No sabÃa que de La bendición de la tierra, la novela por la que Knut Hamsun ganó el Premio Nobel en 1920, habÃa una pelÃcula muda. No sabÃa que se rodó en 1921 ni que se perdió. No tenÃa idea de que en 1971 se encontró una cinta de la pelÃcula casi completa en Nueva York, ni de que se ha restaurado sobre fragmentos de otra copia hallada en el Filmmuseum de Holanda en 1991. Pero ayer en la cartelera de los cines Verdi de Barcelona tuve la suerte de comprobar que, mientras algunos leemos todo cuanto se publica del gran Knut Hamsun, otros paleontólogos cinematográficos habÃan recuperado esta pelÃcula, la habÃan restaurado y actualmente vaga buscando a sus espectadores en las salas de Madrid y Barcelona.
La bendición de la tierra, editada en español por la editorial Bruguera en una fabulosa traducción de Kirsti Baggethun y Asunción Lorenzo, acompaña a Isak cuando se asienta en una desierta colina de Norte de Noruega y crea allà la primera colonia humana. Solo al principio y más tarde acompañado por Inger, una mujer de labio leporino, Isak se convierte en el dios pagano del hombre dedicado a la tierra mientras su estirpe se aleja a él y la civilización lo va cercando.
De la cinta recuperada en el Filmmuseum holandés viene este rescate de más de cien minutos, donde al parecer sólo faltan veinte. La música de Leif Halvorsen también llega a la sala, orquestada nada menos que por Frank Strobel, especialista en clásicos del cine mudo como Nosferatu, Metrópolis o El Acorazado Potemkin. La banda sonora acompaña a la narración de forma teatral. La pelÃcula es sencilla y lineal, un mero testamento de la trama del libro enriquecido con imágenes tan pulcras que no traicionan la imaginación del lector.
Isak está encarnado por Amund Rydland, Inger por Karen Thalbitzler, nombres que naturalmente no nos dicen nada. Se trata de dos actores noruegos de hace casi cien años, del despertar del celuloide en tierras heladas que han venido por el túnel del tiempo a poner rostros y cuerpos a estos personajes eternos de la literatura. Verlos moverse, hacer aspavientos propios del cine mudo, transportar troncos y levantar Nooruland mientras Geissler aparece para ayudar y la vieja Oline para maldecir, es una experiencia extrañamente reconfortante para un lector habitual de Hamsun.
Quizás la pelÃcula no sea más que un nuevo clavo en el tablón de los años, puesto ahà para que los lectores fascinados por Hamsun nos agarremos a él. La pelÃcula reaparece casi destruida después de más de sesenta años de oscuridad y el trabajo concienzudo de los hombres de hoy la pone de pie nuevamente.
En la sala, mayoritariamente noruegos de más de cuarenta años salpicados entre los asientos vacÃos. En la pantalla, un rótulo del film original: “LA BENDICIÓN DE LA TIERRA, OBRA DE KNUT HAMSUN, AUTOR MUNDIALMENTE FAMOSO Y CELEBRADO, GANADOR DEL PREMIO NOBELâ€. Uno se acurruca en la butaca bajo el retrato tantas veces visto en solapas de autor, preguntándose: ¿no hay algo tremendamente afÃn en este hallazgo cinematográfico con la vida cultural de Knut Hamsun en el siglo XXI? ¿No es una señal más de que, como Geissler, Hamsun aparecerá cuando menos se lo espere para derramar sobre los que esperan la bendición de su literatura?
Juan Soto Ivars