escritos filosóficos y se sintió amenazada por su intelecto, porque tenía puntos de vista que iban en contra de las enseñanzas ortodoxas. Y me interesé por él. Empecé a leer su Ética, me gustó mucho ese libro. Spinoza estaba muy interesado en la idea del deseo de persistir en el propio ser, la capacidad humana de preservare a sí mismo, es decir, la noción del conatus. También me interesó su descripción de las emociones, cómo podemos entender emociones como el miedo o la rabia a la luz de esa merma o mejora de nuestra capacidad de persistencia en nuestro propio ser. Pero también en Spinoza encontramos esa idea de que no hay forma de persistencia si no es en relación o interdependencia con otros seres, que por otro lado están en la misma situación de deseo de persistir y preservarse.

¿A qué conclusiones llegó con respecto del idealismo alemán?
Cuando estudié en Alemania tuve que enfrentarme al hecho de que algunos de mis profesores habían obtenido la plaza durante el régimen nazi, por tanto o bien habían colaborado o no habían renunciado explícitamente al nazismo. Puede entenderse una parte del idealismo alemán como aquello que permitió fundamentar las ideas de la nación en ese momento. Pero, por supuesto, el idealismo alemán también se encuentra en Marx y gran parte de la tradición idealista se conserva en su pensamiento, especialmente en el Marx interesado por Hegel y Feuerbach. Por otro lado, todo es más complejo, de alguna manera el nazismo se apropió de esos ideales que no pueden ser por otro lado ninguna coartada que justifique el nacionalismo ni los campos de exterminio.

¿Y la teología existencial?
He ido leyendo bastante y creo que de alguna manera ha sido muy importante para mí. Primero el existencialismo y la fenomenología, luego la Escuela de Frankfurt, el idealismo alemán, Marx. Solo más tarde, tras pasar por la universidad, me interesé más por el post estructuralismo. Esta es finalmente mi formación filosófica.

¿Su familia procedía de Alemania?
No, la familia de mi madre era de Hungría y la de mi padre procedía de la frontera polaca rusa, cerca de Galitzia. Mi abuela siempre tuvo clara la idea de que los judíos de Hungría iban a la universidad en Alemania, me decía: “tienes que ir, el judío siempre ha ido a Alemania a estudiar”; pero mis padres no mostraban el mismo entusiasmo, ellos me decían: “¿por qué vas a Alemania si es un lugar terrible?, ¡allí siendo judía no estarás segura!”. Sin embargo, mi abuela me apoyó y allí me fui a finales de los años setenta, a la universidad de Heidelberg.

Judith Butler | Foto: CCCB/Miquel Taverna

Le citaré algunos nombres y me gustaría que explicara cómo le han influido o qué destaca de su legado. Comencemos por Simone de Beauvoir.
Cuando estudiaba para mi doctorado no trabajaba cuestiones de feminismo o género ni nada de eso. Acababa de estudiar filosofía y literatura. Pero el Programa de Estudios de la Mujer me invitó a hacer una presentación en la que hubiera contenido de filosofía y pensé en Simone de Beauvoir. Revisité su libro El segundo sexo (Le deuxième sexe, 1949) y por supuesto  me concentré en su frase más famosa: “No se nace mujer, se convierte” (“On ne naît pas femme: on le devient”). Y empecé a jugar con esta idea de lo que significa convertirse en mujer. ¿Quién se convierte en mujer? ¿Puede cualquiera convertirse en mujer? ¿Puede alguien acabar convertido en mujer como si del final de un cuento se tratara? ¿Te conviertes y por tanto eres una mujer? Esa fue la primera vez que participé del pensamiento de Beauvoir, y me dio las bases para seguir tratando cuestiones de género. También leí sus novelas. Leí la mayoría de sus escritos. Me interesé mucho por su trabajo. Pensé que debería tomársela más en serio como filósofa. Todavía vuelvo a ella aunque con menos frecuencia, pero me han invitado a asistir al Congreso de Filosofía de Beijing para dar una conferencia sobre Simone de Beauvoir y estoy feliz de regresar a ella y escribir sobre su trabajo nuevamente.

Baruch Spinoza.
Como él, pienso que no hay forma de entender quiénes somos o los motivos que nos mueven si no es en relación a la manera en que somos afectados por los demás. Esta idea de ser afectado por otra persona es poderosa. No somos rocas. Cambiamos en virtud de cómo somos afectados por otro. Eso significa que nunca estamos completamente encerrados o aislados, incluso el propio cuerpo. Estamos siendo constantemente afectados y transformados por aquellos con los que estamos en contacto. Es importante mantener este concepto de Spinoza.

Emmanuel Lévinas.
Me proporcionó la idea de que la obligación ética que tenemos hacia los demás no es algo que deseemos de una manera voluntaria. Ésta demanda ética pertenece a la estructura misma de la subjetividad, lo que se llamaría el pre-ontológico. Vivimos en un mundo en el que estamos llamados a responder con una relación ética hacia los demás sin quererlo, es decir, existe una dimensión involuntaria de obligación ética. Eso fue muy importante para mí cuando lo entendí porque va más allá de esa idea liberal por la cual el individuo está vinculado a una ética en función de un contrato. Entiende una ética precontractual, lo cual significa que estamos unidos los unos a los otros en el nivel más profundo de la existencia. Pero no comparto todo, o no toda su ética me resulta útil, tampoco sus lecturas sobre Israel como nación ya que considero que deberíamos tomar las mismas obligaciones éticas con los no judíos que con los judíos.

Monique Wittig.
Mostró que no estaba claro que realmente las lesbianas fueran todas mujeres. Pensó que el concepto de mujer pertenecía a un contrato heterosexual, y que por tanto las mujeres son mujeres en la medida en que se produce una relación heterosexual con el hombre, y en ese sentido la lesbiana entraba en otra categoría. ¡Esto fue impactante para mí! (Ríe). Me proporcionó la idea de que podríamos pensar en una normatividad heterosexual a partir de la cual preguntarnos cómo se establecen o construyen los términos de lo que es hombre y mujer. Por tanto, si salimos fuera de esa heteronormatividad, encontraremos otras significaciones y términos y una segunda nueva dimensión en cuestiones de género, que ella inspiró.

Jacques Lacan.
Bueno, Lacan, no sé…

¿Mejor Sigmund Freud?
(Ríe) ¡Sí! Soy más de Freud que de Lacan. Aunque en un momento de mi vida leí a Lacan muy en serio, y tiene cosas que me gustan mucho, pero tiene una vena muy católica. Por otro lado, Freud me resulta más fácil y soy más fan de él porque sabe cambiar de opinión, arroja su teoría anterior y la convierte en una nueva, además tiene humildad y sentido del humor. No encuentro esas características en Lacan, o quizá no sé encontrarlas, si bien es brillante e hizo que el psicoanálisis se convirtiera en parte de la crítica literaria y de la teoría del lenguaje, de una forma que no tenía precedentes, así que muchos de los que trabajamos en teoría literaria estamos profundamente en deuda con él, sobre eso no hay dudas. Pero hay mucho conservadurismo entre los lacanianos. Son muy conservadores en cuestiones de género o de sexualidad. Yo pienso que el psicoanálisis puede usarse para fines sociales y políticos más radicales.

Jacques Derrida.
Ha sido muy importante para mí. Me dio una forma de leer filosofía fuera de la filosofía, de entender lo que significa leer, incluso que muchas cosas pueden ser leídas, no necesariamente libros o textos en el sentido estricto. Aprecio muchísimo la forma en que cuestionó ciertos conceptos filosóficos y me ayudó a crearme una conciencia de cuestionamiento que a su vez me permite no tener que aceptar los términos establecidos en el debate. Me gusta personalmente, lo vi moverse desde una postura más combativa en su juventud, a otra más reflexiva, paciente y enormemente generosa posterior. Pienso mucho con él. Sin embargo no me acerco a Derrida de forma ortodoxa o estricta, también leo a Foucault mientras leo a Derrida. A los derridianos no les gusta eso, así que no pertenezco a una escuela, ni tengo una escuela ni la quiero. (Ríe).

¡Ni autoridad ni ortodoxia!
¡Eso! Lo que quiero es aprender de todas aquellas personas sabias. Como de mi rabino, aprendí mucho con él.

Judith Butler | Foto: CCCB/Miquel Taverna

En su conferencia ha señalado que el contrato social planteado por Hobbes nace de una poderosa ficción. Me ha recordado las palabras de Sloterdijk, para quien la filosofía no nace de la sorpresa sino de la competencia entre sofistas y quizá todo empieza con una mentira.
Los teóricos de la política liberal, es decir, aquellos que justificaron y definieron el surgimiento de la economía de mercado capitalista y el individualismo, comenzaron su argumento con esa poderosa ficción que es el estado natural del hombre, según la cual emergimos a este mundo en un estado de naturaleza, que imagina que nacemos hombres autosuficientes, que podemos trabajar, alimentarnos de forma completamente aislada (Ríe).  Si lo piensas, es como cuando abres un libro de ciencia ficción y observas que lo que te cuentan es totalmente diferente a lo que estamos viviendo. En sus primeros textos Marx trató estas cuestiones y dejó claro que no comenzamos en un estado de naturaleza sino con un sentido de historia y también con un sentido de posibilidad. Marx, por supuesto, rechazó ese individualismo.

(Larga pausa que le lleva a dar una respuesta a la afirmación del filósofo alemán).
Pero la filosofía no comienza con una mentira. La filosofía comienza con la desorientación en relación al mundo existente. (Larga pausa). Cuando nuestras formas habituales de orientarnos no funcionan, es cuando surge la pregunta filosófica. Sin la pregunta filosófica no podríamos movernos por el mundo, tenemos que preguntarnos lo que es posible, lo que es bello o lo que es justo. Tenemos que hacernos esas preguntas precisamente porque no encontramos caminos inmediatos.

De su conferencia deduzco que deberíamos hacer un movimiento de progreso ontológico, que pase de la pregunta Quién soy a la pregunta Quiénes somos.
¡Sí!

Tomando en consideración que en el somos hay que incluir todo lo que es vida.
En esta que hacemos llamar era del Antropoceno hemos dado por hecho nuestra relación con el medio ambiente, el mundo natural, los recursos naturales de un modo en el que nosotros los humanos, nos hemos imaginado en una posición de poder e incluso de derecho sobre toda la naturaleza. Hemos tomado por ilimitados los recursos que necesitamos para mantener nuestras producciones capitalistas, sin necesidad de protección, como si la naturaleza no nos afectara. Pero también nos afecta, porque también con la naturaleza mantenemos una relación de interdependencia y mientras no lo comprendamos no podremos asumir la responsabilidad de los daños que infligimos.

Dice que “todos hemos nacido en una condición de dependencia radical y eso nos hace a todos iguales”.
La igualdad que tenemos es aquella que surge de una condición humana común y por tanto de una demanda común de cubrir unas necesidades. Todos necesitamos aire, refugio y comida. Pero existen desigualdades profundas en la forma en que esos recursos se distribuyen. Y sin embargo todos los necesitamos por igual. ¿Por qué entonces no se producen estructuras sociales y económicas que honren y reflejen esa igualdad?

Llegamos a la siguiente cuestión: “El problema no es la vulnerabilidad, sino la explotación”.
Sí, así creo…, es especialmente claro y cierto cuando pensamos en los niños. A veces actuamos como si el problema radicara en la vulnerabilidad, sin embargo radica en si el cuidado es o no es responsable, o si hay una explotación de esa vulnerabilidad. A veces actuamos como si hubiera que aliviar a los niños, adultos o a poblaciones de su vulnerabilidad, cuando lo que hay que hacer es aliviarlos de su explotación. No podemos dejar de ser vulnerables sin dejar de ser humanos, o pensar que porque no nos sentimos vulnerables no vamos a ser explotados, o peor, destruir nuestra capacidad de relacionalidad con el fin de protegernos.

¿Qué cambio de mentalidad necesitamos?
Espero que disminuya la posición del hombre en el mundo y que al mismo tiempo mejore la responsabilidad humana hacia el mundo. Suena contradictorio, pero si somos una especie entre especies, un tipo de criaturas con vida entre otras criaturas con vida en un entorno que también experimenta procesos vitales, entonces, ¿podemos ser el centro del mundo? Hay que desplazar el entendimiento antropocéntrico, hay que dejar de ser centro. Pero a la vez, precisamente porque somos criaturas que se distinguen por las obligaciones éticas y un requerimiento de organizar el mundo político, tenemos que dar forma política a nuestra vida en común. A la luz de cómo están las cosas, ¡tenemos una gran responsabilidad y a la vez mucho trabajo!

Podrían utilizarse las vías emprendidas por la globalización.
Los mercados abrieron unas formas de intercambio global que requieren una contrapropuesta inteligente, dedicada, grande, colectiva, que atraviesa y abarca distintas regiones e idiomas.

Nos gustaría conocer su posición en las siguientes cuestiones. Para empezar: #Metoo.
El movimiento generado con #Metoo es muy importante porque ha puesto en valor el testimonio que las mujeres han dado sobre acoso y violencia sexual, y ha recibido la aprobación de los tribunales. Tras el testimonio hay mucho valor y gran dignidad y creo esto es bueno. Espero que eso también se traduzca en resultados. Pero, ¿sabes? ¡me too, me too, me too! ¡Todavía no es We! No tiene que quedarse en testimonio de una serie de personas, no puede simplificarse en las individualidades. Para que sea un movimiento de mujeres juntas hay que tener una idea de cómo nos movemos más allá del testimonio personal, hacia otros tipo de intervenciones. Así que espero que el feminismo como movimiento pueda verse fortalecido, pero me preocupa que se haga sobre una secuencia de individualidades. Es una vuelta al individualismo del feminismo liberal. ¡Pero estamos en lucha y es una lucha que hay que ganar!

Prostitución o trabajo sexual.
Yo le llamo trabajo sexual y estoy contra su criminalización y a favor de que tengan mejores condiciones. Cada cual es libre de explotar su cuerpo. A veces es la única forma de trabajo a la que una persona puede acceder. Así pues, creo que tiene que socializarse y no estigmatizarse. Hay que construir y rediseñar el apoyo que damos a estas personas.

Gestación subrogada.
No tengo un punto de vista claro. Tengo sentimientos mezclados respecto a esta cuestión.  (Largo silencio). No puedo responder a esta pregunta.

Cambio de género.
Si eso es lo que debes hacer para tener una vida mejor, entonces se te debe permitir hacerlo, eso está claro. Creo que los jóvenes deben esperar un poco antes de someterse a la cirugía y tomar drogas, para asegurarse de tener claro cuál es el deseo. Hay personas trans que quieren cirugía y hormonas y otras que no quieren cirugía o no quieren hormonas. Hay personas trans que cambian legalmente su nombre y sexo, y otras que no quieren nada de eso. Hay personas que se ajustan el género queer que no son exactamente trans, pero que tampoco se conforman con las nociones de género. El del género es un vasto y complejo mapa.

Dios.
¿Dios? Bien, ser judío significa que has sido abandonado por Dios y que vives en un mundo de Deus absconditus. (Ríe) No creo en Dios de forma racional, pero hay algo en ese haber sido abandonado porque significa conceder a Dios pensamientos profundos, y sentir la pérdida y su ausencia. Me sitúo en esa posición. No soy religiosa, pero tampoco secular.


CONFERENCIAS:

Una mañana con Judith Butler:

La ética y la política de la no-violencia:


PUBLICACIONES:

Cossos que encara importen / Bodies that still matter | Violència d’Estat, guerra, resistència / State Violence, War, Resistance | Vulnerabilitat, supervivència / Vulnerability, Survivability.


Berta Ares Yáñez

Periodista e investigadora cultural. Doctora en Humanidades. Alma Mater: Universidad Pompeu Fabra.

4 Comentarios

  1. «Los mercados abrieron unas formas de intercambio global que requieren una contrapropuesta inteligente, dedicada, grande, colectiva, que atraviesa y abarca distintas regiones e idiomas.»

    Si tras dos siglos de liberalismo, este ha ido mutando, adaptándose y consolidándose, ya no como doctrina económica sino como ideología global. Y solo habido «una contrapropuesta inteligente, dedidacada, grande etc…», capaz de generar una alternativa real.

    Tal vez la pregunta primera a la hora empezar con una contrapropuesta con una aceptación social suficiente para generar un cambio, ya no sería ni «quién soy» o «quiénes somos», sino algo mucho menos trascendental: ¿qué queremos?.

    Un saludo y enhorabuena por la entrada.

  2. Qué gozada de entrevista. Con anterioridad había leído opiniones sesgadas sobre Judith Butler que condicionaron mi interés sobre su pensamiento. Me alegro enormemente que tras leer su honesta entrevista haya cambiado mi visión. Chapeau por esta preciosa entrevista.
    Ah, que dejara a Dios al final se merece un 10 por ambas partes.
    Muchas gracias, Berta.

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